Espiral de Saraswati

viernes, 28 de octubre de 2016

JOSÉ GABRIEL CEBALLOS: "SEGUNDO FABULARIO DE BUENAVISTA"



                                   
                       

   Hay en la escritura de José Gabriel Ceballos el cruce de varias líneas estéticas que dialogan entre sí y a veces hasta se parodian. Sin embargo en este libro donde lo paródico que es un rasgo muy típico de Ceballos alcanza ribetes significativos, la apuesta se dirige hacia esa zona de corriente más latinoamericana que está presente de modo sesgado en otros de sus libros. Sin duda la tradición oral juega un papel determinante aquí, tradición que marcó a García Márquez por el trazado en el perfil de sus personajes y ese pincelazo límpido de situaciones que queda fijado en la memoria del lector. En los relatos de transmisión oral la voz necesita afincarse en personajes de trazo fuerte y en eventos imborrables para que la historia, al ir transcurriendo  el tiempo,   en su traspaso de boca en boca sin el soporte de la escritura, pueda ser reproducida sin demasiadas tergiversaciones. Partiendo del mismo principio los personajes de este nuevo Fabulario de Ceballos dejan su huella impresa de un modo contundente. De cualquier forma la manera en que los narradores de Ceballos se comportan frente al hecho narrado no está nunca lejana a los dobleces, a las medias tintas, a los guiños, a los juegos sorpresivos, al ingenio y este libro da muestras de estos recursos sobradamente. El evidente efecto de jocosidad da lugar de inmediato a la hondura de la condición humana, se aleja del chiste a pasos agigantados aunque opere con los mismos recursos, de eso de trata, narrar es abarcar una totalidad tomando algunos de sus perfiles y mezclándolos todos: así la voz de Ceballos se vuelve inconfundible aunque en ella resuenen muchas voces conocidas.
    El pueblo de Buenavista ya había sido inventado antes de este libro, siguiendo la tradición de un García Márquez con su Macondo, de un Onetti con su Santa María o el Comala de Rulfo, Ceballos nos acercó su Buenavista en un  volumen con relatos estilo crónica o mejor dicho relatos que juegan con el género de la crónica para deshacerla, para moldearla a su antojo. Partiendo del modelo de la crónica entonces, el texto se afinca en el relato de autor y se desliza de tanto en tanto hacia el cuadro costumbrista, pero aún  es posible rastrear otro registro en esta fluctuación de voces narrativas y es el del discurso notarial, el relevo de hechos frente a la justicia, el reporte judicial, aunque al sesgo,  el desliz irónico de la voz integra  soterradamente este tono enfatizando así la ironía y la jocosidad.
    Este pueblo ficcional ha ido extendiendo sus dominios de libro en libro configurándose cada vez más con sus características a veces un poco absurdas, cómicamente trágicas para que los personajes que son dignos de ser enumerados puedan desplegarse. Estos personajes se encuentran vinculados con el espacio de manera directa  y cada uno de ellos es presentado en casi la totalidad de los casos con nombre y apellido, eso marca su inserción en un medio donde todos se conocen, lejos del anonimato de las grandes ciudades. Personajes que se mueven en un mundo de marcadas jerarquías. Y los espacios son la casa propia, el pueblo con sus zonas públicas, el campo abierto y el prostíbulo que viene a ser una zona intermedia entre lo público y lo privado. No se concibe la existencia del prostíbulo sin la liga de de damas de la moralidad, no puede existir el uno sin la otra en este juego interminable de oposiciones, del mismo modo sexo y muerte suelen surgir de a pares. Los personajes tienen un sentido de grandiosidad de lo honorífico, rasgos de un mundo aún un poco  feudal, algo de protagonistas  decimonónicos. Esa pomposidad de pueblo, esa grandilocuencia de la vana distinción en medio del pasto en zonas despobladas es enfatizada con una semisonrisa por el narrador. De eso se trata justamente el juego de la mirada.
    Veamos qué ocurre en este fabulario. Si bien en los cuentos es la peripecia lo hegemónico así como en la novela son los personajes lo determinante, en este mundo creado por Ceballos los personajes quedan sobresaliendo por encima de las situaciones que no carecen de originalidad ni realce y menos que menos de efecto de sorpresa, cabe sospechar que la construcción del universo de ese ámbito llamado Buenavista alcanza a rozar la saga novelística más de lo que podríamos imaginar,  aún sin dejar de ser relatos cercanos a la crónica. La sensación que queda después de la lectura es la de haber visitado un espacio que seguirá produciendo nuevas situaciones,  muy probablemente porque la categoría personaje tiene un peso rotundo y porque estos parecen estar vivos y las historias finalizan de un modo abierto o flotante. ¿Y quiénes son estos personajes? ¿Qué atributos les dan tanta envergadura?  Nos encontramos con un tío que investiga metafísicamente el más allá y  muchas, unas cuantas veces con  la llegada de la muerte y las  lloronas que ofician en los entierros. También  hay circos, hay alarde de ese lustre, de esa inflada ostentación de pacotilla de los pueblos que se creen el ombligo del mundo o, precisamente por sospechar su pequeñez,  se vanaglorian de lo que apenas poseen. Hay un doctor muy diplomado que quiere conocer el método abortivo de una curandera pronta a  despedirse de este plano terrenal, hay una fruncida señorita que termina enredada con uno de los hombres que vinieron con el circo, hay un marido que se debate entre una esposa que fue estupenda cocinera y otra que es maestra en las lides eróticas, hay damas ninfómanas, costureras, sastres, turistas, maleficios, políticos de morondanga, espiritistas, monjas, coleccionistas de lo impensable, mucha magia, asuntos inesperados, fuegos de artificio, catalejos, varios circos que llegan y que se van, personajes estrafalarios, sucesos sobrenaturales y sucesos pedestres, lustre y deslustre, hombres y mujeres solteros y casados, pero ninguno ordinario, hombres que se apoderan de la casa de un muerto reciente y descubren - bien guardadas y camufladas- películas eróticas que el fallecido había filmado. Hay un club social, una plaza, un semanario local llamado “El progreso”, y, como ya dije,  un prostíbulo, una comisión de damas de la moralidad, hay poca gente trabajando, parece que siempre están de fiesta o enredados en sus asuntos. Hay un nadador de río abierto, hay un astronauta soviético, cartas, secuestros, venganzas, no falta nada. Pero además hay mucha intriga, lo que se esconde, lo oculto, lo que casi todos se empeñan en tapar tiene sobre personajes y situaciones un valor que afecta el desenlace de los hechos. Y el prostíbulo como espacio lo metaforiza de la mejor de las formas.
   ¿De qué hablan estos cuentos?  Hablan de la ley y de la trampa, de alianzas, enconos, rivalidades, de marcadas jerarquías sociales y sobre todo hablan de secretos y ocultamientos. De todas las percepciones la del oído es la preponderante, no casualmente el primer cuento se titula “El oidor” (no se escoge arbitrariamente el cuento que abre el libro ni el que lo cierra). El sonido del gallo es como la bocina de los coches para los que vivimos en una ciudad como Buenos Aires, esos gallos que cantan en estos relatos tal vez sean un leitmotiv, ese clásico sonido que aparece de tanto en tanto en los libros de Ceballos merece una consideración aparte, por un lado se trata de una percepción auditiva que ubica a los personajes en un espacio en parte rural, agreste, un poquito arcaico. Ese sonido se constituye como una pertenencia,  traspasa la vida cotidiana,  ensambla y conecta la vida de todos los personajes entre sí. Aunque también está el otro sonido, el humano, el de las lloronas con su oficio legendario pero no llega a tener la presencia del canto del gallo. No es el gallo,  el gallo no suele aparecer como figura, es su sonido, es el reconocimiento de su existencia sin verlo lo que marca un emblema en esta prosa. Todos y cada uno son parte de algo que el sonido abraza. Es eso que está y que sabemos que está y que nos hace saber a su vez dónde vivimos y quiénes somos realmente. Pero además el oído está vinculado al aire y el aire a la transmisión de la palabra oral, las leyendas -suele decirse- son traídas por el viento, llantos, murmullos, voces, sonidos están presentes en estos cuentos están atravesados por cierto paradigma del relato folklórico.
  Mientras leía el libro me hacía una pregunta: Qué pasa con el sentido del ridículo, porque los personajes se sitúan en ese peligroso borde, me preguntaba esto una y otra vez y terminé por convencerme de que el sentido del ridículo está en la mirada del narrador pero lo esquiva, lo escamotea, pareciera que el narrador se debate entre sospechar que los personajes se arriman a ese lugar del que no se vuelve y la compasión, la ternura. Así, en ese límite finito, finito entre el sentido del ridículo y la ternura se ubica el narrador y a eso suele llamárselo kitsch, pero aquí está atenuado con la elegancia de un cuidado modo de narrar, atenuado por el peso de la historia, por las consecuencias de las acciones de los personajes y más aún por ese otro peso ineludible, el de las costumbres y creencias que termina imponiéndose en forma determinante, atenuado también por el  dominio incuestionable de la autoridad eclesiástica, el poder político, las creencias de lo instituido, el de los estamentos sociales que en más de una ocasión se convierten en sombra, en presencia fantasmal. Y claro, no podía faltar el otro, el más poderoso de todos los dominios, el de la muerte. Daría la impresión de que en este mundo todo depende de una cuestión de estratificación establecida y contra la que resulta imposible luchar, ese sino ineluctable, casi de tragedia griega está contrarrestado en el Fabulario mediante la voz irónica del narrador,  con un dejo de sorna, yo diría de amable sorna, tan elegante y tan amable que no hay manera de escapar  a la inmensa atracción de seguir y seguir leyendo y al concluir la lectura esperamos que aparezca otro fabulario para no salir del estado de encantamiento al que Ceballos nos llevó tan simpáticamente. Este Fabulario forma parte de un conjunto de libros de variadas tendencias literarias, un conjunto rico, profuso pero que tiene el común denominador de estar atravesado por una mirada personal y una voz única, integra lo que llamamos de un modo cabal, sin temor a caer en la grandilocuencia: una auténtica obra literaria, lo que en estos tiempos de cultura líquida y marcas de lo intrascendente no es  en lo más mínimo un hecho desdeñable.

más información sobre este libro: https://www.youtube.com/watch?v=qopbkFJLBAU





José Gabriel Ceballos nació en 1955 en Alvear (Corrientes), donde vive. Entre los libros de cuentos que publicó: “El Patrón del Chamamé” (Premio EDUCA en Costa Rica); “Entre Eros y Tánatos” (Premio Tiflos en España); “El Oidor y otros cuentos”; “Lo difícil que es partir de Buenavista”. En novela: “Ivo el Emperador”; “Víspera negra” (Premio Ciudad de Alcalá, España) y “En la resaca” (Premio Alfonso VIII en España y Premio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires Bienio 2008/2009).

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martes, 18 de octubre de 2016

GLORIA OSCARES: "OCULTO SONIDO DE LA SANGRE"-

Gloria Oscares presentó hace poco en Ciudad de Buenos Aires su libro de cuentos "Oculto sonido de la sangre", publicado en Enigma editores. Ella me invitó a escribir el prólogo y participar del acto de presentación. Fue un hermoso momento compartir la aparición del libro. Reproduzco aquí el prólogo que escribí y que abre el libro.


                                                 


                                                          VOCES Y CUERPOS EN UN MUNDO PELIGROSO
 
    Sumergirse en este despliegue de historias  supone entrar en varios mundos para dejarse atrapar por climas y situaciones que hacen de la narratividad un apasionante ejercicio.  Quien narra es una  mujer en primera persona – a excepción de “Un grito en la tormenta” narrado en tercera- y lo primero que se destaca es el tratamiento del cuerpo que establece su tensión con el conjunto de voces de  los distintos personajes que  se hacen escuchar a través de diálogos,  cuyo peso en el relato puede parangonarse con el de la voz narradora, personaje participante y  testigo a la vez.
     En la mayoría de los cuentos se detecta nítidamente la oposición entre  un afuera y un adentro. Este afuera y este adentro plantean una polarización patentizada por el tenor de las voces: la interna, la de la narradora en primera persona  con sus subidas y bajadas de ánimo y la externa,   expresada en ese conjunto de voces diversas  mezcladas con  las   continuas amenazas provenientes de  muchos ángulos que no siempre son fáciles de discernir.  Así es que nos topamos con dos instancias bien delineadas: El lugar de la voz interior,  por un lado, la de la narradora y luego el lugar de las voces en ese afuera en el que el peligro siempre acecha. Y si el afuera se ha transformado en el espacio de lo amenazante,  lo es también el adentro donde  tampoco  se puede hallar un refugio genuino. Lo amenazante tiene la marca de lo siniestro, es ambiguo, traicionero, se disfraza o encubre eso que se busca descifrar. Y en medio de este juego de tensión permanente entre cuerpos y voces,  la aparición de los diálogos surge como una promesa de revelaciones que tendrá,  en la mayoría de los casos, la marca y la fuerza de lo tremendo.  Mediante la incorporación de los diálogos la narradora cede su espacio en el orden del discurso, les da paso a otras y otros  para que hablen  y ese hablar suele develar un secreto o desentrañar lo oculto, ya que de algún modo las voces son depositarias de un saber que a veces se presenta bajo la forma de engaño. La separación entre este adentro y este afuera es el cuerpo mismo: territorio acechado por la inminencia de lo incontrolable. El propio cuerpo  es presentado como un territorio  con límites marcados que opera en el relato como un vórtice, lo que ocurre se expresa en ese cuerpo y hacia él converge. El cuerpo reacciona como un potente eco ante el impacto del mundo. El cuerpo se expresa, vibra, late y hasta podría afirmarse que es el gran personaje de estos relatos.  El cuerpo puede ser atacado, vulnerado y hasta asesinado. Sin embargo es  el surgimiento significativo de las voces de los personajes que interactúan  con su intervención lo  que le va dando forma a la trama y precipita los desenlaces, tuerce o encauza los acontecimientos.
    En cada uno de los cuentos nos enfrentamos  a lo incontrolable, a lo que amenaza estallar,  que puede provenir de cualquier parte, incluso desde una interioridad en continuo estado de alerta, la del personaje narrador, de esta manera  la locura o  la emoción violenta son también elementos peligrosos que parecen escapar al control y a la voluntad personal.
     Nos encontramos ante un cuerpo que opera como caja de resonancia: “un frío que relampagueaba en la columna”, “el cansancio me tiraba los hombros para abajo”, “se me atenazó el estómago”, “el sol me quemaba los hombros como mil demonios”, un cuerpo que se desmaya, que siente náuseas, que tiembla, que pierde su autodominio frente a la violencia de un afuera o al ataque de los propios impulsos interiores. El cuerpo esboza su lenguaje persistente, ineludible, determinante, se expresa a través del miedo mientras las voces ajenas a la narradora se imponen con otra clase de urgencias y autoritarismos. Este fino  mecanismo moviliza el relato. Dice Oscares: “Las palabras de mi hermana caminaban como cucarachas de un lado a otro”, “no quería escucharla pero su voz no me dejaba pensar”: El cuerpo entonces es un territorio invadido por las voces.
    La venganza como resolución del relato aparece al menos dos veces y la reacción es extrema y culmina con el asesinato. Asesinar implica convertir un cuerpo vivo en una cosa, en un objeto, implica desterrarlo del escenario del mundo. Y el móvil fue el conocimiento o el descubrimiento a través de esas voces en diálogo o, en menor medida,  a través del lenguaje corporal que encubre y delata al mismo tiempo.  De esta forma la voz con su peso decisivo  se impone y aniquila los cuerpos. Se trataba de dilucidar un saber, el saber llegó a través de la voz y esa dilucidación condujo o empujó a la muerte.
     Algunos de estos relatos  podrían inscribirse en la tradición de Roberto Arlt por el tono, la tensión creada por la amenaza, el perfil de algunos personajes y la venganza como motor del conflicto. Y al mismo tiempo se detecta otra línea de escritura en el cuento “El origen de mis pesadillas”  en el que la voz narradora en un tono confesional parece  brotar desde muy hondo y abrirse paso con cierta mesura. Estableciendo el contraste entre dos elementos cotidianos: la sillita azul y las tijeras, Oscares realiza un delicado trabajo en la construcción del enigma, a pesar de ello este cuento no le resta cohesión a un libro cuyo imaginario está compactamente planteado, ya que le suma coherencia a la  totalidad con la intromisión de lo extraño que, en este caso,  no escoge el estallido para hacerse presente sino el deslizamiento hasta instalarse finalmente en la cotidianeidad. Podría decirse que es en el trabajo sobre lo extraño que en algunas ocasiones introduce elementos neogóticos  el que se sostiene la arquitectura y la estética de un libro rico en matices y situaciones.
   Considerando el orden que estableció Gloria Oscares,  el libro termina con “La penumbra”, un cuento sobre la locura,  ese colapso fascinante para la literatura y la dramaturgia universal. La locura es la disolución del gobierno de la mente sobre el cuerpo.  Así el cuerpo se convierte en la  manifestación más acabada del ser humano, lo que se diga, o lo que pueda decirse a través de un diálogo ha perdido relevancia y el valor de la  autenticidad.  Entre la pugna de la palabra oral y el cuerpo, es el cuerpo el que parece tener ahora la última palabra. Queda finalmente el cuerpo como testimonio privilegiado de la existencia de lo humano.  Por otra parte la locura instaura el espacio de la no verdad en un libro cuya voz narradora ha buscado comprender, develar, desentrañar lo oculto. Es necesario tener en cuenta que en este cuento desde el principio el lenguaje ha venido explotando en una suma de improperios.   De esta manera la trayectoria de la búsqueda culmina en el quiebre de la lógica, del orden, de lo comprensible. La locura  emerge como otro de los estallidos y lo que estalla en este caso es la razón,  emblema de una modernidad que ha sido puesta en tela de juicio. Pero significativamente  en este cuento aparece una tercera voz además de la del personaje narrador y la de los diálogos, una voz sin procedencia clara que le habla al personaje narrador   -discurso casi fantasmal- y esta voz, prácticamente un alter ego, tiende su  mano salvadora, se trata de una voz que si bien entra en la zona de la oralidad se sitúa en una fase intermedia entre el cuerpo y las otras voces. Algo se introdujo en el cierre del libro, una tercera instancia que nos habla de otra clase de fuente de poder y notablemente es una voz sin cuerpo, una voz que no parece provenir de persona alguna. De  este modo el derrotero planteado en el libro como unidad compacta se cierra en forma de broche planteando a la vez nuevos enigmas.

     El sentido de desamparo, la dureza en los vínculos familiares, la penuria de la escasez económica, el peligro como amenaza en un mundo hostil, la injerencia  demoledora de lo político - social son algunos de los ejes temáticos abordados por la autora en estos cuentos en los que prevalece la aventura de narrar historias calibradas en su justa medida por la tensión y distensión que nos brindan la oportunidad de participar de una atmósfera inquietante y,  sobre todo,  nos otorga el privilegio de adentrarnos en la belleza de lo terrible.



Gloria Oscares Es poeta, narradora, Coordinadora de talleres de escritura y Psicóloga Social. Ha publicado los libros de poemas “No sé entonces” y "La brisa ancha" . Ha participado en varias antologías de poesía, entre las que se encuentran: Poesía Argentina de Fin de Siglo-Selección Lidia Vinciguerra-Editorial Vinciguerra-; ha integrado la Antología Concurso Nacional de Poesía-Año Internacional del Che (2da. Mención) (Jurado compuesto por: D.Bellesi, J. Bignozzi,J. Boccanera, D.H.Helder, V.Redondo, M.Rosemberg, J. Villafañe y J.L.Mangieri). También tiene cuentos y poemas publicados en revistas literarias nacionales y  extranjeras. Dirigió la revista Molinos de Viento y actualmente realiza su Colección Pohésys, de edición de autor. Ha recibido numerosos premios por su obra poética entre los que podrían mencionarse Concurso Nacional de poesía FUBA, Ediciones SUM de Poetas y Narradores y el de la Fundación INCA, asimismo ha participado en recitales y eventos culturales en el país y en el extranjero.  Su obra poética se ha difundido en el país y en el extranjero.

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