Espiral de Saraswati

lunes, 18 de abril de 2016

DANIEL CALMELS: POESÍA

                       

  Podría decirse que el rasgo sobresaliente en la poética de Calmels es lo diáfano, lo  translúcido, incluso en su libro de poemas “Estrellamar” que parece más opaco  se encuentra una opacidad recatada, el texto mismo da cuenta de eso, podemos leer en uno de sus versos:  “brilla por opacidad”. Este carácter translúcido es una característica del agua que con su carácter primordial y permanente nos remite al origen, a lo informe, a la energía femenina. En los poemas el agua está enfatizada en varios títulos y reaparece de modo continuo en distintos acercamientos -lluvia, humedad, mar, elementos líquidos, lágrimas, sudor, el agua  o las aguas como una entidad absoluta – y también mediante aquello que nos permite pensar la proximidad de la presencia del agua: riberas, muelles, puentes, así el lenguaje se sostiene en las cualidades de este elemento: fluidez, plasticidad, adaptabilidad, intangibilidad, transmutabilidad.  Y como contrapartida hay un buceo en la materialidad de las cosas del mundo, el cuerpo humano incluido y los pormenores del acto de escritura que realiza marcas e incisiones sobre lo denso.
   El cuerpo humano suele ser el eje de muchos poemas, preferentemente no   presentado en su totalidad sino que es  observado en sus distintas partes,  como si los fragmentos constituyeran a su vez vastos territorios comprendidos en un ámbito mayor. Cuerpo entendido como universo transitable y explorable cargado de significación, un espacio rico, digno de ser frecuentado,   investigado en múltiples sentidos, un sitio capaz de contener lo múltiple y lo mínimo, lo material y lo inasible, - lo denso del mundo, aire y agua- eso que aunque tiene carácter de fuga es atrapado mediante un movimiento único. Y entre los muchos cuerpos, el de la escritura, ese otro organismo  vivo en constante mutación.
Poesía que busca la conclusión del sentido, definir lo existente, abarcarlo de un solo trazo. Sin embargo este gesto que tiende a la totalidad se nutre de la brevedad, del fragmento, de la mirada focalizada. Y sobrevuela la levedad que contrasta con este  intento de  abarcar lo genérico.  Quizá el poema nace de una pulseada entre esta búsqueda de síntesis y este  haberse detenido en el detalle. De algún modo el poema es el resultado de una indagación que se realizó fuera del cuerpo del texto pero que aflora inesperadamente en un gesto aglutinador. El poema se convierte  de esta forma en un elemento de búsqueda, una vía de arribo al conocimiento que  emplea como instrumento la mirada estética.
     Este intento de definir lo existente hay un cierto acto de cierre, de  desenlace o consumación, hay un énfasis puesto en  ese buceo, en esa verdad que fue perseguida pero todo esto se realiza con una  marca   de transparencia del lenguaje. Entonces la verdad apresada tiene algo de inapresable. De esta  forma el poema es el resultado de un largo camino iniciado fuera de los márgenes del texto. Lo que aparece desplegado es la culminación de ese camino, por lo que vuelve al poema en un objeto precioso, el detritus, el escarceo fue obviado. Hay algo que nació en otro lugar y fue traído al poema, el poema muestra su aspecto más vibrante, su fogonazo, su presencia reveladora. Del concepto, de la idea surge la revelación como un acto estético por excelencia. En este juego entre el saber de la razón y el saber de la mirada,  la palabra  ha sido despojada de lo superfluo. El poema entendido como  el punto final de un proceso de profundización no cierra lo alcanzado porque nuevamente otros poemas retoman lo que se presentó en apariencia concluido abriendo el enigma,  desatando el misterio impulsado por ese movimiento de agua, de aire, un fluir continuo producto de una mirada de alto y largo alcance.


EPITAFIO
Redúceme a fuego,
Quémame con las piedras ardientes
Con el negro incendiario del corazón de la madera
muerta.
Vuélveme pequeñez en la ceniza
multiplícame en la carroña del fuego.
Quítale el agua a mi cuerpo,
devuélvela al aire.
Quémame, te lo ruego  
no pertenezco a la tierra putrefacta.
Quémame, pulverízame,  
que mi cuerpo se desintegre entre las llamas.

Deja que el fuego haga su trabajo 
que la chispa se muestre rebelde
que desoriente el humo.
Devuélveme al aire,
déjame salir, déjame,
que he dejado todo en el recuerdo.

Redúceme, quémame.
                                          De “Huellas” 


LAVA
3
En las yemas de la mano el cuerpo se envuelve a sí 
 mismo.
En los reversos del nácar,
la marea de la sangre deja surcos de arena.
                                          De “Huellas” 


Y NADIE LO VE
El pico del pájaro penetra hondo en la pequeñez del 
gusano.
El cielo lo protege  
lo cubre de inmensidad.
Está el pájaro libre de palabras,  
su boca es fatal,
no hay lugar para otra lengua.
Sus plumas ajenas al susurro de los trazos lo cubren por   
entero,   no hay espacio en blanco ni angustia ante el vacío.
El pájaro lleno atraviesa el aire  
y baja implacable con su pico en punta
hasta detener de un golpe la lenta marcha del gusano.

Sin manos ni añoranza de manos, 
el pájaro de pie en la tierra,
eleva sus ojos al cielo y canta.
                                                  De “Trazos”.


ESCRIBIR
1
La palabra, 
al filo de la hoja en blanco,
agoniza para dar a luz
en otro margen.
La letra avanza, 
el que escribe,
está cerca del tiempo.
                       De “Trazos”.



EL CRISTO ROJO
                         “¿Acaso imaginan el velorio de un loco?”
                                           Jacobo Fijman

Aquí me han traído.
Escribo dibujo y pinto,
todo lo perdido de mí se encuentra en cada trazo.
¿Quieren curarme la sed con el desierto?
¿curar la tristeza en la casa de la melancolía?

Me ha bendecido el olvido y la pobreza,
sólo espero la mañana.
                                                  De “Trazos”.



PUENTES
El río es un invento del puente 
que atrajo a las aguas
sobre el cauce blando.
El puente,
es hijo de las dos orillas,
una quieta barca 
que sueña su lecho.
                                    De “Marcas de agua”


LEYENDA
En los últimos días, las mujeres  
levantaron sus polleras
sus delantales al cielo
aclamando el regreso de las aguas,
orando
frente a la cruz natural de las ventanas,
bajo el vitral del parral seco.

En aquellos días  
los hombres cojos apoyados en las zapas,
con las canoas rotas y secas en la bahía,
con flores de neblina en los cristales,
poblándose de escara los pliegues del cuerpo,
soñaban con los remos que se hundirían en el agua
y la piel arrugada por la humedad de la marea.

De una sola boca salía   
aliento a niño con fiebre
a  vino caliente  
a tarro de miel.

Sólo quedaba una trenza de mujer con un peine 
           clavado    
sobre la pared blanca,
sólo el jugo de una vela como rocío inmemorial  
y el espejo transformando el vacío de sol a sol.
                                    De “Marcas de agua”


LOS SUEÑOS DEL AGUA
El agua durmiente 
del fondo del jarrón
sueña que se eleva vertical.
Aferrándose a la materia fibrosa del tallo,
asoma a la altura
de cada pétalo,
antiguas gotas planas
encarnadura del agua.

La flor transpira, se excede, desborda, 
y el agua cae sin saber
que retorna al fondo del jarrón.

Una lluvia perfumada  
gota a gota,
cae con el olvido necesario
para soñar su ascenso.
                               De “La casa”

Los poemas fueron tomados de una antología personal del autor   “Marea en las manos” con prólogo de Héctor Freire, ediciones Colihue.- Buenos Aires 2005.





Daniel Calmels
Escritor, Psicomotricista, Psicólogo Social .
Autor de: El Cristo Rojo (Faja de Honor de la Sociedad Argentina De Escritores); Estrellamar, prosa poética  (Primer premio Rodolfo Walsh - Derechos humanos); Cuerpo y saber; El cuerpo en la escritura; Del sostén a la transgresión; El libro de los pies  (Primer premio Ensayo del Fondo Nacional de las Artes); Marea en las manos, antología  poética; Juegos de crianza; La almohada de los sueños, cuentos; El cuerpo Cuenta; La discapacidad del héroe (Tercer premio concurso municipal de la ciudad de Buenos Aires); Infancias del cuerpo; La almohada de los sueños, versión para la infancia, cuento (Madrid); Espacio Habitado; Fugas, el fin del cuerpo en los comienzos del milenio; Juegos en el papel, Los duendes de la mesa, cuento infantil.
     
                                              -Derechos reservados- En caso de reproducir citar la fuente-