Espiral de Saraswati

domingo, 7 de junio de 2015

GLORIA PAMPILLO: SU NOVELA "UNA MALA MUJER"

                 

                    NOVELA PÓSTUMA DE GLORIA PAMPILLO
   "Una mala mujer"- Gloria Pampillo. Ediciones Cienvolando- Buenos Aires 2014
          

La novela “Una mala mujer” de Gloria Pampillo   narra con  fina ironía la historia  de un grupo de personas relacionadas por vínculos parentales y de amistad. Conocemos la historia desde la perspectiva de esta narradora testigo. Hay una frondosidad de personajes que se entrecruzan cuyo perfil es trazado con rapidez. La propuesta parece ir hacia un realismo sucio o narración pura, escapa de cualquier posible detenimiento,  elude adrede la morosidad del relato,  se trata de apresar lo sustancial. Es preciso contar la historia rápidamente y abarcarlo todo de un tirón, quitarle cualquier hojarasca para quedarse con la pulpa. La narradora se caracteriza por enfocar sólo aquello que le permite llegar a una verdad oculta, es una indagadora, una buceadora y hace un pase rasante por sobre situaciones y personajes, sólo se detiene en tanto y en cuanto haya una pista que la conduzca a la verdad buscada, incluso podría afirmarse que  es una espiona, una curiosa, una coleccionista de secretos. En esta novela todo es concluyente, aún así el lugar de la narradora nos mantiene prácticamente  en un estado de perplejidad por ese no saber que sustenta el relato. No hay tiempo, el tiempo del relato es devorado por una  urgencia que va al compás de la ansiedad de búsqueda. A la vertiginosidad del relato sólo parece oponerse en tensión permanente esa impronta de buscar lo oculto que hay en la vida de personajes que retacean y a veces impiden el acceso  al ansiado conocimiento, así  la narradora se convierte en una desafiadora que va despejando ardides e impedimentos, en  alguien que esquiva  hasta el menor  de los obstáculos en  su persistente indagación. El foco está puesto en los otros, los personajes indagados, casi acosados por su voracidad de conocer la verdad, y sólo se alude a esta narradora testigo en la medida que ciertas acciones de estos personajes la impactaron. Hay algo precioso que debe ser rescatado de su condición de secreto o de ocultamiento  y el relato avanza en virtud de esta  exigencia: la novela se organiza a partir del enigma. Quien narra está en la orilla y debe develar  eso que se le escamotea, debe desentrañar un misterio de la vida ajena como quien rescata un tesoro.  Frente a esta actitud detectivesca, en especial en gestos y palabras,  en el seno familiar y de amigos, en esta suerte de mapa en el que todos parecen estar vinculados,  surgen las trampas que la narradora detecta y que  se presentan como impedimentos que los personajes parecen imponerle a ella, la narradora, de manera personal, para  entorpecerle llegar a su meta.  La sensación que se tiene es la del merodeo constante en torno a un núcleo de información a la que la narradora no puede acceder, este juego de tensión hace avanzar la novela en su profusa composición de historias que se entrelazan produciendo una maraña de acontecimientos que encierran hechos significantes. Así que  los lectores nos convertimos en cómplices de  un entramado de relaciones  -entre mujeres especialmente- y perseguimos  junto a la narradora el desocultamiento de lo que se resiste a ser descubierto. El misterio tarda en  ser descifrado y constantemente es  acechado con un movimiento metonímico que produce una especie de vértigo. A partir de ese acecho  se ha ido tejiendo la novela. La tensión está planteada entre dos ejes:  la revelación de lo oculto y la maldad o maledicencia notorias de algunos personajes. Este vertiginoso vuelo rasante sobre las vidas de estos seres observados con recelo, sólo se detiene en dos escenas significativas: la  muerte de Eva Perón y las páginas finales donde encuentra la revelación. También podría pensarse en la muerte como revelación.
   Novela que pone en escena el  cotorreo  femenino donde  la muerte  de una  madre fue ocultada  y desde allí develar la verdad asomándose a las vidas ajenas se  transforma en lo primordial del relato. Hay una muerte ocurrida antes, la de la madre, que se corresponde con otra  muerte que atraviesa toda la novela,  una muerte anunciada: la de Denise,  la agonía de Denise, un proceso cuyo final  está develado de ante mano, la muerte  de Denise es un suceso  que se adelanta,  nada se encubre allí. 
  Esta es la historia de alguien que mira, que mira la muerte y la vida y hurga detrás de ella con cierta desesperación,  arrebatándole el  tiempo a la  historia, con urgencia, la urgencia de saber, desenmascarar,  mostrar lo que  ha  sido plegado;  desplegar entonces es el proceso que permite el desarrollo de esta historia  contada por  un personaje  que  apenas participa de ella, una voyeur con mucha,  mucha  hambre de  conocimiento sobre  la vida ajena  que, al fin   de cuentas, termina dejando de serlo por un acto de apropiación: el de la palabra, lisa y llanamente.


                               


"La muerte de Evita era esperada. Fue el 26 de julio de 1952, aunque todos mis familiares aseguraron que tanto la fecha como la hora eran un engaño. Papá tenía encendida la radio mientas mamá, como era habitual, para ver cómo marchaba todo, había pasado por la cocina. Mis hermanos habían salido. Ni papá ni yo la sentimos llegar; en cuanto oímos la música solemne que antecedía los noticieros del Gobierno, fijamos los ojos en el combinado, como si pudiéramos ver a través de esa tela marrón con algo de brillo y de dorado muy oscuro que tapaba el parlante al hombre que con voz grave, lenta y solemne, dijo la frase que tanto se iba a repetir después: “A las 20.25 horas ha fallecido la señora Eva Perón, jefa espiritual de la Nación…”
Papá se echó atrás y me sorprendió cómo reaccionó.
-¿Qué va a hacer este hombre ahora?- se preguntó.
Era un tono grave. No se burlaba. Se estaba proyectando en un futuro sin Evita, sin su mística y su fuerte incidencia política. Miré a mi madre que estaba apoyada en e vano de la puerta. Tenía una expresión extraña. Me pareció ue se sentía desconcertada ante sus propios sentimientos.
Entonces, sonó el teléfono. Ella se apresuró a atender y sus primeras palabras fueron monosílabos. Fui detrás de ella. No era curiosidad. Sentí que me necesitaba. Al rato, apoyó el tubo contra su pecho –llevaba un suéter celeste- y lo retuvo allí un rato, para que su interlocutor no oyese nada. Después lo alzó y dijo con voz rápida:
-Está cansado, pido que lo disculpen.
Y casi enseguida cortó. Cuando volvió al living el viejo ya no tenía los ojos clavados e el sitio por donde ella tenía que entrar. Su expresión de enojo se fue aplacando a medida que mi madre se dirigió a su sillón habitual, y apoyado  el codo en el antebrazo del mueble se tapó la cara con una mano.
Desde atrás de esa barrera dijo dos veces:
-Brindaban. Dios mío, brindaban por la muerte de Eva.
Creo que se habían olvidado de que yo estaba allí porque se sobresaltaron cuando pregunté:
-¿Por qué brindaban, mamá?
Me miraron y después se miraron entre ellos. Entonces mi madre, como si sobre ella cayera esa obligación terrible, repitió:
-Por la muerte de Evita. – Quiso aclararlo del todo, seguir lastimándose y agregó-: Están felices porque la odian.- Después se dirigió a papa-: Querían que los acompañásemos.
Quizá él, que había oído toda la conversación podría haberle reprochado a mi madre que ella sólo hubiera usado una excusa en vez de rechazarlos de plano. En cambio, se puso de pie y apoyó con fuerza y cariño las manos sobre los hombros de ella. En el recuerdo, el pelo de mi madre cae sobre sus mejillas y la oculta. Pero eso es imposible, porque el pelo suelto y largo no se usaba entonces. Debe de haber pasado un rato largo, porque ella dijo que la comida ya debía haberse enfriado y nosotros comíamos casi puntualmente a las nueve y media. Papá dijo que él iba a ir a la cocina, como si quisiera protegerla de una obligación penosa, y así fue, porque oímos un rato el murmullo de su voz grave, y no se necesita tantas palabras para pedir que se caliente la comida."
                                               Fragmento- Páginas  52-53-54-55 de “Una mala mujer”

Gloria Pampillo nació en Buenos Aires en 1938 y falleció en 2013. Como narradora incursionó tanto en el género de la novela, que era su predilecto, como en el del relato. Publicó dos libros de cuentos “Estimado Lerner” y “Cuatro viajes y un prostíbulo” y varias novelas: “Las invenciones inglesas ( Sudamericana 1992), “Costanera Sur” (Sudamericana 1995) y “Pegamento” (Sudamericana 2004). En 2008 obtuvo el segundo premio de novela otorgado por la Biblioteca Nacional por “La deuda” que finalmente fue publicado en 2010 con el título de “El héroe que vino a buscarme”. Escribió también relatos infantiles, libros sobre didáctica de la escritura y teoría de la narración, así como trabajos críticos sobre autores como Rodolfo Walsh, Beatriz Guido y Silvina Ocampo. Se destacó como profesora consulta e investigadora de la Universidad de Buenos Aires y fue una autora comprometida profundamente con todo lo relativo a la producción escritural, tanto en el campo de la ficción como en el de la comunicación. En el ámbito docente se la reconoce por haber difundido la teoría y la práctica de los talleres literarios. Fue una de la Asociación Sudestada de Escritoras de Buenos Aires que organizó en  2000 El Encuentro Nacional de Escritoras y es recordada su defensa de la inclusión de mujeres en los cánones de lectura.

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