Espiral de Saraswati

lunes, 13 de octubre de 2014

INÉS LEGARRETA: UNA VOZ QUE TRANSITA LA INCERTIDUMBRE

                         

              
Los textos que componen este libro -"La imprecisa voz que me sueña" (Nuevohacer - Grupo Editorial Latinoamericano) Buenos Aires  2014- son parcelas de sueños, retazos que acaso fueron rescatados mediante un acto de voluntad, la voluntad de  quien logró darles forma y hacerlos fulgurar mediante una palabra poética, podría pensarse incluso que la factura del libro propone  un cuestionamiento al sentido y orden de las convenciones del relato. La vaguedad notoria del tono ya fue establecida en el título  bajo el apelativo de “imprecisa”, que alude de algún  forma a  alguien que habla con la voz de otro, de otra, esa voz que viene de  un espacio contiguo, que se filtra,  una voz fugada que tiene la palabra.  Este conjunto de fragmentos que suelen eludir cualquier modo convencional de cierre en su sentido más previsible, queda abierto hacia una suerte de inmensidad y sin embargo hay resolución desde el punto de vista estilístico, son textos en el estricto sentido de la palabra y podrían catalogarse dentro de lo que hoy es la llamada prosa lírica, ya que se ubican en un sitio intermedio que se extiende entre la narrativa y la poesía.  La opción por la vaguedad  genera un efecto que aunque roce lo imprevisto  deja al texto expuesto a  una connotación no conclusiva y convierte a cada uno de los cortos relatos en una suerte de zona  de amplios márgenes en  constante transformación. La casa  en sus múltiples variantes parece ser  el material preferido de estos sueños. Desde una simbología  tradicional la casa  ha sido entendida como la representación de la conciencia humana, sitio donde las formas aluden a procesos, intenciones, tendencias y decisiones últimas, en este sentido los textos tienen el carácter de lo transparente, espacios donde se cuela lo que multiplica significaciones, lugares de encuentro y de pérdida.
Cada relato  da la sensación de ir hacia una especie de vacío que deja abierta la puerta a un nuevo suceder,  flotan acaso en un vacío que los conecta entre sí de manera insospechada. El  acontecimiento  se presenta generalmente inesperado e inatrapable y es justamente esa condición de escurridizo lo que lo vuelve más precioso. La percepción predominante es la de la vista, una percepción cargada de emotividad sobre  el espacio íntimo de la casa, el paisaje y el mundo de alrededor. Casa, espacios, paisajes, son el marco privilegiado de figuras enigmáticas, seres sin nombre, pasajeros que representan algo más que su condición de género, filiación o vínculo parental, tienen  cualidades incorpóreas, y perfiles mágicos, deslumbrantes, con un toque fantástico. Y la configuración del espacio suele acompañarlos en estas características distintivas,  sitio mutable que  obedece a la ilogicidad de los sueños, sus límites difusos se corresponden con la estructura de los relatos o, mejor aún, la estructura formal se corresponde con ellos, es difícil establecerlo porque la palabra parece anteceder al fenómeno del sueño o confundirse con él, ese territorio de lo irracional en el que estalla el instinto no tiene forma sin la voz que se la otorgue, considerando desde ya que el sueño existe en tanto  y en cuanto se convierte en relato posible. Por debajo y por arriba, después de leer el primer relato la inasibilidad nos deja expuestos a un estado de riesgo, de vacilación y de encantamiento. Lo verdaderamente arriesgado  es que estos relatos son sostenidos fundamentalmente por la seducción del lenguaje. Entre la fugacidad y la inquietud prevalece la tersura del texto.
Si pretendiéramos establecer alguna clase de filiación literaria resultan ineludibles “Cuadernos de Infancia” de Norah Lange y ciertos giros, cierto modo de mirar propio de la escritura de Silvina Ocampo, especialmente por el aire de extrañeza que campea en los textos. Aunque también por momentos sobrevuela lo díscolo de un Felisberto Hernández.
No  ha sido inocente la inclusión de la palabra “voz” en la primera nomenclatura que intenta desde el título catalogar estos relatos, voz en tanto discurrir de un contenido vago, que se disuelve, que fluye con cierto  rasgo de oralidad y aunque el rigor formal es muy visible, su proximidad con ese “contar” desarticuladamente -eso que tiene el don de lo precioso quizá por lo inclasificable, raro, intangible- es innegable. Pero quién narra, de quién es esa voz. Narrador es el que sabe, por eso habla, sin embargo aquí no se termina de decir lo que  se roza tangencialmente, lo que es esquivado ex profeso, lo eludido precisamente es un saber acabado, nítido. Y es justamente el haber evitado la certeza lo que le confiere al texto su valor. El recorrido del discurso es metonímico, toca un borde y lo abandona de inmediato para ir en busca de   otras orillas que también pronto se dejarán atrás. De esta forma el texto en su conjunto funciona como una suma de epifanías, sobresaltos de lucidez, atrapadas fugaces de sentido. Y  de principio a fin se desliza una mirada pictórica.
 Relatos prácticamente sin personajes –las representaciones humanas son más bien figuras-, las acciones están desnudas y los espacios limpios de aditamentos, a veces un objeto lo es todo, pero la arquitectura de cada uno de ellos se sostiene en el vacío. Este despojamiento da la impresión de hacer  que el lenguaje se convierta en  el único protagonista.
Hay en “La imprecisa voz que me sueña”  un deslizamiento entre lo real y lo simulado, ente la lógica y la irracionalidad, entre lo amenazante y lo reparador, nada de lo que acontece tiene en verdad serias consecuencias, quizá por eso los deslizamientos continuos hacen que las palabras ocupen el sitio principal. Entre sueño y poesía, entre sueño y prosa lírica no hay tabiques, sólo palabras que fulguran: Literatura en grado exponencial.

                              



XV
Soñé y después olvidé; soñé y olvidé, soñé y después olvidaba: ése era el sueño.

XXIV
No debo mirar para abajo, sólo hacia arriba, llegaba hasta el cielo, tan alto subía, tan alto pero entonces caí, me hundí en el agua  clara de la pileta hasta el fondo y desde el fondo miraba las guardas y dibujos de las flores en los bordes de piedra; mi pelo se expandía con los movimientos del braceo y mientras buscaba en la superficie un agujero por donde salirme golpeaba contra el vidrio, contra la transparencia férrea del agua, contra las ondas heladas y el burbujeo de la asfixia; yo, sumergida, la cara de la desesperación en el espejo, mientras el sol, afuera, daba muchísima luz.

LIII
La casa mostraba su momento de mayor esplendor (como cuando éramos chicos y no sabíamos de todo lo que somos capaces). Olor a pintura fresca y yo, que salía al porche, envuelta en no sé qué sentimiento; encontré tres cajones de un mueble blanco y pensé en ataúdes, adentro, lamparitas listas para el uso, entonces levanté la vista y vi dos ángeles.

XLVI
Hojas doradas en la tierra ( se podía oír el viento); en los árboles, el amarillo llegaba hasta el bronce bermejo y una luz oscura; las acequias con agua dulce que sonó fresca y un pasadizo de álamos hacían levantar la vista por el asombro. Antes había recorrido variadas formas del amor con la curiosidad de las vírgenes y una sonrisa en los ojos.

Inés Legarreta nació y reside en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires. Su libro de cuentos "En el bosque"- (Gel 1990) obtuvo el Premio iniciación otorgado por la secretaría de Cultura de la Nación y Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores. Tres años después ganó la Beca a la Creación del Fondo Nacional de las Artes. En 1997 publicó “Su segundo deseo” (Enecé), libro de cuentos que mereció el tercer premio  de Literatura del Gobierno de la Ciudad de Buenos. Aires y una mención del honor del Premio Ricardo Rojas del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En el 2000 le otorgaron la Medalla de Plata como Mujer Destacada Bonaerense.  En 2004 publicó “La dama habló” (Sigmur) libro de cuentos que mereció en 2008 el Premio Único de la categoría Inéditos (Bienio 2002-2003) del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En 2008 publicó en Nuevohacer (GEL) la nouvelle “El abrazo que se va” y en la misma editorial publicó  en 2010 “Tristeza de verse lejos” y wn 2012 el ibro de cuentos “La turbulencia del aire”- Ha recibido varios premios internacionales, entre ellos Primer Premio de los cuentos de la Granja, Segovia, España en 1989 y 1993. Codirigió desde 2005 hasta 2012 la revista literaria Fledermaus- En 2014 junto a la escritora Irma Verolín tiene a su cargo la coordinación del ciclo “Encuentros de narrativa en APA” (Artistas Premiados Argentinos). Ha sido traducida al inglés, alemán e italiano-


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