Espiral de Saraswati

sábado, 12 de julio de 2014

HERNÁN RONSINO: "LUMBRE"



     
                                             LENGUAJE Y PERCEPCIÓN


"Lumbre" Hernán Ronsino. Eterna Cadencia editora. Buenos Aires 2013    


                                 
 Ir adentrándose  en la espesura de “Lumbre” supone, acaso exige una voluntad de indagación que se vuelve fascinante en virtud de un lenguaje  que deslumbra y un modo de narrar que disgrega y dispersa la línea argumental en un sistema de superposiciones  y cajas chinas. Las historias referidas son traídas hacia esa espesura del lenguaje con un ritmo ágil, van emergiendo y se diluyen para volver a emerger e ir componiendo, al modo de un mosaico, la gran historia. A la agilidad en la manera de relatar se le contrapone una pulsación morosa, un ir y venir  que envuelve las escenas y las va contorneando y completando. Puede entreverse la reescritura de un Saer, de un Onetti y hasta un Piglia pero el resultado final no impone filiación con ninguno de ellos particularmente. La historia está compuesta de muchas historias, algunas presupuestas, otras elididas, otras sugeridas, otras contadas al sesgo en la voz de un narrador que  parece ensimismado, tragado por su propia percepción, imbuido en la conciencia de sí mismo y que a la vez no pierde detalle del alrededor. Muy hacia adentro y muy hacia fuera a la vez. Frente a las precisiones dadas por sentado en un mundo cerrado de este pueblo ciudad en el que todos saben todo y se mueven con confianza en un  espacio reconocido y de  fisonomía constante, delimitado con claridad, lo que cambia es la ubicación del narrador. Se trata de un narrador minucioso en el que prevalece un gesto que intenta profundizar en lo ya percibido. Hay un volver a mirar lo ya mirado y ese mecanismo del narrador el que invita a la relectura,  da la impresión de que necesita objetivar lo percibido y así surge la metáfora. La metáfora entonces patentiza ese afán totalizador que pugna con  persistencia en enfocar el detalle. Si bien hay un trabajo sobre lo episódico, en el detalle y la percepción fragmentaria que hace fulgurar los hechos, se detecta una voluntad de captación de  la globalidad. La tensión entre el segmento o  lo fragmentario y esa búsqueda abarcativa impone en su juego de polaridades la marca de un estilo, el sello de una voz literaria única. Por otra parte en esta inocultable confrontación con el cine y sus recursos (marcas, citas, guiños, nombres de cineastas y títulos  de películas reales y apócrifos) es frecuente el equivalente a un traveling de trescientos sesenta grados en el recorrido de la mirada detallada por  esa voz que oscila en detenerse en el detalle o darle un zarpazo al conjunto. Esta historia narrada sin cordón umbilical, con este narrador absolutamente permeable y omnívoro que todo lo atrapa a través de imágenes visuales, sonoras, olfativas y táctiles, el mundo cerrado parece necesitar de un afuera contundente, que tiene la marca de la belleza y del arte y que gira en torno a una figura femenina: Hèléne quien no casualmente es fotógrafa. La fotografía en tanto imagen detenida puede funcionar como metáfora de un modo de percepción, ya que definitivamente la imagen ha sido por fin atrapada. Ese afuera y el personaje de Hèléne  son funcionales al relato  en tanto y en cuanto remarcan la existencia de lo  hermético de este mundo, ciudad pueblo: Chivilcoy, una suerte de emblema de lo nacional donde la realidad se encapsula con sus código compartidos, sus señales comunes, sus historias conocidas. Hèléne es la mujer distante que personifica no sólo el afuera sino  también el sexo y el arte. En esta confrontación continua del narrador con el cine y la fotografía, Hèléne sintetiza las dos variantes. Hèléne también como otros espacios y momentos parece necesitar de la actitud fundamental de este narrador: la de descubrir, la desenterrar lo oculto.
  A la confrontación con el cine y la fotografía, se le agrega la compulsa con el lenguaje.
Lo que parece no alcanzar es la mirada, el modo de percepción, no el lenguaje.   Si hay algo que se pone en tela de juicio en este juego legendario de relaciones no es  la vinculación entre lenguaje y referente, no es el lenguaje el que carece de eficacia sino el instrumento de percepción de ese narrador que de manera implícita no deja de "acariciar los detalles". El concepto de realidad es absoluto y la palabra alcanza, con nombrar basta, sin embargo la continua persecución de la imagen, ese volver y volver sobre lo ya visto indica una necesidad de agotar la experiencia.
El trabajo sobre el lenguaje se presenta como insuperable, al punto de enturbiar deliberadamente la trama,  el énfasis está puesto allí, si la espesura del lenguaje enturbia la trama porque el lenguaje es el protagonista, la historia se deja atravesar por ese lenguaje. Podría decirse que los sucesos se difuminan detrás de la contundencia del lenguaje. Volver a mirar, volver a leer, hacer de la vida y de la lectura un acto único, irrepetible a través del acto inagotable de la repetición.



Hernán Ronsino es una de las voces más originales de la Argentina actual, nació en Chivilcoy (provincia de Buenos Aires) en 1975. Desde 1994 reside en Capital Federal. Es sociólogo y docente de la Universidad de Buenos Aires y de Flacso. Ha publicado un libro de relatos. Y las novelas La descomposición, Glaxo y Lumbre, las tres editadas en Eterna Cadencia. Ha sido traducido al francés,italiano y alemán.

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