Espiral de Saraswati

martes, 14 de febrero de 2017

NANCY MONTEMURRO: RUMBOS DEL VIENTO

               


  “Rumbos del viento”: Un texto que parece brotar de la esfera planetaria,  apoyado en los cuatro puntos cardinales: Este, sur, oeste, norte. Desde la tradición numerológica pitagórica el número cuatro es la representación del mundo, soporte, sostén, anclaje, enraizamiento. El cuatro: la casa del mundo,   sin embargo aquí esa solidez del número cuatro es antes que nada  la mutación en aire y viento, un mundo que se despliega horizontalmente. Desde el este hacia el norte, el libro finaliza con el norte, como brújula que indica un camino. Sin duda hay una trayectoria, un bucear que manifiesta una búsqueda: “Voy hacia la poesía/ como quien camina hacia la noche constelada:/ una telaraña viscosa/ donde: la letra me devore”, búsqueda que en medio de lo brumoso intenta establecer alguna clase de límites recurriendo a establecer parámetros, pero el espacio no tiene bordes, ni límites, no hay certezas. Estamos frente al cuerpo de una geografía terrenal, una geografía que  se prolonga hacia lugares inciertos o simbólicos en grado superlativo. Lo cierto es que hay un espacio que circunscribe el recorrido de la voz poética, un espacio que se transfigura y migra hasta llegar a convertirse en una prenda de vestir : “Puntada tras puntada/ mi madre zurce/ las medias rotas./Con cuanta precisión/ la aguja toma un punto, otro,/ y la herida se obtura”. Pero es un espacio que da la impresión de socavar su propio escenario a medida que la voz avanza. Lo interesante es que estamos frente a un libro que aunque intentó precisar la delimitación de un territorio,  a lo largo de sus páginas no hace más que disolverse, perder presencia, lo sólido cede su contextura a lo que se encuentra en estado permanente de desintegración una y otra vez.
 Una geografía terrenal nacida para el recorrido de los espacios interiores o una interioridad volcada hacia un territorio donde reina el fragmento. Hay un orden pero es un orden que aunque parezca sólido se vuelve volátil como si la materia mostrada sus otras condiciones y rompiera así con  viejos conceptos. A una interioridad cercenada, hecha de huecos y silencios,  le corresponde un espacio geográfico que no sigue trazados rígidos aunque se escude en sus nombres, el territorio por momentos se deshace haciéndole eco a las voces de esas hondas interioridades.
  La voz de estos poemas se debate entre la intensidad y la ambigüedad. La continua indagación deja traslucir, de tanto en tanto, alguna verdad que surge al sesgo. Una voz con un contenido tono confesional que busca aquello que necesita ser dilucidado en medio de ese clima tenue y acaso brumoso en el que relumbran los poemas. El libro se cierra con un intertexto de Italo Calvino sugestivamente integrado a “Las ciudades invisibles”, esa cualidad del viento y del aire que le dio carnadura a estos poemas sólo puede ser clausurado -si es que existe alguna forma de clausura- con la intrusión de otra voz que nos evoca otras intangibilidades, quizá porque nada puede ser cerrado en un conjunto de poemas que se abre y se abre a la fuerza de una marca misteriosa que continúa operando antes y después de todo.

Selección de poemas:


Origen de la historia:

la hija  
pide al padre
una manzana
Dan vuelta cada rincón 
y no hallan
ni migas de pan

En el hambre no hay paraíso

Eva, distraída,  
se paseaba desnuda

                           *********

Entra oblicua la luz  
por la ventana
a las dos de la tarde
y despliega
su temprano abanico de sombras
En la tenue opacidad
una vida se instala
taza de café sobre la mesa
mansa,
esperando
que en el calor del rayo
alguien la consuma

                                                      *********

En los días de abril   
preferí la intemperie
de la lluvia   
Su canto, sobre el cuerpo
caló mis huesos  
buscó unirse al latido
de mi corazón
para elevarlo al mundo
en el ciclo continuo de las aguas.

                                                      *********
El miedo  
nos ha llevado
a temblar
como  hojas en el viento
Temblemos corazón 
hasta que nuestras corazas  
se derrumben

                                                      *********

Soy una mujer que envejece  
aquí, frente al papel
Los años pasan  
y arrebatan
aquello que no quiero perder
Enhebro 
la última palabra pronunciada,
retomo desde ahí
el discurso,
pero la vista falla
El ojo de la aguja
no es el mío
por eso veo
al mundo deforme
Debería  
ajustar la mirada 
a la esencia de las cosas
atrapar su belleza 
y serenarme


        




Nancy Montemurro nació el 7 de julio de 1961 en Provincia de Buenos Aires. Es docente y traductora. Fue miembro fundador de la Cooperativa Editorial Nusud. Actualmente integra el staff de la Galería de Arte Contemporáneo Torres Barthe como coordinadora de prensa y redacción. Publicó su poesía en la plaquette A doncella (Nusud 1988) y en los libros  Craquelage  (Nusud 1993), Arcanos mayores (Edición Artesanal para Bibliófilos, 1999 y Ediciones del Citrino, 2011). Rumbos del viento (Ediciones del Dock, 2016)


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