Una aproximación al
libro “Feminalumbre” por Irma Verolín
Existe
un concepto que sostiene que, cuando las personas se unen bajo un interés común,
generan algo a lo largo del tiempo que se llama egregor. En términos modernos esta palabra de origen esotérico vino a encontrar su
equivalencia en lo que hoy se designa como campos de energía o campos de
conciencia. El biólogo Ruper Sheldrake
los bautizó campos morfogenéticos. Cuando
la integración de los miembros se potencia y cuanto más
intensa es la búsqueda del objetivo, mayor poder tiene ese campo de conciencia.
Me refiero a un plano virtual que es la
matriz del mundo. Este pensamiento fue
el primero que se me cruzó antes de enfrentarme a esta suerte de mapa de diversidad de voces
estéticas. Más allá de las estéticas individuales quise descubrir cuáles eran los canales internos que conectaron esta diversidad para que se produjera el trabajo comunitario.
Pero primero voy a ocuparme mínimamente
del trazado general de obra de cada poeta.
BEATRIZ ARIAS:
Poesía
atravesada por una impronta de registro
melancólico. La mirada poética hace énfasis en un paisaje interior que
encuentra en el escenario del mundo su correlato. Las imágenes parecen armarse en función del recorrido de
la mirada. También hay una dimensión de la memoria que deja traslucir un tono
de nostalgia, lo que finalmente demarca
el ya citado tono de melancolía.
Interesa profundizar el modo en que se gesta la imagen. Palabras como recuerdo, memoria, legendario hacen
contraste con sustantivos muy materiales y concretos. Pero, al mismo tiempo, se
percibe la construcción de una suerte de espacio imaginario, una dimensión
personal donde esa materialidad alcanza un nivel simbólico.
Poesía de marcado corte existencial, hay al
menos dos poemas donde se evidencia una búsqueda de la definición del yo. De lo
dialógico del primer poema se sostiene el recurso a través de apelaciones,
giros verbales o preguntas dirigidas a un interlocutor o interlocutora. La
tensión poética está planteada en la interrelación e intercambio de voces.
Palabras claves: imaginar, soñar (esa otra
dimensión que se aspira alcanzar) Tensión entre dos espacios, el real, áspero y
el idealizado, brillante. En esa tensión se extienden gran parte de los poemas
incluidos en esta antología. También el pasado perdido aparece como el lugar
opuesto a lo real, en la categoría de lo brillante.
ESTELA BARRENECHEA
El primer poema
establece un diálogo con una mujer ausente, por lo que el conjunto de poemas en
esta antología se convierte en una ofrenda a ella. La necesidad del diálogo
pone a la poesía en un lugar de interlocutora. Lo que luego se suma adquiere
entonces un tono de confesionalidad. La estructura del diálogo se mantiene en
los poemas siguientes. Cada poema se abre hacia otro que va mutando su
identidad. También el yo desdoblado se
convierte en interlocutor.
En principio el espacio textual aparece como
un lugar de enunciación de propósitos, luego irrumpe la poesía. “Deseo de mar”,
un poema potente en su aproximación a lo intangible. Y nuevamente surge lo
conceptual, el texto como espacio de
manifestación de ideas que acerca la estética a la llamada poesía de
pensamiento. Y a la vez, en un poema como “La flor” la poesía se presenta a la manera de un correlato de cierta línea pictórica que le ha otorgado a determinados elementos la trascendencia a
través de la mirada y el entrecruzamiento de la luz. Al modo de una propuesta
de la escuela impresionista el poema intenta captar la fugacidad. Y no puede dejarse de lado la presencia de la
naturaleza como fuente disparadora del discurso poético.
MARÍA ESTHER CHAPP El
mar aparece como vínculo, conexión en tanto es el camino o canal de acceso a la
tierra, tránsito de la inmigración. Un
fluir del movimiento de la memoria, de la proyección de cuerpos y almas, historia y trayectoria de una estirpe
familiar. La constelación familiar se
impone como materia poética y alcanza esplendor. La enumeración retórica es el mecanismo
que le permite abarcar un amplio espectro del universo representado creando así un clima emotivo. El movimiento
es hacia atrás en la prefiguración de la construcción de una identidad, en ese
remontar el tiempo, llega incluso hasta
la niña. El trabajo rítmico escoge el verso corto que le otorga al poema
vitalidad, fuerza, definición y se amolda a ese delicado, laborioso y vibrante
trabajo de reconquista de un entramado familiar. No está ausente el metaverso en tanto
sustento de lo demás, de esta forma la
poesía en su ir y venir en la
reconquista y la pérdida se pliega sobre sí misma con un movimiento espiralado
que busca el centro.
LILIANA LAPADULA
Ya
desde la elección de los títulos de los dos primeros poemas aparece una clave:
“Contraimagen” y “Figura y fondo”; la captación de la imagen, lo que puede ser
visto y enfocado encuentra en el poema su alto valor simbólico. Detrás
de cada poema parece replegarse un gesto reflexivo sobre la vida misma dando la impresión de que el poema encierra
una clave. Hay en algunas imágenes el señalamiento de lo que se esconde, lo
oculto detrás de visible o aparente.
Pero también opera el tiempo que deja su “huella”, por lo que lo visible
deviene en presente y lo que está detrás es el pasado. El concepto de misterio sobrevuela los
versos. Y a veces brota el descubrimiento como una revelación de lo oculto,
surge con esplendor como en el poema “Luz ocre” que termina con “Hay vida allí/
hay otros que respiran”. Pero el misterio subsiste, nunca se termina, por eso
en el poema “La sequía” resaltan dos versos: “¿un indicio? ¿Un mensaje? (ver si
hay algunos otros versos con signos de pregunta). Poemas en los que aparecen
varios planos porque lo que se oculta necesita su espesor. Ocultar y descubrir: dos extremos
que ponen en tensión el texto creando un repertorio que luce sus variadas
facetas. El último poema “Oquedad” está compuesto solamente por dos grandes
preguntas. La pregunta opera en función
de llave o bisagra que permite salir de
lo desconocido para abrirse a alguna clase de revelación.
MARIA ELENA ROCCHIO: Nos
topamos con un primer poema centrado en el yo. El sujeto de la enunciación se
recorta en primer plano. Y sorprendentemente en el segundo poema da un salto
hacia lo más grande: el Cosmos. En el tercer poema el yo se afirma en medio de
una totalidad. La línea poética se
visualiza con claridad, hay un yo individual frente a su opuesto, el Cosmos o una multiplicidad de
seres, en esa relación se balancea en busca de una autodefinición y de un constante auscultar lo existente. El juego no
cesa en ese deslizamiento entre la
propia interioridad y el mundo exterior. Rastros de poesía amorosa, la
figura del amado de un modo aludido. El recorrido prosigue en esa búsqueda que
toca cada uno de los elementos en una trayectoria que amaga ser infinita.
También está presente el discurso dialógico con la propia tradición literaria a
través de figuras como Rimbaud o Lorca dentro del cuerpo del poema. Y de pronto en la página noventa aparece el
mar como para sellar la mención de los mares que fueron fluyendo a lo largo del
libro. En el poema V (pag 93) se evidencia este tironeo entre los material y lo
inaccesible, entre el yo y la totalidad. A veces el recorrido poético se desintegra o alcanza un climax al dar un salto hacia lo absoluto. Dos fuerzas en tensión han hecho posible esta poética.
Dije anteriormente que me propuse encontrar el
elemento que aglutinara plasmando en el
texto la ley de integración a la que aludí antes, sí nos atenemos a este
concepto la construcción de campos mentales a través de la experiencia de un
trabajo en común necesariamente tiene que expresarse. Predispuesta a detectar el orden interno que gestó esta obra colectiva,
intenté rastrear las líneas subterráneas que conectan los mundos poéticos. Hay un elemento que atraviesa varios poemas, un elemento que considero que, respondiendo a
esta ley de las organizaciones colectivas,
es común a las cinco autoras y que creo haber encontrado y se trata del mar. Veamos.
Arias:
(pag
13) y marineros pag 9, puerto pag 11, mar pag 12. Océanos, cuentos marineros
pag 15, el mar pag 17 y allí “El mar es una larga carta de regreso”, pag 20 el
mar).
Barrenechea Mar, pag 28
“Deseo de mar” El mar pag 30
Chapp, En Chapp el mar
aparece prácticamente como un escenario donde se desarrolla la mayoría de los
poemas.
Lapadula “Tempestades” pag 78 El soplo,
pag 69, “pleamar” “naufragan en mares de ajenjo” pag 73, “mares
infinitos”, pag 74.
Rocchio Pag 90 “Yo tuve
el mar” Poema XX
Pensemos
en la simbología universal del mar: idea de la existencia, de la totalidad del
Universo, el movimiento titubeante del mar en la orilla podría considerárselo
una metáfora de la ininterrumpida
oscilación de nuestra vida. La
desconocida profundidad del mar con sus espacios inexplorados, una zona incógnita que es parte de lo que somos. La inconsistencia y penetración del agua en
sus múltiples manifestaciones nos habla del período prenatal . También el mar,
vastísimo territorio, nos refiere lo
inaccesible, lo inabarcable, lo que nos supera. Sin embargo desde una visión estrictamente
ligada a nuestra identidad nacional el mar tiene a su vez una significación
definitoria, no ingenuamente alguien dijo que los argentinos somos hijos del
mar o hijos de los barcos, hay una novela de Gloria Pampillo “Costanera sur” en
la que ella habla del agua y de su condición movible y cambiante y lo relaciona
con nuestro carácter de argentinos, que supone ser hijos del tránsito, de lo
intermedio, no ser de aquí ni de allá, poetizado en los versos de María Chapp y
estratégicamente ubicados en la mitad geográfica del libro. Todo libro como artefacto se concibe aún desde
lo inconsciente con una organización, cierta crítica de análisis literario nos
pide que observemos el inicio, el final y el centro de cada texto. Siguiendo
esta sugerencia diré que si nos detenemos a mirar el final de esta antología, notaremos que para
cerrar -como si esta trayectoria que se ancla en el mar no fuera suficiente- Rocchio presenta al mar como una apropiación.
Y resulta curioso, la segunda poeta, Barrenechea, tituló un poema “Deseo de mar”
daría la impresión de que se estableciera una trayectoria dentro del volumen
entre lo que se ansía y lo que finalmente se obtiene cuando Rocchio titula su
poema “Yo tuve el mar” y en el centro la apoyatura más potente que es el mar
como espacio del poema trazado por la poética de Chapp, ya que el escenario de
la mayor parte de los poemas es el viaje
de sus ancestros emigrantes. La trayectoria se describe desde “El deseo de
mar”( Barrenechea) el tránsito por el mar. (Chabb) y la obtención del mar, (Rocchio). Me refiero
a una trayectoria límpida que diseña el derrotero de un estado de la psiquis
humana que se resume en el deseo como disparador de la acción, la acción
concreta y la realización final de ese deseo.
Como
ya he dicho toda creación que duplica el mundo genera su
propio sistema, crea sus leyes particulares, este libro no podía ser la
excepción, yo creo haber encontrado al
menos uno de esos vasos comunicantes de
los muchos que deben estar allí, listos para ser descubiertos. El libro seguirá
produciendo sus sentidos con cada lectura y abriendo zonas de interpretación
tan amplias e inabarcables como el
mismísimo mar.