Espiral de Saraswati

sábado, 20 de diciembre de 2014

CICLO DE NARRATIVA EN ARTISTAS PREMIADOS ARGENTINOS


No es sencillo compartir una experiencia de trabajo en la que se combinaron muchos aspectos. Lo cierto es que cuando Inés Legarreta y yo decidimos proponerle a la comisión directiva de Artistas Premiados Argentinos comenzar un ciclo de narrativa que coordinaríamos conjuntamente, no pensamos en todo el trabajo que eso significaba. Y como buenas principiantes en una tarea nueva comenzamos con tanto entusiasmo que armamos un cronograma a principios de año y nos aseguramos de que los escritores invitados quedaran comprometidos.  Preferimos eludir la lectura de textos y entrevistar a los escritores y escritoras. Siendo dos nosotras las coordinadoras elegimos invitar a dos narradores por mes. Pues bien, como además somos curiosa,   Cada mes Inés Legarreta y yo leímos gran parte de la obra de los dos escritores aunque nos dividimos el reportaje y así cada una se hizo cargo de analizar en mayor profundidad a uno de los autores/as invitados. El primer encuentro fue a una sola escritora: María Granata,  pero luego se sucedieron entrevistas a dos escritores, aunque por razones ajenas a nuestra voluntad y a la de los invitados, a veces la entrevista se redujo a uno de un modo inesperado. Lo cierto es que abordar con espíritu crítico una obra es una tarea que consumió gran parte de nuestra atención, fuimos trabajando conjuntamente esas obras, cotejando lecturas, profundizando, contrastando puntos de vista, lo que por supuesto resultó sumamente enriquecedor. Lectura y escritura son dos caras de una misma moneda, eso ya lo sabemos, pero en este caso la experiencia mostró nuevos perfiles para nosotras. Eso sí, fue una actividad sumamente absorbente. El desafío estaba planteado y logramos los objetivos planteados. La última reunión sí fue una ronda de lectura que también nos aportó miradas variadas sobre las distintas estéticas, diversas entre sí, valiosas. Afortunadamente la asistencia de público nos acompañó y alentó nuestro empeño mes a mes.
   Nuestro propósito inicial fue darle cabida a la narrativa, ya que no existen en Buenos Aires demasiados espacios dedicados a ella. al menos si lo comparamos con lo que ocurre en el ámbito de la poesía y fundamentalmente queríamos trabajar en el espacio de Artistas Premiados Argentinos para contribuir modestamente a fortalecer esta entidad a la que tanto le debemos los asociados. Invitamos a aquellos artistas de todos los rubros que hayan obtenido un Primer Premio Municipal de la ciudad de Buenos Aires a asociarse a la entidad que ha venido luchando denodadamente por nuestros derechos.

Reproduzco aquí nuestro último anuncio de fin de año que Inés Legarreta y yo escribimos  y las fotos que lo acompañan.


Inés Legarreta e Irma Verolín que durante el año 2014 coordinaron los Encuentros de Narrativa en la sede de ARTISTAS PREMIADOS ARGENTINOS quieren compartir con ustedes a través de estas fotografias algo del trabajo realizado en este ciclo que resultó fructífero en varios sentidos:  desde el punto de vista humano, artístico y también desde el fortalecimiento de la entidad que hizo posible estos encuentros: Artistas Premiados Argentinos representada por la Comisión Directiva en su conjunto, a quienes las coordinadoras agradecen el espacio ofrecido, la cordialidad, y el tesonero esfuerzo por promover el sostenimiento y la continuidad de los premios municipales así como la defensa de lo derechos de sus asociados quienes, en tanto trabajadores de la cultura, participan del espíritu de APA. Feliz año para todos y todas.








Invitamos a visitar la página de Artistas Premiados Argentinos  http://www.artistaspremiados.org.ar/


APA -Artistas Premiados Argentinos “Alfonsina Storni”-  es la única institución de nuestro país en la que confluyen  prácticamente todas las disciplinas  de la creación artística, la integran quienes han obtenido el máximo premio otorgado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en literatura, artes plásticas, música y teatro. La institución viene desarrollando una tarea sostenida desde hace muchos años para lograr la continuidad y puesta al día de los premios municipales de la ciudad de Buenos Aires  con el objeto de que sean cada días más los beneficiados, considerando que los artistas de las distintas ramas son trabajadores de la cultura, ese mismo concepto es el que impulsa el reclamo insistente ante las autoridades del gobierno de la ciudad porteña  con el fin de que se reconozcan los derechos de los premiados, entre ellos el de obtener una actualizada remuneración de acuerdo a lo establecido en la legislación vigente, que sigan abriéndose bianualmente las convocatorias a los premios, el justo pago al trabajo de los jurados y otros tantos. Se aspira a que esta tarea  vaya sentando las bases  de una nueva conciencia  en la sociedad hacia  el trabajo creador, fortaleciendo a la vez la integración  de los artistas como participantes de una labor compartida. Asimismo Apa entrega anualmente el premio a la trayectoria a personalidades destacadas en las distintas disciplinas que  la integran. En la sede de la institución se realizan otras actividades culturales: conciertos,  representaciones teatrales, actos literarios y se encuentran expuestas obras pictóricas de algunos de sus asociados en forma permanente.



lunes, 13 de octubre de 2014

INÉS LEGARRETA: UNA VOZ QUE TRANSITA LA INCERTIDUMBRE

                         

              
Los textos que componen este libro -"La imprecisa voz que me sueña" (Nuevohacer - Grupo Editorial Latinoamericano) Buenos Aires  2014- son parcelas de sueños, retazos que acaso fueron rescatados mediante un acto de voluntad, la voluntad de  quien logró darles forma y hacerlos fulgurar mediante una palabra poética, podría pensarse incluso que la factura del libro propone  un cuestionamiento al sentido y orden de las convenciones del relato. La vaguedad notoria del tono ya fue establecida en el título  bajo el apelativo de “imprecisa”, que alude de algún  forma a  alguien que habla con la voz de otro, de otra, esa voz que viene de  un espacio contiguo, que se filtra,  una voz fugada que tiene la palabra.  Este conjunto de fragmentos que suelen eludir cualquier modo convencional de cierre en su sentido más previsible, queda abierto hacia una suerte de inmensidad y sin embargo hay resolución desde el punto de vista estilístico, son textos en el estricto sentido de la palabra y podrían catalogarse dentro de lo que hoy es la llamada prosa lírica, ya que se ubican en un sitio intermedio que se extiende entre la narrativa y la poesía.  La opción por la vaguedad  genera un efecto que aunque roce lo imprevisto  deja al texto expuesto a  una connotación no conclusiva y convierte a cada uno de los cortos relatos en una suerte de zona  de amplios márgenes en  constante transformación. La casa  en sus múltiples variantes parece ser  el material preferido de estos sueños. Desde una simbología  tradicional la casa  ha sido entendida como la representación de la conciencia humana, sitio donde las formas aluden a procesos, intenciones, tendencias y decisiones últimas, en este sentido los textos tienen el carácter de lo transparente, espacios donde se cuela lo que multiplica significaciones, lugares de encuentro y de pérdida.
Cada relato  da la sensación de ir hacia una especie de vacío que deja abierta la puerta a un nuevo suceder,  flotan acaso en un vacío que los conecta entre sí de manera insospechada. El  acontecimiento  se presenta generalmente inesperado e inatrapable y es justamente esa condición de escurridizo lo que lo vuelve más precioso. La percepción predominante es la de la vista, una percepción cargada de emotividad sobre  el espacio íntimo de la casa, el paisaje y el mundo de alrededor. Casa, espacios, paisajes, son el marco privilegiado de figuras enigmáticas, seres sin nombre, pasajeros que representan algo más que su condición de género, filiación o vínculo parental, tienen  cualidades incorpóreas, y perfiles mágicos, deslumbrantes, con un toque fantástico. Y la configuración del espacio suele acompañarlos en estas características distintivas,  sitio mutable que  obedece a la ilogicidad de los sueños, sus límites difusos se corresponden con la estructura de los relatos o, mejor aún, la estructura formal se corresponde con ellos, es difícil establecerlo porque la palabra parece anteceder al fenómeno del sueño o confundirse con él, ese territorio de lo irracional en el que estalla el instinto no tiene forma sin la voz que se la otorgue, considerando desde ya que el sueño existe en tanto  y en cuanto se convierte en relato posible. Por debajo y por arriba, después de leer el primer relato la inasibilidad nos deja expuestos a un estado de riesgo, de vacilación y de encantamiento. Lo verdaderamente arriesgado  es que estos relatos son sostenidos fundamentalmente por la seducción del lenguaje. Entre la fugacidad y la inquietud prevalece la tersura del texto.
Si pretendiéramos establecer alguna clase de filiación literaria resultan ineludibles “Cuadernos de Infancia” de Norah Lange y ciertos giros, cierto modo de mirar propio de la escritura de Silvina Ocampo, especialmente por el aire de extrañeza que campea en los textos. Aunque también por momentos sobrevuela lo díscolo de un Felisberto Hernández.
No  ha sido inocente la inclusión de la palabra “voz” en la primera nomenclatura que intenta desde el título catalogar estos relatos, voz en tanto discurrir de un contenido vago, que se disuelve, que fluye con cierto  rasgo de oralidad y aunque el rigor formal es muy visible, su proximidad con ese “contar” desarticuladamente -eso que tiene el don de lo precioso quizá por lo inclasificable, raro, intangible- es innegable. Pero quién narra, de quién es esa voz. Narrador es el que sabe, por eso habla, sin embargo aquí no se termina de decir lo que  se roza tangencialmente, lo que es esquivado ex profeso, lo eludido precisamente es un saber acabado, nítido. Y es justamente el haber evitado la certeza lo que le confiere al texto su valor. El recorrido del discurso es metonímico, toca un borde y lo abandona de inmediato para ir en busca de   otras orillas que también pronto se dejarán atrás. De esta forma el texto en su conjunto funciona como una suma de epifanías, sobresaltos de lucidez, atrapadas fugaces de sentido. Y  de principio a fin se desliza una mirada pictórica.
 Relatos prácticamente sin personajes –las representaciones humanas son más bien figuras-, las acciones están desnudas y los espacios limpios de aditamentos, a veces un objeto lo es todo, pero la arquitectura de cada uno de ellos se sostiene en el vacío. Este despojamiento da la impresión de hacer  que el lenguaje se convierta en  el único protagonista.
Hay en “La imprecisa voz que me sueña”  un deslizamiento entre lo real y lo simulado, ente la lógica y la irracionalidad, entre lo amenazante y lo reparador, nada de lo que acontece tiene en verdad serias consecuencias, quizá por eso los deslizamientos continuos hacen que las palabras ocupen el sitio principal. Entre sueño y poesía, entre sueño y prosa lírica no hay tabiques, sólo palabras que fulguran: Literatura en grado exponencial.

                              



XV
Soñé y después olvidé; soñé y olvidé, soñé y después olvidaba: ése era el sueño.

XXIV
No debo mirar para abajo, sólo hacia arriba, llegaba hasta el cielo, tan alto subía, tan alto pero entonces caí, me hundí en el agua  clara de la pileta hasta el fondo y desde el fondo miraba las guardas y dibujos de las flores en los bordes de piedra; mi pelo se expandía con los movimientos del braceo y mientras buscaba en la superficie un agujero por donde salirme golpeaba contra el vidrio, contra la transparencia férrea del agua, contra las ondas heladas y el burbujeo de la asfixia; yo, sumergida, la cara de la desesperación en el espejo, mientras el sol, afuera, daba muchísima luz.

LIII
La casa mostraba su momento de mayor esplendor (como cuando éramos chicos y no sabíamos de todo lo que somos capaces). Olor a pintura fresca y yo, que salía al porche, envuelta en no sé qué sentimiento; encontré tres cajones de un mueble blanco y pensé en ataúdes, adentro, lamparitas listas para el uso, entonces levanté la vista y vi dos ángeles.

XLVI
Hojas doradas en la tierra ( se podía oír el viento); en los árboles, el amarillo llegaba hasta el bronce bermejo y una luz oscura; las acequias con agua dulce que sonó fresca y un pasadizo de álamos hacían levantar la vista por el asombro. Antes había recorrido variadas formas del amor con la curiosidad de las vírgenes y una sonrisa en los ojos.

Inés Legarreta nació y reside en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires. Su libro de cuentos "En el bosque"- (Gel 1990) obtuvo el Premio iniciación otorgado por la secretaría de Cultura de la Nación y Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores. Tres años después ganó la Beca a la Creación del Fondo Nacional de las Artes. En 1997 publicó “Su segundo deseo” (Enecé), libro de cuentos que mereció el tercer premio  de Literatura del Gobierno de la Ciudad de Buenos. Aires y una mención del honor del Premio Ricardo Rojas del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En el 2000 le otorgaron la Medalla de Plata como Mujer Destacada Bonaerense.  En 2004 publicó “La dama habló” (Sigmur) libro de cuentos que mereció en 2008 el Premio Único de la categoría Inéditos (Bienio 2002-2003) del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En 2008 publicó en Nuevohacer (GEL) la nouvelle “El abrazo que se va” y en la misma editorial publicó  en 2010 “Tristeza de verse lejos” y wn 2012 el ibro de cuentos “La turbulencia del aire”- Ha recibido varios premios internacionales, entre ellos Primer Premio de los cuentos de la Granja, Segovia, España en 1989 y 1993. Codirigió desde 2005 hasta 2012 la revista literaria Fledermaus- En 2014 junto a la escritora Irma Verolín tiene a su cargo la coordinación del ciclo “Encuentros de narrativa en APA” (Artistas Premiados Argentinos). Ha sido traducida al inglés, alemán e italiano-


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viernes, 26 de septiembre de 2014

IRMA VEROLÍN: UN CUENTO

                                TRES NIÑAS FUERA DE CASA

   Siempre se reunían a charlar a esa hora. Era la mejor hora del día, la más sugestiva, la de la siesta. Nadie andaba por allí, no se oían  retos ni rezongos, sólo respiraciones más hondas, algún quejido inexplicable que se escapaba de las piezas donde, si la gente no dormía, lo disimulaba y hasta creía que estaba  hundida en el sueño a pesar de tener los ojos abiertos.  El mundo se había aplacado soberbiamente como si le hubiesen echado una pesada manta encima. A las niñas les gustaba estar juntas,  aunque no  tuvieran  nada que hacer,  aunque no se les ocurriera un juego para pasar el tiempo. Estar juntas ya era suficiente.
   La galería ancha se extendía al costado de la casa, era un remanso y ahí se quedaban, una al lado de la otra, las tres. A veces intercambiaban figuritas, escribían historias o copiaban versos que usaban palabras difíciles de esas que nadie sacaba a relucir en las conversaciones, al menos en  aquella casa de la galería ancha.
  El verano acababa de comenzar y ellas sabían que por lo menos durante la siesta el orden del mundo quedaba relegado.  Se acurrucaban una junto a la otra, bien pegaditas, bajo la espesa colcha tejida,  cobijadas ante cualquier amenaza.  Las voces de la gente grande que desde la mañana deambulaban por la casa se habían ido vaya a saber dónde y no necesitaban volver a escucharlas. Todo estaba bien así y, allá lejos, del otro lado de las ligustrinas, el  tranquilo pueblo tampoco tenía nada que decir. Las horas se volvían blandas, sigilosas y hasta el menor cuchicheo se transformaba en un espectáculo secreto. En  algunas ocasiones dejaban la galería y se iban al  jardín del fondo con un palito a desenterrar lombrices para verlas moverse: oscuras las lombrices sobre la tierra oscura. Pero los ojos de las niñas podían separar lo uno de lo otro y entretenerse. Por lo general se quedaban por acá o por allá, en el jardín de adelante, en el fondo o en la galería.  Preferían evitar el interior de la casa donde las respiraciones de los que dormían o simulaban hacerlo se iban haciendo cada vez más profundas, igual que un trueno en  mitad de la tormenta que surge con violencia y no se sabe de dónde ha surgido.
     Una siesta el calor se  volvió muy intenso. Parecía que la calle, tan silenciosa e iluminada, las estaba llamando.  Entre risas las tres niñas se fueron  arrimando hasta el portón de entrada y, en un gesto cómplice,  soltaron la tranca y salieron, así, sencillamente, sin dejar una nota, sin despertar a nadie ni dar explicaciones, salieron. ¿Qué problema podía haber? En el pueblo  quien más quien menos se conocía,  desde muy chicas  habían escuchado decir eso continuamente, ellas tan atentas a lo que la gente grande hablaba. Cruzaron calles de tierra, se resguardaron bajo un algarrobo y siguieron avanzando  entre el sopor y ese aire frágil, cálido que les rozaba las mejillas.  Escaso es lo que había  para hacer en  aquel pueblo, especialmente en  ese momento del día. Entonces, desde  lo más lejos del paisaje, se percibió un remolino blancuzco que fue creciendo y acercándose. Luego, poco a poco, entre el tumulto de aire y tierra  que se alzaba, las niñas distinguieron un coche. Era un coche grande, lustroso a pesar de la polvareda. La puerta se abrió produciendo un sonido compacto y metálico. Una voz amable surgió desde  el interior acolchado, una voz que las invitaba a subir. Nadie vio cuando las tres niñas  entraron en el coche. Es más, nadie dice haber  identificado un coche con tales características andando por allí y a esas horas. Pero se habló del coche cuando después, al anochecer,  ninguna persona pudo localizar a las tres niñas. Se habló del coche y también de alguien que creyó reconocerlas a la orilla del río. Otros  dijeron haberlas visto juntando moras  en las afueras del pueblo.  Tampoco faltaron los que aseguraban que estuvieron un largo tiempo bajo aquel algarrobo,  tendidas sobre el pasto,  en silencio. Con el correr de los días se dijo de todo un poco. Hubo quienes creyeron  verlas  acompañadas por un grupo de gitanos en dirección al sur. Alguien susurró que había soñado que  las vio muertas en el  recodo del río y estaban los que no dudaron en acusar al circo que  anda buscando chicas lindas  que bailen en sus funciones. A medida que el tiempo fue transcurriendo se dijeron muchas otras cosas más. Que alguien las vio en un prostíbulo en la Patagonia o en otro, muy cerca  de la frontera con el Brasil. También dicen que las  sorprendieron comiendo helados en el centro comercial más grande de la capital de la provincia.  Fueron unos cuantos los que insistieron en que fueron subidas a un barco que atravesó el océano. Lo cierto es que  en la mayoría de las historias, distintas entre sí, descabelladas a veces, inexplicables otras, las tres niñas  aparecían juntas, siempre muy juntas. El escenario del mundo ya no alcanzaba para  el montón de historias que la gente del pueblo   siguió  contando a través de los años y del misterio. Y, lógicamente, con el paso de los años, el misterio fue creciendo, como  sin duda crecieron los cuerpos de esas niñas que, seguro,  ya no serán niñas y que estarán vaya a saber en qué sitio con expresiones  distintas en sus rostros y el cansancio en sus pies de tanto ir y venir por aquí y por allá en la imaginación de la gente  que, por cierto, es un lugar demasiado grande para vagabundear sin descanso.

                                 

Este cuento integra la colección de relatos de "Una foto de Einstein tocando el violín" editado en Buenos Aires 2012- Contratapa de Roberto Ferro. Primer Premio del Concurso Macedonio Fernández de Narrativa.


lunes, 18 de agosto de 2014

GLORIA LENARDÓN: FRAGMENTO DE NOVELA



                                                   
          
                                                         
                                                 LUCES DEL ANONIMATO


            Probablemente este mundo de la novela “Shopping” de Gloria Lenardón, marcado por lo indiferenciado de un espacio estridente y  en continua aunque tramposa modificación, tenga su antecedente en la primera novela de la autora, que obtuvo el premio Emecé 1987: “La reina mora” que comienza con un entierro narrado por un yo plural y culmina en un club social, marcando  así una preferencia por ubicar los personajes en situaciones comunitarias. Por otra parte su segunda novela “A corta distancia” transcurre mayormente en un afuera, la calle, que también tiene el sello de lo común. “Shopping” es  ante todo mundo cerrado, móvil, inquietante por el que se desplaza la narradora, apenas perpleja algunas veces y casi siempre reconociendo sus leyes estables, inmodificables. Un mundo dentro del mundo, una voz que se deja cautivar por el espectáculo para formar parte de él. Aquí en el shopping los acontecimientos son presenciados por mucha gente y  lo que lo caracteriza es la fugacidad, en cierto sentido puede inscribirse en la serie de novelas de aeropuerto, espacio equivalente por ser un lugar de paso. Nada permanece, el transcurrir es la pauta determinante. La narradora, testigo y participante, combina este mundo con el de su oficina donde trabaja  y su departamento en el que  una gata, Lu, ocupa un sitio preferencial. La mirada tiene algo de la que se registra desde un panóptico, el gran ojo que mira, pero  aquí hay movimiento,  la voz  narradora se desplaza, es rozada por lo que ocurre aunque de un modo casi onírico podría decirse, como si este vivir se asimilara a un ver. Ver y vivir entonces se convierten en una tramposa equivalencia.
     Los personajes  carecen de nombre. Son identificados o señalados por algún elemento que los distingue: “la de las rastras” “el de los galones”, “el tallador”,  “los repositores” esto patentiza su anonimato en un mundo despersonalizado, pero a la vez su pertenencia a un tramo de ese pequeño mundo que es el shopping, un lugar abarrotado, repleto  de cosas y seres sin rostro en constante tránsito, donde nadie tiene nombre y apenas se diferencian unos de otros por alguna seña o un elemento de su vestimenta. Paráfrasis de la falta de identidad en un mundo globalizado, narrado con tono ligero ubica al texto en un lugar de modernidad.  Las características de este peculiar espacio se combinan con la agilidad en la manera de narrar, el repentismo, la frescura, discurso secuencial compuesto por segmentos relativamente breves que opera como un correlato del modo en que actualmente percibimos el mundo influidos   por la estética de los medios de comunicación de masas. Aunque en cierto momento el posicionamiento de un ángel decorativo y el nacimiento apresurado de un bebé en el ascensor van pulsando el ritmo del relato, la sucesión de hechos es desplegada deliberadamente en forma acumulativa, un rasgo más que hace espejo con el mundo actual. El texto pone en escena el movimiento, color y uniformidad encubierta detrás de ese juego de abalorios que oculta su aparente variabilidad. Lo difuso del mundo en el que hoy vivimos  encuentra su mejor simbolización en esta novela  en la que todo sucede sin solución de continuidad, con  mucha estridencia pero sin demasiado contraste y donde lo en apariencia diverso termina igualado por efecto de la estridencia. Beatriz Sarlo en un ensayo equiparó la arquitectura de los modernos shopping con la del laberinto. En cierto sentido, Lenardón nos introduce en una trama de la que no es fácil salir, laberíntica,  encandiladora,  y siempre un poco extraña.

    


   Pienso en el Renault 12 y en la puerta oxidada, más vale que le hace falta el taller, ya siento el olor a pintura fresca. A lo mejor con un par de horas sirviendo a los Estévez pero con la tarjeta de habilitación puedo acercarme a “chapa y pintura”.
   No recuerdo cuántas playas de estacionamiento necesito cruzar apara llegar hasta el 12, el color de los banderines va a ayudarme, doy gracias que están, pero para qué tantos. Tranquilidad.
   El Renault se pone melancólico, no sé cómo estará ahora tan lejos del estacionamiento vecino a mi casa, seguro que no acomodó la trompa como lo  hace en la cochera número veinte. Lejos se desinfla.
-¿Pero qué te pesa? – lo palmeo, en ocasiones lo palmeo.
No quiero que su esfuerzo por cumplir se vea mal coronado, que pierda materia, no está débil lo aliento,  cuando lo dejé aquí su aspecto de gato de la calle soportaba demasiados vecinos de raza muy diferente.
Cuando llegamos tosió, el motor tosió mientras avanzaba por entre las trompas lustradas, “me voy a estampar contra algo ¿a quién no ciegan semejantes luces?”, hice señas: luz baja, luz alta, “él es gaucho, minga con desmoronarse fácil”, por supuesto, enfiló derecho. Adelante, hay que largarse, si no nos encandilamos a lo mejor evitamos el ruido a chapa.
Hasta no hace tanto íbamos los tres, un veraneo era una buena ocasión para hacerlo marchar todo lo que aguantaba, con el 12 nuestras vacaciones adquirieron el gusto por la aventura, podíamos incluir la montaña, subir sobre nuestras propias ruedas.
Aquella vez partimos silbando la música del programa de radio, nos gustaba.
-No las desconoce, se porta- dije refiriéndome a su desenvoltura, a su solvencia en las curvas de esa ruta que subía, que se perdía entre los árboles en lucha con el viento, los caracoles no le daban vértigo, aunque se ahogara seguido.
Lo aplaudimos.
“No te ahogues”, Lu se ahogó recordando la última vez que lo palmeó. Anduvo, anduvo, de paso se lo dije, lo resalté. ¡Audaz 12!
El Renault me deposita en la oficina, por la mañana lo abro siempre con el mismo pensamiento: limpieza. ¿Dónde meto el plumero, el trapo? Así como si nada me espera, con su linda traza.
Por algo será lo que siento, reconozco ese calor de hogar, la mara que dejé en el tapizado, el olor familiar.
-Tratá de moverte sin él- bromean mis compañeros de oficina.
-¿A ver qué día vamos a tener hoy?, eso se lo pregunto, cuidado, me aclaro la voz, lo saco del garaje siempre con la misma pregunta, en realidad no puedo hacer otra cosa, abro el paraguas para que no me traiga sorpresas.
Pero el 12 arranca. Ojo que no le falta el reproche, va todavía más allá, hay ocasiones en que le aflora el rencor.
Esa tarde se acabó.
Volvíamos de la oficina en una tarde de calor, apareció aquel humito a un costado, en vez de alertarme me dormía, cuando se paró nos miramos los dos un rato sin saber qué hacer.
-¿Pero nadie? ¿A tu edad?
-A la oficina traigo buena cara. Sé para qué tengo cuerda.
En ese aspecto no me quedo con los brazos cruzados, tengo toda la intención, los domingos me intereso más, vamos con el 12 campaneando, hay que ver cómo, sin hacernos mala sangre arrastramos nuestro peso por la calle de la misma manera que Lola, gracias a ella vamos así, le copiamos punto por punto.
Conmigo no va a haber problemas, sobrellevo bien lo que me pasa, por supuesto Lola no evita mostrar las razones mezquinas, con qué derecho el entusiasmo la lleva a cortar el paso al que va tranquilamente  por su vida, pobre gato.
De todas maneras mi entusiasmo no selecciona bien, desde hace un tiempo está así, mientras le dura esa actitud va a tener de qué quejarse, para colmo insiste, no atina a mucho.
Empiezo con esa expresión que no me gusta, a veces soy como la heladera de mi casa, no tiro más que frío a la cara.
Paseo con el 12 los domingos, la gente pasea, en los parques hay olor a manzana con pororó, a azúcar que hierve. Al Shopping no me lo pierdo, en algún momento del día estaciono y me meto, y el baile empieza, por donde camino y en las pantallas de televisión el baile es el mismo, los domingos me muevo en el Shopping, eso ya lo sé.

Toqué todos los botones, levanté la tapa del motor, el calor salía en oleadas, entre ese calor y el del sol mi cabeza se aplastaba como una suela.
Bonito día, comenté. Él tuvo el buen gusto de no contestar. Después los dos entramos en un largo silencio.
El aceite no es eterno me dijo el de “urgencias mecánicas” cuando por fin llegó y metió manos a la obra. Hay que llevarlo. Me puse a gritar. Cuando me calmé vi el Renault alejarse a la rastra, vi el espectáculo que daba en la calle. Alguna vez vamos a tener que separarnos, me dije, ahora me acuerdo, pero no sé cuándo va a llegar ese momento.
                           Shopping” - Gloria Lenardón-  Editorial Ross -Rosario. Santa Fe. 2013 -Paginas 157-158-159-160


                                     

Gloria Lenardón es santafesina, vive en Rosario, edita narrativa y colabora en distintos medios. Novelas publicadas: “La reina mora” (premio Emecé 1987), “A corta distancia” (editorial Sudamericana 1994), “Eva maravillosa” (Editorial Alción 2006)

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sábado, 12 de julio de 2014

HERNÁN RONSINO: "LUMBRE"



     
                                             LENGUAJE Y PERCEPCIÓN


"Lumbre" Hernán Ronsino. Eterna Cadencia editora. Buenos Aires 2013    


                                 
 Ir adentrándose  en la espesura de “Lumbre” supone, acaso exige una voluntad de indagación que se vuelve fascinante en virtud de un lenguaje  que deslumbra y un modo de narrar que disgrega y dispersa la línea argumental en un sistema de superposiciones  y cajas chinas. Las historias referidas son traídas hacia esa espesura del lenguaje con un ritmo ágil, van emergiendo y se diluyen para volver a emerger e ir componiendo, al modo de un mosaico, la gran historia. A la agilidad en la manera de relatar se le contrapone una pulsación morosa, un ir y venir  que envuelve las escenas y las va contorneando y completando. Puede entreverse la reescritura de un Saer, de un Onetti y hasta un Piglia pero el resultado final no impone filiación con ninguno de ellos particularmente. La historia está compuesta de muchas historias, algunas presupuestas, otras elididas, otras sugeridas, otras contadas al sesgo en la voz de un narrador que  parece ensimismado, tragado por su propia percepción, imbuido en la conciencia de sí mismo y que a la vez no pierde detalle del alrededor. Muy hacia adentro y muy hacia fuera a la vez. Frente a las precisiones dadas por sentado en un mundo cerrado de este pueblo ciudad en el que todos saben todo y se mueven con confianza en un  espacio reconocido y de  fisonomía constante, delimitado con claridad, lo que cambia es la ubicación del narrador. Se trata de un narrador minucioso en el que prevalece un gesto que intenta profundizar en lo ya percibido. Hay un volver a mirar lo ya mirado y ese mecanismo del narrador el que invita a la relectura,  da la impresión de que necesita objetivar lo percibido y así surge la metáfora. La metáfora entonces patentiza ese afán totalizador que pugna con  persistencia en enfocar el detalle. Si bien hay un trabajo sobre lo episódico, en el detalle y la percepción fragmentaria que hace fulgurar los hechos, se detecta una voluntad de captación de  la globalidad. La tensión entre el segmento o  lo fragmentario y esa búsqueda abarcativa impone en su juego de polaridades la marca de un estilo, el sello de una voz literaria única. Por otra parte en esta inocultable confrontación con el cine y sus recursos (marcas, citas, guiños, nombres de cineastas y títulos  de películas reales y apócrifos) es frecuente el equivalente a un traveling de trescientos sesenta grados en el recorrido de la mirada detallada por  esa voz que oscila en detenerse en el detalle o darle un zarpazo al conjunto. Esta historia narrada sin cordón umbilical, con este narrador absolutamente permeable y omnívoro que todo lo atrapa a través de imágenes visuales, sonoras, olfativas y táctiles, el mundo cerrado parece necesitar de un afuera contundente, que tiene la marca de la belleza y del arte y que gira en torno a una figura femenina: Hèléne quien no casualmente es fotógrafa. La fotografía en tanto imagen detenida puede funcionar como metáfora de un modo de percepción, ya que definitivamente la imagen ha sido por fin atrapada. Ese afuera y el personaje de Hèléne  son funcionales al relato  en tanto y en cuanto remarcan la existencia de lo  hermético de este mundo, ciudad pueblo: Chivilcoy, una suerte de emblema de lo nacional donde la realidad se encapsula con sus código compartidos, sus señales comunes, sus historias conocidas. Hèléne es la mujer distante que personifica no sólo el afuera sino  también el sexo y el arte. En esta confrontación continua del narrador con el cine y la fotografía, Hèléne sintetiza las dos variantes. Hèléne también como otros espacios y momentos parece necesitar de la actitud fundamental de este narrador: la de descubrir, la desenterrar lo oculto.
  A la confrontación con el cine y la fotografía, se le agrega la compulsa con el lenguaje.
Lo que parece no alcanzar es la mirada, el modo de percepción, no el lenguaje.   Si hay algo que se pone en tela de juicio en este juego legendario de relaciones no es  la vinculación entre lenguaje y referente, no es el lenguaje el que carece de eficacia sino el instrumento de percepción de ese narrador que de manera implícita no deja de "acariciar los detalles". El concepto de realidad es absoluto y la palabra alcanza, con nombrar basta, sin embargo la continua persecución de la imagen, ese volver y volver sobre lo ya visto indica una necesidad de agotar la experiencia.
El trabajo sobre el lenguaje se presenta como insuperable, al punto de enturbiar deliberadamente la trama,  el énfasis está puesto allí, si la espesura del lenguaje enturbia la trama porque el lenguaje es el protagonista, la historia se deja atravesar por ese lenguaje. Podría decirse que los sucesos se difuminan detrás de la contundencia del lenguaje. Volver a mirar, volver a leer, hacer de la vida y de la lectura un acto único, irrepetible a través del acto inagotable de la repetición.



Hernán Ronsino es una de las voces más originales de la Argentina actual, nació en Chivilcoy (provincia de Buenos Aires) en 1975. Desde 1994 reside en Capital Federal. Es sociólogo y docente de la Universidad de Buenos Aires y de Flacso. Ha publicado un libro de relatos. Y las novelas La descomposición, Glaxo y Lumbre, las tres editadas en Eterna Cadencia. Ha sido traducido al francés,italiano y alemán.

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martes, 17 de junio de 2014

HÉCTOR FREIRE: TRES POEMAS


                               VIAJE AL INTERIOR DE LAS COSAS

  En los poemas de “Satori” e incluso  en “Voces en el interior del sueño de la piedra” de Héctor Freire se experimenta la inagotabilidad del sentido. La vida se escabulle y la contingencia de este devenir es pura ilusión. Aunque se evidencia un retaceo de la figura humana, la presencia de la mirada profundiza todo aquello que aparece y que deslumbra y que a la vez invita a continuar la búsqueda incesante de ese sentido   que el mundo otorga a cuenta gotas pero que promete seguir regalándose si la pasión de mirar no claudica. Héctor Freire aceptó el  reto de no abrigarse en el yo lírico, hay algo de templanza y de desafío en esta voz que hurga y encuentra la belleza incluso en la aridez, en lo inesperado. El gesto de sorpresa apenas se asoma pero la fascinación ante lo visto estalla dentro del poema. Y lo curioso es que la escritura no  siempre suele encontrar su disparador en la tridimensionalidad de la vida sino en la bidimensionalidad de la fotografía y del cine, el buceo entonces es un desafío mayor. La belleza rescatada como el resultado de un auscultar exquisito se muestra en su desnudez. Tomar el perfil exacto, sin merodeo, de un zarpazo pero a la vez con delicadeza.  Poesía de la interioridad, de sentido apretado. Se trata de franquear una puerta que entreabre otras puertas en una infinita búsqueda. Cierta parquedad de esta voz vuelve al poema en una zona misteriosa, misteriosa incluso en las franjas de sus descubrimientos.  Lo desplegado, lo visto, lo hallado en este buceo, en este peregrinaje muestra sólo un perfil,  suficiente y deslumbrante, pero el viaje de descubrimiento es una promesa  que  la escritura apenas deja soslayar. Leer estos poemas supone aproximarse a las cosas del mundo sabiendo que  lo que queda afuera  del acto de conocimiento es inmensamente mayor y majestuoso. El poema se propone así como una aproximación, una aventura que opaca  el ego. Textos epifánicos, la literatura en su mejor expresión.

                  


Claridad sin sol
(Contemplación de una vieja fotografía)

                                                                         Lo real debería ayudar a vivir los sueños
                                                                                                                                                   Para Tito
La boyita blanca se hundió de golpe y sin avisar,
y un pez plateado iluminó el agua como el follaje
encendido de los árboles en las tardes de otoño.
En ese "instante vacío" los tiempos sen entrecruzan
y nuestra relación con el paisaje se invierte:
más que recordar sentimos que el pasado nos recuerda.

-Pero la memoria es aquello que a medida
 que nos acercamos nos alej.-

Ahora el viento persiste con su  presencia sin cuerpo
y barre las hojas ante la claridad que muere:

-Paciencia y lentitud.-

La luz se ha comprimido en el rincón 
más oscuro de la fotografía,
tiene miedo de estar perdida:
el peso de las sombras cierra todas las puertas,
y finalmente desaparece , como el recuerdo
de aquella escena junto al lago e la que mi padre
me habló   de los  misterios de la pesca.

A veces, se tiene la impresión de habitar una imagen,
el sentimiento de que el tiempo, al igual que aquel pez,
súbitamente está fuera del cuadro.
Y en silencio avanza, y a medida que crece su presencia
disminuye la del que la contempla.

Sin movernos , la memoria nos cambia de lugar,
nos da y quita realidad.
                                            "Satori" Ediciones en Danza, Bs. As. 2010.

                                                              *****

Paradoja

La araña hila
una oscura plegaria
alrededor del insecto paralizado,
armoniza su apetito
con pequeños gestos
bajo la lluvia.
Mientras, los pájaros
ensayan su canto vespertino.
Así de simple:
en el instante de máximo equilibrio,
la destrucción sucede.
                                                "Satori" Ediciones en Danza, Bs. As. 2010.


                                             ***** 

Jardín zen*

El tiempo ancló ahí su punzante trabajo de cirugía. 
Sin embargo, esa piedra simple, irregular, austera,
parece restituir al jardín la luz lunar almacenada.
Su escrupulosa exactitud hace que el grano de arena
más ínfimo se convierta en infinitos destellos.

De tanto ser mirada, esa "piedra de sol"
se ha vuelto transparente, su realidad innata
hace del ritmo  del cielo un mar sin espesura.
El instante que brilla  y se abisma en sí mismo,
y nunca desaparece por completo.

Hay momentos imposibles de medir y contener:
son bendiciones inmerecidas e imprevistas.
Semillas que estallan y describen
la naturaleza inmóvil del tiempo.
Ahora la luz, en el centro del jardín,
se vacía de su sombra:
un pájaro se ha detenido en el aire.
Es como un sueño que no encuentra cuerpo para soñar
un agua muerta de tanto estar despierta.

*  En el templo Ryoanyi de Kyoto, hay   un jardín zen de arena blanca y grano grueso que tiene la virtud de reflejar los rayos de la luna. Esta arena, rastrillada por los monjes en rectos surcos paralelos o en círculos concéntricos, forma una "pintura abstracta " en torno a rocas irregulares.
                                                                   "Satori" Ediciones en Danza, Bs. As. 2010.


Héctor Freire nació en Buenos Aires en 1953. Poeta. Profesor de Letras, crítico literario y de cine. Fundador de la Primera escuela Literaria del Teatro IFT. Fue Jurado del Fondo Nacional de las Artes (género ensayo). Director de la revista Rizoma. Forma parte del Consejo de Redacción de la revista Topia  (Psicoanálsis, sociedad y cultura) . Jefe de la revista de poesía Barataria, y feje de Eidción de la revista cultural La Pecera (Mar del Plata).  Fue guionista del programa televisivo DNI. Publicó los libros: "Literatura y cine"  (1996),  " Sostiene Tabucchi"  (1999), "De cine somos; críticas y miradas desde el arte" (2007). Coeditor de "Insignificancia y autonomía "  -debate a partir de Cornelius Castoriadis- (2007), "El cine y su laberinto -  literatura, pintura y sociedad" (2009).
En Poesía: "Quipus"  (1981) "Des-nudos"  (1984). "Voces en el interior del sueño de la piedra" (1991), "Poética del tiempo" (1997) y "Motivos en color de perecer" (2003), que obtuvo el Premio del Fondo Nacional de las artes. Integra la antología "La poesía del siglo XX en Argentina  (Colección Visor de Poesía, Madrid 2010).  Uno de sus libros ha sido traducido recientemente al francés.



miércoles, 21 de mayo de 2014

MARÍA GRANATA: fragmento de novela


En los textos narrativos de María Granata se combina la presencia de un imaginario rico, nutrido, desbordante con el trabajo de una prosa impecable,  trabajada hasta en sus más mínimos detalles y el agregado de un lirismo sin desbordes. Nos encontramos frente al registro de la cultura popular estilizado a través del lenguaje. Hay un predomino de un mundo festivo, celebratorio de la vida con una clase de un humor fresco como basamento de todo.  El lirismo mantiene una tensión equilibrada con el humor, un humor que combina sorpresa e ingenuidad y una dosis de picardía. Desde su primer libro narrativo “Los viernes de la eternidad” su obra en este género se desarrolló sin altibajos manteniendo la calidad narrativa, no se encuentran las llamadas obras menores. Tramas hilvanadas con la justa tensión y la imprescindible intriga. Sus personajes tienen relevancia  en el trazado de sus perfiles. Suele inscribirse su escritura en la llamada corriente del realismo mágico, lo que, de alguna manera, no deja de ser una fórmula simplificadora. Es notable un rasgo particular en el tratamiento del cuerpo humano que suele vivir transmutaciones de toda índole y que con frecuencia  pierden su corporeidad, su densidad pasando a un estado  gaseoso, terroso, volátil, acuoso  a veces hasta llegar a la desintegración. Cuerpos fragmentados,  que desaparecen o son absorbidos por la respiración de otros o que se reducen a su mitad. Cuerpos que levitan o que tienen una mitad demoníaca y la otra santificada. Es frecuente el entrelazamiento de los personajes humanos con el mundo vegetal y animal e incluso mineral.  Podría afirmarse que la operación predominante es la de continuidad. Continuidad entre los reinos animal, vegetal y humano, continuidad del mundo tridimensional con sus cuerpos vivos y con el mundo de lo intangible, con sus espíritus, entidades y aparecidos. Los límites entre los mundos son lábiles, difusos y sumamente  franqueables.
    Se observa en toda su producción  que abarca  además la poesía y la literatura infantil, una coherencia en el trazado del universo y en el tratamiento de los temas. Puede señalarse una orientación mítica  ajena a cualquier predisposición ilustrativa, una tendencia a reelaborar y hasta jugar  con un tono paródico las grandes escenas bíblicas. Hay   en cierta manera una actitud jocosa, juguetona en el narrador que le da a los relatos frescura y vigor aunque surjan situaciones tremendas tales como la guerra o la muerte. Al recorrer la vasta producción de María Granata se experimenta el goce de la escritura, la riqueza del lenguaje, se vive la sensación de transitar una obra en el sentido cabal de la palabra.
 El párrafo que sigue a continuación  pertenece a la novela “Los tumultos”- Emecé, Buenos Aires 1974.

“Cuánta luz”- pensó. Es que nunca había imaginado que el mundo podía ser tan radiante. Y después se incorporó, siempre extasiado, y reanudó un andar que en pocos instantes lo trasladaba de un paisaje a otro. “Lástima que todavía no he encontrado a nadie”- se dijo. Ahora quería ver el paisaje de los rostros humanos, llevar a cabo ese antiguo deseo suyo, el de conocer a cada uno de los habitantes de la tierra, es decir, a sus contemporáneos, porque siempre le pareció una impiedad ignorar las otras vidas simultáneas, estar de espaldas a los que comparten los propios días o pavorosamente lejos de ellos. Quería estrechar infinidad de manos. Miró su diestra. La mano que bendice es la que más manos debe estrechar, y en ese momento le pareció un colgajo inservible. Pero se reanimó en seguida. Tal vez todo consistía en seguir caminando ya que hay que admitir  que hay zonas despobladas; seguramente encontraría a alguien.
“El mundo es caliente”-pensó. No tenía hambre ni sueño y estaba convencido de que su exploración llevaba, por lo menos, ocho o diez días. Lo que le llamó la atención fue que en todo ese tiempo ni una sola vez se hubiese hecho de noche. Tampoco había visto el sol. Acaso había estado caminando sobre un sol enterrado y de ahí la continuidad del fulgor. “Es que uno no sabe qué hay debajo de la tierra. No están solamente los difuntos. Puede haber de todo. También un sol”- se dijo. Lo malo era que no se le había ocurrido llevar un pico porque entonces se hubiese puesto a excavar. “Siempre hay que proveerse de una buena herramienta, por lo menos de una pala”- pensó.
Había lugares en que la luminosidad se volvía intermitente, y otros en que la luz estallaba. Sí; estaba seguro de que allí estaba enterrado un sol, y eso explicaba el calor abrasante y también la falta de poblaciones. Era, sin duda, una zona tórrida preferible a las vastedades heladas en donde el cielo se solidificaba.
Su vida le pareció tan alejada de él que ya le resultaba inapresable aunque hubo un momento en que pudo pensar en Dionisio, y después en Lucas, un momento en que trató de estrecharse a sí mismo con los brazos repentinamente agobiados para sentir que la cabeza de Crisanto yacía sobre su pecho. Y la recordó a Cenobia como a alguien que había estado en su ser y lo había traspasado para no permanecer allí sino afuera, en el convulso y a la vez fijo centro de la casa. Y tuvo un pensamiento para la Sudario. ¿Lo vería a Dios? Tal vez él también lo vería, quién sabe si en un desierto luciente o en un suelo de carbones brillantes, es decir, el suelo donde estaba ahora. O tal vez en el sol sepulto que debía de haber allí. Pero siempre para descubrir las cosas hace falta algo que excave, un pico, una pala, y él no había llevado nada consigo. Sólo que se había puesto a andar porque de pronto se encontró ante un paisaje nuevo y ahora no podía precisar si había sido cerca de su casa o a una gran distancia puesto que los pasos no miden nada, ni siquiera son lineales sino profundos porque no es verdad que se suceden sobre las superficies sino dentro de uno y a la vez dentro del mundo y también penetran la carne de otros seres. Porque caminar es siempre algo misterioso, no como se suele creer, una simple traslación. Es  un  acto reverente y, al mismo tiempo, un desencadenamiento.
                               ("Los tumultos" - Ed. Emecé, Buenos Aires, 1974- pag 222-223-224)








María Granata nació el 03/09/1923. Poeta y narradora. En 1942 publicó Umbral de tierra, su primer libro de poemas con el que ganó el Premio Municipal y el Premio Martín Fierro. Forma parte de la llamada Generación del ‘40. Su obra más notoria, Los viernes de la eternidad, obtuvo el Premio Emecé y fue llevada al cine en 1971 por Héctor Olivera (PK). Narradora, entre otros, de “Color humano”, “Muerte del adolescente”, “Corazón cavado” y “Los tumultos”. Entre 1984 y 1993 escribió las novelas “La escapada” y “El sol de los tiempos”. .En 2010 publicó la novela “El éxodo” y  un año más tarde los libros de relatos "Pretéritas palomas" Y "Un lodazal heroico". Escribió más de 30 libros de literatura infantil, entre los que se destacan, “El ángel que perdió un ala”, “El perro sin terminar”, “Los niños que bajaron del cielo” y “El bichito de luz sin luz”. Recibió, entre otras distinciones, el Premio Consagración de la Provincia de Buenos Aires, el Premio Nacional de Literatura, el Premio Conex y el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores.