Espiral de Saraswati

miércoles, 20 de octubre de 2010

LORELEY EL JABER: UN POEMA

 Coincidentemente con este conjunto de poemas de Loreley El Jaber que acabo de leer, vienen ahora a mi memoria unos relatos de Raúl García Luna. Recuerdo que en  la presentación del libro  le hice  a Raúl  un comentario. El libro era una serie de cuentos cuyas situaciones transcurrían todas en la playa. Y yo le dije: La costa es el espacio de la juventud. A él le pareció un acierto.  La playa  nos trae de inmediato la idea de goce, expansión, libertad. El libro de poemas de Loreley El Jaber se titula justamente La playa y es el escenario en el que se despliegan estos textos sutiles, sugerentes, hondos al mismo tiempo, en muchos  de ellos hay un regreso a la infancia y a otras etapas de la vida. Loreley es doctora en letras,  una joven investigadora universitaria, brillante, con un extenso currículum,  su poesía habla de la niñez, de la juventud o de un  momento que de alguna manera asociamos con lo ligero e inapresable. La playa, el mar, la costa convocan la calidad de escurridizo o evanescente mientras la escena comprendida en cada uno de los poemas es irrepetible, a veces, contundente;   se trata de una gran presencia recortada en medio de esa inmensidad que puede ser el océano, la vida. El contraste está dado entre el peso de la escena que se nos vuelve  única y todo lo otro que la rodea como una orilla de mar, agua cambiante, inquieta, inabordable. Aún así cada escena tiene cierta cualidad de incertidumbre. Intensidad y vacilación en perfecto equilibrio.



LA PLAYA (Acto I)

En el fondo, el mar
digamos azul, digamos fulgurante

A un costado, una mujer morena
casi desnuda
le regala al sol su piel y relame la sequedad de sus labios

Lejos, casi en diagonal, su hija trae agua
para un pozo de arena que no se deja llena

La mujer, digamos la madre,
olvidada de su rol, deja la bikini en la lona
y decide ponerse boca arriba

Una vez que su pecho empieza a ser carcomido por el calor
aparece un hombre nadando mar adentro

Entre gota y gota de sudor, resbala su cabeza a un costado
entonces lo ve
sonríe
y
juguetona como es
quita toda tela de su cuerpo

Desnuda, morena, soleada
la mujer vuelve a mirar hacia el mar
pero esta vez no ve nada

En esa dirección sólo está la niña
que ha empezado a imitarla

Sobre la arena, su cuerpo virgen se revuelca
de pronto la saluda
y ríe

Pero ella no ve el brazo agitándose
ni el balde cansado cerca del pozo
ni la malla enteriza convertida en almohada
Sus ojos sólo alcanzan el mar que se ha vaciado de brazos
y reniegan de ese implacable azul uniforme
que interrumpe su proyectado goce

Entonces la mujer ve
ve a la niña
ve las mallas que ambas empiezan a ponerse
ve el sol que ha dejado marcas rosas en su piel oscura
ve el mar tal como es, sin manchas, y saluda a la hija
                                       /y saca el libro de su cartera y
ordena la imagen.
                      
                               -de La Playa- Loreley El Jaber. Ed. Viajera-Bs.As. 2010-

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Loreley El Jaber nació en Buenos Aires en 1972. Es Doctora en Letras, docente de Literatura Argentina en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Ganó becas de investigación en el área de literatura colonial, campo en el que se desempeña actualmente como investigadora del Conicet. Publicó ensayos en revistas especializadas nacionales y extranjeras. Junto con Graciela Batticuore y Alejandra Laera, compiló el libro Fronteras escritas. Cruces, desvíos y pasajes en la literatura argentina.
  En cuanto a la poesía, ese placer fue siempre algo privado o tan sólo compartido por una muy pequeña comunidad de amigos. Recién cuando el año en el que vivió en Estados Unidos, se decidió y envió algunos poemas a la revista literaria Contratiempo de Chicago, que publicó dos de sus  poemas en marzo de 2007. Desde entonces la decisión de concretar el deseo del libro fue un motor, un proyecto que alimentaron todos los que leyeron sus versos.


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martes, 12 de octubre de 2010

LAURA FAVA: UN CUENTO

  Catalogar la escritura de Laura Fava no es sencillo. En principio se la puede clasificar de realista. Pero  el término resulta esquivo, limitado. Si se la inscribe en el realismo me atrevo a decir que se trata de un hiperrealismo, lo que la ubica en un lugar distinto al de los cánones vigentes y los criterios establecidos. Digamos que su escritura está un paso más allá del realismo. Por un lado nos encontramos frente a la impecable estructura del cuento clásico, irreprochable, con un dominio en el manejo del tempo, la intriga y la tensión, también de la economía, sin embargo por otro lado, el tratamiento produce un efecto de volumen del que no emana ninguna clase de estridencia sino que  tiende a la implosión. Sus relatos son ante todo el escenario de la dimensión del personaje, al punto tal que elude cualquier escenario, prácticamente no se encuentran descripciones del entorno del personaje, se lo ubica en un lugar, pero ese entorno difícilmente tiene atributos o aparece detallado, apenas enunciado. El personaje sobredimensionado en su especial calidad humana, en su  perfil trascendente pero expuesto desde su condición más básica, aprieta el acontecimiento y lo liga a él de un modo visceral. La peripecia está sujeta, cercenada, acotada por un  interior humano abarcador, la percepción del personaje que cubre la dimensión del relato, pero el afuera tensa la situación y quiebra ese poder. El desarrollo de la escritura  lo lleva hasta el final con maestría y hasta podría decirse con delicadeza. El contraste está dado por la dureza de la situación y  lo endeble de lo humano del personaje,  Fava juega todo el tiempo con   ese doblez. Sus textos tienen una profundidad conmovedora. En los últimos años conocer su obra ha sido para mí un descubrimiento, un motivo de satisfacción y goce, precisamente por esa capacidad de tomar una tradición y transgredirla a la vez.


                      HASTA QUE NOS MANDEN LLAMAR

         Pedro era una máquina.  No había parado de vomitar en toda la noche.  Dale que dale. Y nada, porque no tenía nada en el estómago, o sí tenía algo pero era vino de ese, del más barato, del que vendían cerca de la nueve, en la parada del colectivo que va a Campana.  Y bueno… cuatro días tomando y tomando…Cuando se dio cuenta de que la Estela lo había dejado, se metió en el boliche y no la acabó hasta que me avisaron y fui a buscarlo.
         - Che, tu cuñado se está matando en lo de don Tino – me dijo el del carrito, el negro ése que sé que lo conoce porque juegan juntos a las cartas, y yo, que venía de juntar duraznos en la quinta de Anselmo y no podía más con los brazos y la espalda, lo miré con cara de “¿Y? ¿A mí qué me contás?”  Él se encogió de hombros y dijo:
         -  Es tu cuñado ¿no?  Se está matando… - hizo un ruidito con la boca y el caballo empezó a tirar hasta que sacó las ruedas del barro.  Tuvo que hacer mucha fuerza de puro flaco que estaba el pobre.  Me dio bronca de que el negro ese no me dijera: “Subite que te llevo.”, ni siquiera eso, así que le grité:
         -  ¡Dale de comer a ese animal, desgraciado! - pero él no se dio vuelta.  El carro iba haciendo zigzag y él tan tranquilo ahí arriba.
        
Me metí en la casilla a tomar unos mates, pensando en que mi hermana era una degenerada o algo peor.  Dejar al Pedro así, plantado con dos criaturas, y rajar con el primer mocoso que la había calentado.  Le pegaba, bueno, ¿y qué?  Manuel me había roto el alma un par de veces, pero cuando me quiso golpear la tercera, yo había agarrado el cuchillo de carnear y le grité:
         ¡Atrevete, porquería! –  Y nunca más.  Me insultó, dio media vuelta, se fue y nunca más me levantó ni un dedo.  Yo le decía a la Estela que hay que hacerse respetar y no porque viniera a mi casa con los ojos en compota, iba a cambiar la cosa.  “Si no sos capaz de ponerlo en su lugar, aguantátelo.  Tiene sus cosas, pero no toma, es trabajador, manda a los chicos al colegio…¿Qué más vas a pedirle al hombre? “   Pero mi hermana…A ella nunca le importó lo que le dijera nadie y menos yo.  Al final, hasta Manuel tuvo que intervenir y casi se van a las manos con el Pedro.  “Que esta es mi casa, que esta es mi mujer y a vos qué te importa lo que yo hago acá, que acá mando yo, qué joder.”  Decía Pedro y empujaba a mi marido contra el cerquito y Manuel, que también estaba furioso, le decía que la acabara.  “Acabala, carajo, cómo le pegás así a tu mujer, mirále la cara, animal, pendejo.”  Y la Estela lloraba – esa siempre arregló todo con lágrimas – hasta que no tuve más remedio que meterme yo.
         -¡Agarrá al tuyo, tarada ¿qué no ves que se van a matar? – le grité y me colgué del cogote del Manuel y lo arrastré y lo empujé y Estela quiso hacer lo mismo pero Pedro le sacudió un cachetazo y ella se cayó y se golpeó la cabeza contra un poste.  Eso pareció tranquilizarlo y dejó de gritar y amenazar y yo pude llevarme a Manuel que puteó todo el camino de vuelta.
         No volvieron a hablarse hasta que el mío consiguió ese trabajo en el Chaco hace seis meses.  Ahí fue a ver a Pedro para despedirse y se abrazaron largo y Manuel le dijo:
         -Te mando a buscar prontito y se vienen con la gorda.  Nos volvemos todos ¿eh?
         Pero la Estela se fue antes de que Manuel nos mandara la plata para irnos con él.  También… somos un montón: los cuatro chicos más nosotros, los grandes.
         Y bueno ¿qué iba a hacer? ¿Dejar que el pobre hombre se muriera de borracho?   Le avisé al Romancito que me iba a buscar al tío y me caminé las veinte cuadras hasta al boliche.  Había que ver cómo me miraban los tipos en cuanto entré; pero yo, una señora.  Me fui derechito hasta el Pedro que, más que sentado en una silla, estaba tirado encima de una mesita chueca.
         -Vamos,che – le dije.
         Pero él, como si fuera sordo.
         -¡Movete hermano, que te vino a buscar la gorda! – le gritó otro mamado desde el fondo y todos se rieron.  Yo lo miré fijo, fijo, y el tipo se hizo el sonso.  Agarré a Pedro del brazo  y él hizo como que se paraba, pero se fue para adelante y no paró hasta el suelo y ahí se quedó, como muerto.
         Entonces me enojé y yo, cuando me enojo, soy cosa seria.  Les grité de todo a esos tipos, desde maricones para arriba, de todo y me acordé muy bien de sus madres y de todos sus parientes.  Así que entre unos cuantos, lo pusieron de pie y dos me dijeron:
         -Nosotros se lo llevamos, doña – y nos vinimos para acá, ellos sudando y arrastrando al Pedro  que no caminaba y yo, adelante.  Cada tanto me daba vuelta y los veía, a los tumbos entre los terrones, el pobre Pedro sin mover los pies, colgando de los hombros de los otros como un Cristo.
         Y si esa noche no largó las tripas fue porque las tenía pegadas a los huesos.  Los chicos se fueron a dormir afuera y yo me la pasé teniéndole la mano.  Lo cuidé y al otro día, hasta le di de comer en la boca.  Él no decía nada; durante esos días no dijo nada, ni una palabra, pero me miraba todo el tiempo de una manera que me daba miedo.  Hasta que en una siesta en la que los chicos se habían ido a pescar para el lado del río, me apretó contra la pared de la cocinita y yo no quise decirle que no.  Pero todo así, sin hablar, sin pedir permiso, a lo bruto.  Y yo pensé después que mi hermana era una tarada en serio.  Al día siguiente se levantó temprano y me dijo:
         - Voy a ver si consigo una changa – y volvió a la noche con unos pesos que dejó arriba de la mesa.
          Y así estamos.  Trabaja, no toma y ni un gesto de levantarme la mano, tal como yo le había dicho a la Estela.  Pero una noche, cuando nos habíamos acostado, le dije:
         -  Mirá Pedro que esto se acaba en cuanto el Manuel nos mande a buscar ¿eh? -  Él, como siempre, no contestó.  Se dio vuelta y se quedó dormido.

                                   

                                                                          Laura Fava
                                    
                                                             Del libro “Algunas víctimas”  Ed. Ada Korn




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Laura Fava  nació en 1942 en la Ciudad. de Bs. As.  Estudió Historia y Letras en la UBA  y coordinó varios talleres literarios, a nivel particular e institucional.
"Algunas víctimas" fue su primer libro de cuentos editado por Ada Korn y por él recibió en 1987 el Primer premio a la Producción Nacional, otorgado por la sec. de Cultura de la Nación; el segundo Premio Especial Ricardo Rojas otorgado por el Gob. de la Ciudad. de Bs. As. en el género novela y cuento, correspondiente al bienio 1993/95, amen de los numerosos premios que sus relatos han logrado colectiva e individualmente y la publicación de los mismos en diversas antologías tanto en nuestro país como en el extranjero.
Su segundo libros de cuentos, - "Partirse en dos ", Ed. Deldragón - obtuvo el Primer Premio en el certámen literario Premio Especial Eduardo Mallea, género novela y cuento, correspondiente a la producción del bienio 1999/2001, conferido por el Gob. de la Cdad. de Bs. As.
Fue también miembro fundador de la revista literaria "Maniático Textual" y colaboró en la misma desde su aparición en el año 1989 hasta el año 1991.
En la actualidad coordina un taller de lectura e interpretación de cuentos mientras prepara un nuevo libro de relatos.


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------------------------------------------------------------Por favor, en caso de reproducir citar la fuente.
                      
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viernes, 1 de octubre de 2010

MUJERES CON PELOTAS: ANTOLOGÍA DE CUENTOS SOBRE EL FÚTBOL ESCRITA POR MUJERES

     La antología “Mujeres con pelotas” editada en Buenos Aires  en 2010 por  Edicionesdel dragón, impulsada  y coordinada por Mabel Pagano y prologada por María Rosa Lojo,  está integrada por cuentos de veintiséis autoras argentinas: Beatriz Actis; Liliana Allami; Agustina. M. Bazterrica; Elena Cabrejas; Clara Carrera; María Isabel Clucellas; Mirta Corpa Vargas; Alina Diaconú; Jimena Elizondo; María José Eyras; Laura Fava; Elsa Fraga Vidal; Graciela Gliemmo ; Silvia Miguens; Ana Gloria Moya; Beatriz Mosquera; Laura Nicastro; Fernanda Nicolini; Mabel Pagano; Silvia Plager; María Celia Quiroga; Susana Román; Adela Sorrentino; Patricia Suárez; Susana Szwarc; Irma Verolín.
  En el prólogo  de este libro María Rosa Lojo reflexiona: “El fútbol, deporte argentino por antonomasia, emblema, también, de la condición viril, ha sido por mucho tiempo territorio vedado para las mujeres. Solamente los varones jugaban al fútbol y/o se mostraban en condiciones de comprender su coreografía virtuosa.


Sólo ellos tenían la pelota del campo de juego y las otras, que el lenguaje suele transformar en metáfora de valiosas cualidades: iniciativa, creatividad, fuerza y coraje..
       Hoy, aunque la devoción masiva se sigue concentrando en el fútbol clasico, jugado por varones, ya existe fútbol femenino y por cierto, periodistas deportivas cuya sagacidad y conocimiento del tema no quedan invalidados por el su condición de género.
   También las escritoras toman ahora la posta. No necesariamente para transformarse en “hinchas” o en expertas, sino para dar cuenta de la experiencia futbolera contada desde el otro lado: el de la madre, mujer, hija o hermana del “hincha” o el jugador. Y a veces, también, para asumir la perspectiva de los hombres.
   En cualquier caso, este libro es un aporte original, diferente y sin duda necesario, a la “pasión de multitudes” que ha sido contada, casi siempre, sólo por quienes desde niños conocen y practican el juego sagrado…
La palabra femenina no le quita su poderoso atractivo. Y las “mujeres con pelotas” de este volumen saben hacer valer aquellas que diestramente ponen sobre el campo, también en sus connotaciones metafóricas.”


   La ensayista y narradora  Graciela Gliemmo, en un reciente programa - "Leer es un placer", conducido por Carlos Clérici  y Natu Poblet-  transmitido por radio de la  Ciudad de Buenos Aires viernes de 20 a 21 hs.,   en el que se leyó el cuento titulado “Je t´aime, Zizou” con el que ella participa en la antología Mujeres con pelotas, dijo que “una antología tiene una impronta muy interesante que es la de marcar un recorrido de lectura y el ejercicio de elección del antólogo, o sea que hay un lector detrás de una selección”  Afirmó también que en el libro “Mujeres con pelotas” pueden rastrearse distintas poéticas: “Hay cuentos con un corte más histórico, cuentos donde aparece lo ideológico, cuentos de toque erótico, cuentos donde el fútbol aparece como competencia entonces está asociado al amor o al matrimonio, cada una de la autoras se ha inspirado en el fútbol y ha  producido un texto desde su  poética de escritura”. El entrevistador le comenta a Gliemmo el haber encontrado en Internet la gran cantidad de páginas sobre fútbol y deporte que se ocuparon del libro, Por lo visto el libro  entró en un universo no literario. Con un tono divertido, Graciela Gliemmo le dice que efectivamente hasta el momento las invitaciones para entrevistar a las escritoras fueron a programas especializados en fútbol. “Yo creo- afirma la autora- que este tipo de temas arrastra y se impone más que la cuestión literaria,  como  ocurrió con la Venus de papel,  nos pasaron cosas muy divertidas con Mempo Giardinelli,  tratándose como se trataba  de una antología de cuentos eróticos nos hacían toda clase de preguntas.”

 Ahora bien,  a mí no me resulta sencillo opinar sobre un libro en  el que soy partícipe, sin embargo me atrevo a realizar un somero acercamiento:
    La antología se inicia con un poema de neto corte popular, inscripto en la tradición  oral, que la interpretación realizada por  la actriz Edda Díaz, durante la presentación del volumen, enfatizó.  En los cuentos que son en total veinticinco, pueden rastrearse varias líneas de escritura, universos literarios diversos que nos conectan con distintas tradiciones literarias. Está presente una corriente realista que desnuda los hechos y los realza en un primer plano.  Y  sin duda  se pueden distinguir distintas clases de realismo, desde un realismo de corte más testimonial a uno descarnado, intenso. No falta tampoco alguno que otro relato que avanza hacia la lírica.  Hay escrituras  que nos entroncan con la tradición de Felisberto Hernández, con toques de lo absurdo en las que no es la situación cuentística en sí misma o el entramado de la historia lo que se intenta destacar sino una mirada sobre el mundo cargada de incertidumbre y vacilación.   No está ausente el tratamiento de la historia a partir de un humor melancólico o irónico. Pueden encontrarse también relatos de tiempos históricos no demasiado lejanos en los que el evento deportivo se cruza con la perspectiva social o familiar.  No son pocos los cuentos donde la peripecia se sitúa fuera de la Argentina, en países extranjeros. El lector  puede adentrarse en el mundo que rodea  las canchas de fútbol,  el de las tribunas,  en los detalles de la indumentaria de los jugadores, en el de los comentaristas deportivos, en las efusiones acaloradas y los rechazos  hacia este deporte en el ámbito familiar de  las distintas clases sociales.  Obviamente el fútbol actuó como un disparador y los diversos registros de escritura se sumergieron en su  propio universo, desde el centro, a los costados y merodearon por todos los espacios donde sus efectos llegaron. Sin embargo algo en común hay en la mayoría de estos relatos y es que suele focalizarse con frecuencia la relación hombre mujer atravesada por el fenómeno futbolístico.  De algún modo la combinación de “mujer” por un lado y “fútbol” por otro opera como aquella propuesta de Gianni Rodari en su “Gramática de la fantasía” creando lo que él ha llamado "un binomio fantástico",  en este caso un binomio atenuado y lejanamente fantástico, desde ya. Si bien  el combinar ambos elementos no implica  necesariamente extrapolar dos cosas de mundos distantes, algo exótico o desacostumbrado existe en esta combinación que convoca  de manera inevitable la mirada, la presencia y el peso de personajes masculinos fuera del ámbito de la cancha. Lo interesante en este libro es que ha sido vertido desde la óptica de un encuadre femenino. El fútbol en sí mismo no es el ir y venir de un drama ni la cancha el único escenario, todo lo que rodea el fenómeno en sí produce olas y olas como una piedra echada en un estanque. De modo que más allá de las distintas corrientes narrativas, de los distintos enfoques y miradas, un  rasgo común tensa la trama y articula la historia: el encuentro-desencuentro entre hombres y mujeres en su condición de género. La pasión desatada por este deporte se entrelaza y activa la otra  ineludible pasión: la de vivir.-----------------------------------------------------------------

                                                                                      Irma Verolín



                    Las autoras durante el acto de presentación del libro en Argentores, invierno 2010, ciudad de Buenos Aires

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