Espiral de Saraswati

Mostrando entradas con la etiqueta Ensayos y críticas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Ensayos y críticas. Mostrar todas las entradas

lunes, 8 de mayo de 2017

OSVALDO MAZAL Y CAROLINA REPETTO: APROXIMACIÓN CRÍTICA A LOS TEXTOS DE IRMA VEROLÍN

Sobre la lectura de textos de Irma Verolín:

En los últimos días Carolina Repetto y yo venimos leyendo con placer una serie de textos -tanto antiguos como recientes- de Irma Verolín. Nos referimos al libro de relatos “Hay una nena que gira”, a poemas y relatos a los que es posible acceder a través del blog: 
 (https://irmaverolin.blogspot.com.ar/), y a otros textos que pudimos recabar vía navegación por Internet. Esas lecturas nos sumergen en un mundo en el que en especial Irma y las mujeres de su familia parecen arremolinarse junto a nuestra piel y revivir todo el tiempo, precisamente por la eficaz insistencia de esos textos en darles vida para siempre. Con un procedimiento aparentemente simple: Afilar la memoria como si se le sacara punta a un lápiz, día tras día, noche tras noche. A fuerza de no contar con otra cosa, de acercarse a la muerte sin demasiado cuidado, es preciso avivar lo acontecido.
Si uno acordara que una de las más esenciales dimensiones que define las condiciones de posibilidad de la escritura literaria es la dialéctica entre la pérdida y la recuperación, siempre mediada por el olvido y la memoria (esas ingratas proles del tiempo), en estos textos esa dialéctica está expuesta sin miramientos y con gran despliegue: todo es pérdida aquí, y todo aquello a lo que accedemos en la dimensión de esta palabra, es improbable y dolorosa recuperación de esa pérdida. En los fragmentos de Irma accedemos a la escenificación siempre repetida de una transformación del pasado (incluso del presente que sólo como pasado puede recuperarse) en un acontecimiento presente y encarnado, en el que vienen a nosotros, fundamentalmente, las mujeres de la familia y del barrio, que se asoman al abismo, comparecen ante el gran agujero de este patio que se columpia en el aire, por eso sus cabezas cuelgan del aire sobre la cima de la pared medianera. En esta fuerte dimensión “familiar y barrial” de su literatura, Irma parece escribir a cuatro manos con sus muertas queridas. Desesperanza, miedo, tristeza, desamparo, humor, grotesco y piedad son convocados pero a la manera de equívocos mimos que el mundo paradójicamente nos hace para alimentar nuestra lucidez (una fuerza machacaba para que yo tomara conciencia, escribe Irma), lucidez acerca de que en la vida –y en la lectura- sólo nos llegan de las cosas y de los seres cintiladas fugaces, reflejos indirectos, refracciones mínimas: Claridades, en el fondo de la calle unos revoltijos de luz, parece que una mano invisible estuviera oscilando y oscilando, lejos, allá adelante.
Los momentos más altos de la poesía de Irma están, como sucede también en sus relatos, en la intimidad de las cosas cotidianas. Hay una forma de ver –una mirada a la vez inocente y rebelde, y muchas veces lindando con lo absurdo- que es siempre pequeña, cercana, atenta, sobre objetos, mascotas, humanos. Pero sobre todo en relación con los discursos que en esa cercanía se distorsionan para mirarlos mejor.  Hay un engarce voluntario de ciertos lugares comunes, de los dichos, del lunfardo porteño, en boca de mujeres que observan las idas y vueltas de un destino previsible munidas de la coraza que lo heredado forma. Lo heredado en forma de discurso, de palabras que protegen contra la angustia o la soledad.
Esas características van conformando una suerte de lúcido "realismo íntimo", donde lo íntimo está relacionado con las cosas y situaciones que viven al alcance de la mano y de la escucha, y que son resignificadas e intensificadas en su escritura. Irma camina en un filo de acero. De este lado, el hecho estético, del otro lado todo aquello que tiene la apariencia de lo banal. Pero el de la banalidad es un espacio con el que los textos de Irma coquetean pero nunca caen. (El mismo equilibrio que Verolín mantiene en otro de los filos por los cuales transita, el de las experiencias más densas de la saga familiar: la fuerte carga tanto autobiográfica como dramática de estos textos jamás se despeña en el abismo de un “narcisismo familiar”). La presencia de la banalidad, en vez de ser una desventaja, un disvalor, se vuelve un valor agregado, porque configura un riesgo de caída que vamos percibiendo, y que sin embargo no se produce. Se trata de una escritura que guarda este secreto y allí tiene su atractivo: el juego con la materia explorada es peligroso, porque podría contagiarse del terrorífico lugar común. Sin embargo, las palabras se sostienen, como decíamos, engarzadas en una inefable ironía, en un humor que juega, que hace juego, con la melancolía, que es explorada en los rincones más cotidianos, porque allí se esconde.
Así desfila ante nosotros –entre nosotros- la bisabuela que, aterrada, a los ocho años tuvo que degollar su primera gallina, y después para ella el mundo se convirtió en una larga marcha hacia la temida meta final, una especie de proliferación infinita de cabezas de animales degollados, maldición que se convierte en familiar: la vida de cada uno de nosotros avanza hacia alguna parte, la de las mujeres de mi familia ha ido en una sola dirección: hacia ese sitio que intentamos esquivar. Y esa abuela que repite y repite lo que todos ya saben porque necesita convencerse de que tuvo una vida, y que luego, en su locura final, pregunta obsesivamente “qué día es hoy”, y con ese gesto mínimo pero que repiquetea en las cabezas de las mujeres presentes, las demuele: Y la idea del tiempo que arrasa con nuestra vida volvió a arrasarnos los pensamientos.
Y la madre, muerta tan a destiempo como el padre, con su vestido amplio, lujurioso, que usaba para disimular la distancia enorme que la separaba del mundo, y ese ruedo vibrante que volaba al viento, la madre que se asegura de dejarle a la narradora unos zapatos nuevos, gracias a los que nada malo podría pasarle en la vida cuando ella ya no estuviera, y a la que el simple hecho de vivir fue enflaqueciendo, la convirtió en una pequeñez que titila en una lejanía inmensa. Por eso, dice la narradora,  la palabra “madre” es demasiado grandota para alguien así. Eso no obsta para que, cuando muera,  la felicidad deje de estar viva y se convierta de una vez por todas en una triste palabra
Y el padre, sola su alma entre todas las mujeres, que vivía preparado para la guerra, y al que parado en el patio el cielo lo llamaba. Y que, observado desde arriba, papá ha debido parecer un pequeño punto blanco encerrado en un cuadrado que, siguiendo la ley primordial del Universo, da vueltas o gira, gira, gira.
Y finalmente la narradora/poeta, ésa que ya se trajo a sí misma ante nosotros junto con todas las otras mujeres. En ella, a la manera de otra escritora que para Verolín es casi de la familia, Alejandra Pizarnik, conviven en la mirada, por una parte una inocencia siempre dispuesta a mirar como por primera vez (como reza el texto de Pizarnik utilizado como epígrafe por Verolín en su primer libro de relatos: Y sobre todo mirar con inocencia, Como si no / pasara nada, lo cual es cierto.), y por la otra una disposición a mirar con penetración e insistencia, enarbolando un proyecto de rebelión frente a la inasibilidad del mundo, a su absurdo. Como también lo deseó Pizarnik: Una mirada desde la alcantarilla / puede ser una visión del mundo / la rebelión consiste en mirar una rosa / hasta pulverizarse los ojos. Es así que los textos de Irma Verolín nos colocan todo el tiempo con maestría, tanto en su lúcida inocencia como en su rebeldía cósmica, frente a la inminencia -diría Borges- de una revelación que jamás se produce.
                                                                          Osvaldo Mazal- Carolina Repetto


            



Osvaldo Mazal: nació en Posadas, Misiones. Argentina, el 20 de abril de 1955. Se recibió de ingeniero civil en la UBA  y de licenciado en letras y magíster en semiótica discursiva en  la Universidad Nacional de Misiones. Actualmente es Profesor de Teoría Literaria en la Unam. PublicóMundos- Diálogos-Silencios” (Coedición Libros de Tierra firme y Editorial Universitaria de Misiones), mereció el 2º Premio de Poesía del Fondo Nacional de las Artes en 1993, y participó en varias antologías de poesía. En 1993 y 1996 le fue otorgado por la ciudad de Posadas el Premio Municipal de Letras “Arandú”, primero como autor inédito y luego por la obra editada. Como productor y conductor de programas radiales, entre los años 1994 y 1998 ganó cuatro premios Martín Fierro, otorgados por APTRA en el rubro cultural-educativo para el interior del país, por su programa literario De Cronopios. “Darwin poeta” es su primera novela.


Carolina Repetto: Licenciada en Letras (UNaM), Magister en Literaturas Española y Latinoamericana (UBA) y Doctoranda en Letras (UNLP), con un proyecto sobre el devenir teatro en la obra de Leónidas Lamborghini a partir de manuscritos de Trento.
Es profesora titular de Literaturas Europeas y de Introducción a la Literatura en la Universidad Nacional de Misiones, donde dicta un seminario de Crítica Genética. Ha obtenido la Beca Saint Exupery y la Beca de la Región de Vienne (Francia) como investigadora invitada en el CRLA/Archivos, Poitiers (Francia). Dirige desde 2012 el proyecto de investigación “Un Mundo Escrito: Construcción de un espacio virtual-institucional para archivos de escritores de Misiones” (UNaM) y es la responsable científica por la UNaM del Proyecto “Teoría, metodología y práctica de los archivos digitales: adaptación y aplicación a los archivos literarios latinoamericanos”, en conjunto con el CRLA (Universidad de Poitiers).





viernes, 17 de mayo de 2013

CARLOS ANTOGNAZZI: APROXIMACIÓN AL UNIVERSO NARRATIVO DE SU OBRA






                                    LA AMBIGÜEDAD Y LO EXTRAÑO


A la manera de la comedia humana de Balzac, el mundo de García Márquez o en el entramado de relatos del propio Saer, el universo compacto trazado por la obra de Antognazzi se dispersa en situaciones y personajes que se van desarrollando a lo largo de distintas obras, se diría que  las historias se van completando a través del tiempo en una serie de relatos que da la impresión de no concluir nunca, dejando así la evidencia de que  la solidez de la gran estructura reposa justamente en esa coherencia, en ese estado de compactación  que  suele ser una de las exigencias para construir un universo que se sostenga por sí mismo. De este modo el bicho, un gran animal marino –en algunos relatos indicado como ballena-,  que un buen día es descubierto en la playa para sorpresa y luego entretenimiento de todos, vuelve a ser el eje de un nuevo relato en otro libro o la pareja un tanto perversa que vive en  una localidad de la costa  reaparece como parte de un relato en el que se ahonda su perfil de personajes. Esto está rubricado en varios gestos: la aparición de dossiers que hablan del proceso de producción al final de cada libro, textos que dan cuenta de versiones anteriores de los relatos contenidos en los libros, reconocimientos que hablan además de la relación entre escritura y vida, cruces de unos textos con otros, o su vinculación con el sistema literario o el aparato editorial que   manifiestan una intención de totalidad en la factura del objeto libro que se corresponde con la voluntad expresada en este “sin fin” de los relatos, planteados como un sistema inacabado que promete redondearse infinitamente.
  La presencia del agua  es en los relatos de Carlos Antognazzi un elemento del paisaje que incide en la trama  y afecta el desarrollo de la historia. Por momentos hay algo irreal en el paisaje y no sólo por el empleo de la técnica del extrañamiento sino porque el agua en sus diferentes formas (río, mar, océano, lluvia) adquiere un valor simbólico, ese bicho que aparece ante la vista de todos en la playa no podía sino provenir del agua si confiamos en la coherencia de este peculiar universo narrativo. Podría pensarse que el tratamiento del paisaje hay un gesto pavesiano: Si la colina es en los relatos de  Cesare Pavese el lugar mítico, lo es en la misma medida el río en los de Antognazzi. A través de la imagen del río se funda un espacio con leyes propias, leyes que se van consolidando, perfeccionando en cada libro a lo largo de un tiempo prolongado. El río oculta y devela. El río es un espejo: “Se entretenía observando su propia figura reflejándose en el mundo líquido del río” (1). El río permite construir la propia identidad, ya que verse reflejado en un afuera no supone sólo mirarse sino reconocerse en una individualidad a través de la percepción de la propia imagen. El agua en su movimiento cubre, oculta o delata. Es el movimiento de la vida misma que realiza sin interrupción dos acciones: Encubrir- descubrir. A esa fuerza no manejable ni previsible están sometidos los personajes. Entonces el espacio del relato es un espacio en continua transformación, determinado  especialmente por el agua que se mueve, que da y despoja según sea su ir y venir.  La clásica antítesis “ciudad- campo”, parece ser reemplaza en estos relatos por “ciudad- río”. Digamos entonces que el espacio de lo que no es ciudad está dominado por la presencia del río. O en todo caso el océano que tiene la misma función que el río. El río ha  bajado, ha dejado de ser río desapareciendo de improviso y al hacerlo ha puesto en  la luz lo que antes fue ocultado. El océano en su proceso de retroceder amenaza con la destrucción completa, la ausencia de la vida misma. Algo similar a la  falta de lluvia planteada como amenaza en “Llanura azul”.
El río que usualmente muestra su perfil piadoso, calmo,  es una presencia positiva en este universo de los relatos de Antognazzi, tanto es así que la inminencia del Apocalipsis está marcada por su ausencia. Ese río muerto es acaso  la carencia de vida, gente como sonámbula, espectros que van, un pueblo, los desposeídos. Aquí el río seco  de alguna forma puede funcionar como metáfora del país.
    La ineludible presencia del agua  -río, mar y otras variantes- nos lleva a sentir que los personajes se mueven en un mundo acuoso, sometidos a las cualidades de lo líquido: fluyen, flotan, pierden su voluntad frente a la morbidez que los contiene. En todo caso en el mundo de estos personajes la vida tiene el movimiento oscilante de un río con subidas y bajadas, de un mar que amaga y retrocede, los personajes sujetos a ese vaivén, saben que están doblegado a esa constante que no depende de ellos.
Con demora, lentitud y el tiempo suficiente para meditar las decisiones los personajes se enfrentan a un hecho ineludible, abandonar el espacio familiar, ya sea porque se transfigura o porque  se  ha vuelto expulsivo, para ocupar otro  que es desconocido  y que tiene el sello de lo ajeno. Los personajes presencian el cambio con cierto estupor. En este sentido el enfoque se aleja del regionalismo clásico donde el terruño es aquello poseído, lo propio, lo incanjeable e inajenable. En el universo de los relatos de Antognazzi,  el lugar de pertenencia aunque  al principio tenga la huella personal y refleje la identidad,  resulta arrebatado por lo general mediante la decisión del personaje porque no tiene otra opción que la de partir.  Lo propio se vuelve ajeno en virtud de una transformación del paisaje. Mar en retroceso, río en bajante, casa invadida por los médanos,  así que con frecuencia, con mucha frecuencia hay que dejarlo todo para irse. A veces se trata de otra clase de huida, el viaje –en moto, bicicleta, piragua- indica el abandono de una etapa de la vida, niñez o adolescencia, como una forma más de extranjería.
  No es casual la alusión al director de cine  Roman Polansky en uno de los relatos de “Cinco historias”.  La  estética de Polansky  puede ser una clave para desentrañar la propuesta literaria de esta extensa obra.  Ciertos rasgos como lo tortuoso, lo amenazante pero presentados al sesgo, ocurriendo  con suavidad, delicadeza, con absoluta ambigüedad,   vale decir sin perder su escozor, como en  un segundo plano que acecha todo el tiempo la lisa tersura del primer plano y da la impresión de que en un  desplazamiento trágico puede pasar a  ocuparlo completamente. Y lo interesante es que esto nunca ocurre.
 La obra de Antognazzi  bien podría ubicarse en lo que tal vez se llame un “realismo extraño”.  Un realismo que se escapa de su marco y avanza hacia lo infrecuente para mantenerse en el borde. Lo extraño puede surgir no sólo por el retroceso del mar o la bajada del río, por un animal instalado fuera de su hábitat, por dos lunas que caen contra la tierra o la amenaza de raros seres llamados “gorgones” sino  por la elección del tono del relato y en el tratamiento de la historia, en la forma de presentar a los personajes y resolver los conflictos. Ese desplazarse tocando fondo sin ponerlo al descubierto es un plus que enriquece los relatos. Lo extraño es llevado a su máxima expresión en la situación de verse desalojado del propio lugar, la pérdida de la pertenencia se transforma de ese modo en el emblema de lo no familiar. De alguna manera se refiere a un mundo en continua disolución que deja extraviados a los personajes quienes en verdad son extranjeros en su propia existencia. Pero lo extraño adquiere muchas vestimentas en sus múltiples matices: edificio con características muy particulares que es también un mundo en sí mismo y que como el mar impone sus condiciones, a la manera de un gran ser que domina (2) o unos libros ofrecidos en consignación que se vuelven valiosos por su escasez y de un modo fortuito perjudican al vendedor (3),  o de formas que alguien reproduce en este y en  otro continente sin explicación (4). Entre  estos dos márgenes, el de lo fantasmal y el de las certezas orillea  constantemente sin anclarse en ninguno  y  es ese ir y venir inestable el que le otorga a los textos su magia y su perfume, la necesaria dosis de incertidumbre que los hace literarios.  Va y viene, se difumina, juega con la imprecisión, deja flotando la acechanza que no termina de disolverse pero que tampoco da la batalla final, lo que hace del texto un espacio de riqueza de significados, borra sus orillas evocando infatigablemente un más allá, un más acá, una posibilidad de impensados sucesos.
Este es apenas un intento o tal vez un punto de partida para futuros enfoques  que no logra abarcar una obra extensa y valiosa que se configura en sí misma con una serie de  marcas y hallazgos propios que la recortan  y destacan dentro del conjunto de producciones literarias de la Argentina actual.


(1)   de “Cinco historias”: “El lento abrazo del mar” pag. 83
(2)   De “Cinco historias”. “La construcción del imperio” pag 11
(3)   De  “Mare nostrum” “Un artista de la inmortalidad- pag 75
(4)   De “Interludio”  “Donde el río termina”, pag. 81

  Bibliografía:
  “Al Sol”- Asociación santafesina de escritores. Santa Fe 2002
  “Cinco historias”- Ediciones Tauro- Santa Fe 1996
  “Interludio”- Ediciones Tauro- Santa Fe 2010
  “Mare nostrum”- Ediciones Tauro- Santa Fe 1997
   “Llanura azul"- UNL- Santa fe 1992.




Carlos O. Antognazzi nació en Santa Fe (Argentina) el 14 de mayo de 1963. Reside en Santo Tomé.
Publicó los libros Historias de hombres solos (Cuentos, 1983), Punto muerto (Cuentos, 1987), Ciudad (Novela, 1988), El décimo círculo (Cuentos, 1991), Llanura azul (Novela, 1992), Narradores santafesinos (Ensayo, 1994), Apuntes de literatura (Ensayos y entrevistas, 1995), Cinco historias (Nouvelles, 1996), Mare nostrum (Cuentos, 1997), Zig zag (Cuentos, 1997), Road movie (Cuentos, 1998), Inside (Poesías, 1998); Al sol (Cuentos, 2002); Arte mayor (Poesías, 2003), Los puertos grises (Novela, 2003); riverrun (Poesías, 2005); Señas mortales (Novela; Castalia, Madrid, 2005); Triplex (Nouvelles, UNL, 2008); Ahab (Poesías, 2009); Interludio (Cuentos, 2010); Leve aire (Poesías, haikus, UNL, 2010); Las estaciones (Poesías, 2012).
Obtuvo los primeros premios «Diego Oxley» 1984; «Mateo Booz» 1985; «Nacional de cuento» 1986; Nacional de cuento inédito «Más Allá» 1987; «Anual de novela» 1987; «Trayectoria destacada» 1988; provincial «Alcides Greca» 1992; internacional «Felisberto Hernández» 1993; «Los destacados» 1994; «Santo Tomás de Aquino» 1997; nacional «Juana Manuela Gorriti» 1997; «Instituto Argentino de la Excelencia, IADE» 1997; nacional «Olegario Víctor Andrade» 2000; provincial «Mutual de los integrantes del Poder Judicial de Santa Fe» 2001, ASDE-Lux 2002; «Instituto Argentino de la Excelencia, IADE» 2003; XII Premio «Ciudad de Huelva» (España, 2003); VII Premio «Tiflos» Novela (España, 2004); Premio SATO 2005 (Rotary Club); provincial «Alcides Greca» 2007; interprovincial «José Rafael López Rosas» 2009.
Fue finalista del Premio Nacional de Literatura de la Secretaría de Cultura de la Nación, promoción 1993-1996, por Narradores santafesinos, rubro “Ensayo Literario y Crítica Literaria”; del premio de novela fantástica “Tristana” (Ayuntamiento de Santander, España, 2004); del premio "Vivendia" (Guadalajara, España, 2006), del premio internacional “Crepúsculo” 2007 Y 2010 (Fundación Tres Pinos y UBA, Buenos Aires), y nuevamente del premio de novela fantástica “Tristana” 2008 y "Tristana" 2010. Obtuvo, además, numerosas menciones.
En 2004 fue declarado «Santafesino Destacado» por el Honorable Concejo Municipal de la ciudad de Santa Fe.
Fue becario del Fondo Nacional de las Artes, la Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Santa Fe, del Gobierno de España (CEULAJ, para asistir al Primer Encuentro Iberoamericano de Escritores Jóvenes, en Mollina, Málaga) y del Gobierno de Venezuela (CONAC, para asistir al Primer Taller Internacional de Jóvenes Escritores Latinoamericanos, en Barquisimeto). En 1997 obtuvo, también por concurso, el “Subsidio a la Creación Artística”, de la Fundación Antorchas, para editar Road movie.
Cuentos suyos fueron traducidos al italiano y al inglés. Algunos circulan en Internet. Integra antologías en España, Estados Unidos, Italia, México y Argentina. Ha dado conferencias y presentado ponencias en congresos y encuentros de escritores. 




miércoles, 6 de julio de 2011

MI MADRE SOBRE TODO- Antología de relatos


A continuación transcribo la reseña escrita por Beatriz Vignoli y que se publicó  el 6 de julio de 2011 en el diario Página 12 de la ciudad de Buenos Aires.


CULTURA / ESPECTACULOS › LITERATURA. MI MADRE SOBRE TODO, DOCE RELATOS DE FICCION, AUTOBIOGRAFIA Y ENSAYO
El cuento contado una y otra vez
Marta Ortíz y Gloria Lenardón son las compiladoras de estas narraciones que publicó Editorial Fundación Ross, y que convocó a autores capaces de abordar "lo almodovariano" y por eso, de "salirse del estereotipo de la santa viejecita".

  Por Beatriz Vignoli

En un juego de palabras con el título de la película española que Pedro Almodóvar dirigió en 1999 (Todo sobre mi madre), Editorial Fundación Ross abrió a fines del año pasado su colección Narrativas Contemporáneas con una antología que promete bastante, si no todo, sobre el tema fundante por excelencia: Mi madre sobre todo. Bajo ese título común (al que un exceso de asociación libre podría hacer pensar que acaso evoque también con ironía la tristemente célebre consigna totalitaria Deutschland über alles), las compiladoras Marta Ortiz y Gloria Lenardón, quien se ocupó de producir y editar para la misma editorial un libro por las Madres de Plaza de Mayo, reunieron doce relatos de ficción, autobiografía y ensayo, pero principalmente cuento. Las sugerentes fotografías de Cecilia Lenardón, quien también creó la imagen de tapa y contratapa del siguiente título de la colección, El río en catorce cuentos, prometen una selección de textos, reunidos a pedido, que transitarán registros entre lo lúdico y lo siniestro. "Algunas cosas sí sabíamos que existían, y otros textos fueron escritos a pedido, como el de Barquero, que es un excelente texto", relató a Rosario/12 la compiladora Marta Ortiz, quien reafirma la intención expresada en el prólogo de buscar autores capaces de lo "almodovariano" y de "salirse del estereotipo de la santa viejecita".

"Madre hay una sola, y justo tenía que tocarme a mí", es el chiste que reconstruye y descontractura Angélica Gorodischer en la única pieza cómica de la antología, un ingenioso y chispeante monólogo perfectamente digno de la gran comedia stand up, donde baja línea feminista de vanguardia en tono alegre, aunque con un trasfondo amargo de reproche de hija contra una madre desatenta. "Madre no hay una sola", concluye la escritora luego de saquear el diccionario y toparse con tópicos como "la madre del vino". "Me gustaría poder decirte que la Madre del Vino es una señora rubicunda, sana, fuerte, redonda, risueña, que tiene una viña, que pisa la uva en el lagar, que prueba todo su vino antes de verterlo y sellarlo en botellas de vidrio azul...".
Por alguna razón (razón que tal vez les toque descifrar a los psicoanalistas), en los textos más autobiográficos o en los mejores del libro prevalece la escritura en torrente, como si para tocar el tema de la madre hubiera que hacer fluir la palabra sin puntuación. Así, en Visitas de 15 a 17, Jorge Barquero recopila los dichos maternos a la vez que reconstruye la experiencia de visitar a la madre en el geriátrico, experimentando con un estilo desbordado y alucinado que maneja con notable control. Nada en el relato parece sugerir que éste no sea una ficción, pero sin embargo el texto se diferencia del estilo más contenido y conciso de las ficciones del autor de Una fosa bajo los cipreses.
Similar velocidad adquiere cerca del final la epifanía con que culmina Tu madre bajo la nevada sin mirar atrás, un hermoso cuento en prosa poética perteneciente al libro El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan (2010) del escritor rosarino radicado en Barcelona Patricio Pron, quien logra entregar algo esencial que es inherente al vínculo entre una madre y su hijo: "y recordarás que en aquel momento pensaste que tu madre y vos tenían un arreglo y que ese arreglo consistía en que ninguno dejaría morir al otro mientras viviera, no importa qué sucediera, y te sentiste dichoso...".
Es de otra índole, mediada literalmente por la escritura, la intensidad afectiva de Como si fuera hoy, una crónica autorreferente de Osvaldo Aguirre, que también se deja leer como cuento y que evoca el amor filial al modo en que según Freud lo expresaba Leonardo Da Vinci: si éste era preciso hasta la exasperación en el inventario de cosas para el funeral de su madre, Aguirre se acerca a su madre viva que está escribiendo, y ella, "que jamás tenía errores", le da a corregir sus textos al hijo.
Pron trata algo que será recurrente en todo el libro: la pregunta por la madre como mujer, más allá o más acá de su función donde la feminidad queda reprimida. La respuesta que da el cuento negro de Mempo Giardinelli es cómica en su crudeza, y coquetea con el gótico al igual que las ficciones breves de Oliverio Coelho y Liliana Heer, que lo cultivan en sus versiones más claustrofóbicas: Coelho se mete de lleno con el Mal con eme mayúscula, mientras que Heer enhebra musicalmente una saga familiar.
María Teresa Andruetto e Irma Verolín trabajan con delicadeza y misterio en sus ficciones las difíciles y frágiles relaciones familiares, recurriendo a la teoría del iceberg de Hemingway que deja a la historia sumergirse bajo la superficie del relato. Guillermo Saccomano rescata al ícono materno argentino por excelencia en su relación benefactora con una madre viuda; Luisa Valenzuela es psicoanalítica a la letra en un relato mitad ficción confesional, mitad poema, mientras que Susana Szwarc recurre al teatro con una técnica magistral de cajas chinas para incrustar relatos dentro del relato que se vuelven infinitos como juegos infantiles, como el cuento materno contado una y otra vez.


                      

domingo, 27 de marzo de 2011

INÉS LEGARRETA: TRISTEZA DE VERSE LEJOS

 He leído tres de los libros editados por Inés Legarreta en forma correlativa, a medida que fueron apareciendo y debo decir que cada libro me pareció literariamente superior al anterior. Este es un hecho raro, Ricardo Piglia suele decir que en términos de creación artística no hay progresión asegurada. Sin duda Inés Legarreta parece ser la excepción que confirma la regla. Estamos frente a una escritora en el sentido más cabal de la palabra, leerla es participar de un concepto de escritura,de la elaboración de un trabajo exquisito, profundo, sutil.  Lo que sigue es una aproximación crítica a su último libro: "Tristeza de verse lejos",  que es un relato extenso  al que Legarreta cataloga de  "nouvelle",  para mí es una novela, quizá su extensión no sea la habitual para este género, pero "El amante" de Maguerite Duras no  es más extenso que este libro que sinceramente merece ser leído y releído.


LA EXPERIENCIA DE LO SUBLIME EN UN MUNDO CERRADO

  Hay una frase muy resonada en psicología que dice: “Bailar es la realización vertical de un deseo horizontal”,  esta frase alude lógicamente al deseo sexual. Aquí en su novela “Tristeza de verse lejos”, Inés Legarreta nos despliega situaciones en las que no es precisamente lo sexual a lo que se aspira sino que la premisa parece invertirse. Lo vertical que es la columna vertebral del cuerpo, el eje primordial que da forma a la estilización de la danza del tango, tiende hacia arriba, busca lo absoluto. Lo horizontal es el mundo,  ese otro escenario que está afuera del espacio mágico llamado  milonga. Ya desde el inicio de la novela la imagen del mundo es la del caos, es el infierno, dice la narradora y ese mundo se abandona enseguida, en la primera página se produce el pasaje al otro lado. Es casi un deslizamiento sin mediación, sin previo aviso. Del otro lado está la milonga, ese sitio mágico  que estaba allí listo para ser habitado, como la madriguera de Alicia en el país de las maravillas.
    La voz que narra merodea, busca, vacila, se pregunta, esa voz  también es un cuerpo  que se prepara para bailar. Hay un tono  tal vez de cuchicheo, de confesión apagada. El movimiento de la prosa es plástico. Es una prosa que baila, pero ajustadamente, sin el más mínimo desborde, sin detallismos, con mesura. La voz del narrador ronronea, masculla, un tono en voz baja, una voz con silencios, con omisiones justas, necesarias que le dan al texto un nivel absolutamente literario,  pareciera que hablar mucho significara de salir del código tanguero. La voz que replica habla de lo que escribe, de lo que va a escribir, de lo que quiere escribir y se plantea la imposibilidad de escribir con cierta pena o angustia. Es una voz ligera que se pregunta, flota, se sumerge. El tono de este relato no deja de sorprender, de inquietar,  se sitúa en el borde, da la impresión de estar marcado por el registro atento en parte fascinado y en parte huidizo de quien narra.  Se trata de un hallazgo literario, sin duda. Toda la novela es un acto de indagación sobre lo que se muestra y lo que se oculta y quien narra -la mujer que narra- está poniendo en juego mucho de sí misma al estar allí, al participar del entramado de las relaciones humanas que el acto de ir a bailar impone. En este proceso peligroso y atrapante, la narradora establece un contrapunto entre este mundo  al que ha ingresado con respecto al otro, al que dejó atrás: lo que se espera de la milonga y lo que se encuentra en ella.  Es sumamente significativo el movimiento de la mirada de la narradora que   observa desde afuera. Lo que ve es el movimiento externo de  los cuerpos y se empeña en ver también eso que está detrás, eso que intenta alcanzar, eso que se merodea que es un alto grado de significación, lo que ella persigue y busca interpretar con su mirada. “Nadie lo vio, nadie fue capaz de verlo así”, dice. El derrotero de una mirada insiste en profundizar con agudeza,  se empeña en atravesar lo que  se muestra en la superficie. Posiblemente con esto nos está diciendo que el acto de bailar es participar de un ritual delicado y majestuoso y eso,  inevitablemente, tiene su precio.
    Lo que constituye la masa del relato son esos cuerpos en el escenario privilegiado de la milonga. Pero esos cuerpos no tienen nombres propios sino apodos, han sido rebautizados (la reina, el amigo escritor, el flaco, la madama, los austríacos, etc.) Estos nuevos nombres han surgido por un rasgo sobresaliente de la conducta o del aspecto físico de los personajes, algo parecido a los alias de los grupos marginales de ciertos barrios, un nombre popular, un nombre social, no un nombre familiar, nombres que han nacido  cuando la imagen de la persona se socializó. Estos nombres escogidos  importan más por su función dentro de la figuración del drama milonguero que por su identidad fuera de allí. La necesidad de rebautizar, de renombrar a la gente  nos lleva a considerar que el haber ingresado en ese espacio implica  la pérdida de una antigua identidad y el nacimiento de otra, como si tomara de los mitos clásicos  los ciclos de muerte y resurrección que los caracteriza. Hay un solo personaje que   aparece hacia el final de la novela  que tiene un nombre de pila y  es Leonardo. No deja de indicar un indicio por ser el único nombrado de esta forma. Su origen nos remite al león: aquel que es fuerte y audaz como un león. Daría la impresión de que en este nombre se cifra el perfil del espacio de la milonga, ese sitio poderoso e inigualable.
    La estructura del relato es episódica, el recorrido de la mirada en su afán indagatorio, en su auscultación, en  su profundización le va dando un curso que acerca a la novela a los textos que siguen el modelo de la investigación y no del viaje.
    Pero qué es este espacio realzado por la mirada de la narradora, ese sitio llamado “la milonga”, que se opone por su rutilancia al mundo cotidiano que no entra ni en una milésima parte en él. Es ante todo un mundo regido por leyes propias, un lugar sublime que a la vez se maneja con un código básico, tribal, territorial. La narradora menciona constantemente la importancia de respetar estos códigos  -“los códigos de la milonga”, dice- dando por sobreentendido que están asentados, firmemente consolidados y que por supuesto exigen el  acatamiento de todos los que ingresan allí. Posiblemente el código de la milonga se asemeje al de un clan.  Sin ser del todo mafioso supone pertenencia o exclusión como dos instancias posibles y únicas, de modo que pertenecer es casi un imperativo de supervivencia, pero de la supervivencia del alma. Lo interesante es que dichos códigos se dan por sentados, pero no se enuncian, sólo  están implícitos. Se habla de ellos únicamente cuando son transgredidos por los que participan de la milonga. La sensación de quebrantamiento de ese orden supone de un modo velado una gran transgresión. La milonga es un mundo cerrado dentro del mundo que tiene la capacidad de preservarse a sí mismo. La milonga es un espacio virtual que apaga el mundo de afuera, que lo opaca. Lo cierto es que en un espacio con semejantes características las situaciones aparecen en forma de misceláneas, fragmentariamente, la voz del narrador las toma y las suelta para volver a filosofar, para darle lugar  a lo trascendente que hay en el acto de bailar., pero también para obtener de esta experiencia la posibilidad de escribir. Hay un texto que se está escribiendo mientras la narradora vive la experiencia del cuerpo que danza, mientras las relaciones humanas dibujan una tenue trama que no produce desenlaces contundentes. Y ese texto que es motivo de interés y preocupación instaura  otra dimensión dentro de la novela. Podemos reconocer tres de estos espacios:
      a)   El de la milonga
      b)  El de la imaginación y los procedimientos mentales que es un espacio muy delineado y potente
     c)   El de la escritura que se va haciendo, que se promete, que amenaza con ser pospuesto, un espacio frágil que es  preciso proteger de cualquier amenaza de aniquilación.
  Estos tres espacios conviven entre sí, se rozan, a veces entran en fricción. La narradora los mide y los coteja constantemente. Pero el que lo pulsa todo es el de la milonga, mental, física y emocionalmente.
      Ahora bien: ¿Qué pasa con los cuerpos el lenguaje de los gestos? El  cuerpo, desde ya,  habla más que las palabras que son generalmente escasas, sólo surgen las necesarias, las imprescindibles.  Este es uno de los códigos implícitos en la milonga. Hay una frase en Mitología de Rolland Barthes que dice: “Los gángsters y los dioses no hablan, mueven la cabeza y todo se cumple”. Esto da cuenta de que  prevalece un código muy instaurado, de que existe una clara cohesión de los miembros de un grupo quienes que ya no necesitan de palabras para entenderse. Aquí  en la milonga ocurre lo mismo: están tan cimentadas las costumbres, las pautas, eso que la narradora llama códigos que la ausencia de palabras o la escasez de palabras no hace más que enfatizar lo consolidado que el grupo, en tanto comunidad cerrada y auto-fortalecida, posee. La palabra  clave  ante el no cumplimiento o transgresión de estos códigos podría ser “traición”. Y lo sugestivo es que este espacio del dominio de los cuerpos despierte en la narradora la necesidad de pensar continuamente en ese espacio que ella concita y diagrama: el de la escritura.
   Cuando la palabra aparece  dentro de la milonga llega principalmente  para sintetizar lo que antes realizó un largo camino de elucubración en la mente de la narradora. La palabra no tiene devaneos, no  realiza movimientos innecesarios. La palabra nombra, bautiza una firme realidad. La realidad de la milonga es demasiado contundente, no se la puede malograr, tengamos en cuenta que cuando se adjetiva  en exceso se parte de un concepto pobre de la realidad, por eso hay que adornarla, por el contrario aquí la realidad  se presenta majestuosa, con solo nombrarla alcanza y sobra.
   Sin embargo este espacio del tango es el inspirador  del otro, el de la literatura y ella, la narradora,  lo usa para alimentar  ese otro que está en formación incesante que es el de lo literario. Por lo visto es tan cabal y poderosa la milonga que no puede ser modificada, es tan contundente y mítica que puede convertirse en alimento a otros espacios, es  algo semejante a un patrón poderoso e inalterable. Y en ese lugar mitificado sólo es factible ser parte de él o estar afuera. Se es o no se es milonguera, como si se tratara de una capacidad intrínseca de la persona, una entidad que se posee naturalmente, no  una cualidad que se adquiere que no se aprende,  se trata de una condición del ser, ya que estamos en un espacio mítico sus integrante deben estar a la altura de ese nivel.  Pero de alguna forma la milonga se torna subsidiaria de lo literario en tanto la milonga nutre el mundo en  gestación de lo literario.   Así las personas de la milonga son vistas como personajes en función de una trama que está por escribirse, que es la argamasa de la tan mentada escritura, la literatura  es concebida a la manera de un espacio en perpetua conformación.
    La novela consta de cuatro  partes o capítulos, la  última se titula “Papelitos plateados”.   Aparece un escenario  teatral donde se baila tango y los papelitos plateados llueven de pronto desde arriba. En la palabra “plateados” está el Río de la Plata, lugar de nacimiento del tango. La escena nos conecta con el origen en esta novela en la que se trabajó constantemente con lo mítico y simbólico, con la representación de los distintos órdenes de la vida y la búsqueda de una instancia superior, la de la escritura. Los  papelitos caen en el escenario desde otro lugar, también pueden ser dorados, son un sucedáneo de luces o condecoraciones, simbología de lo sagrado, caen desde arriba como si fuera una bendición, una celebración, lo dorado y lo plateado simbolizan planos superiores y tocan los cuerpos  terrenales de los que están bailando. Así lo que ha estado elevado desde el principio del relato encarnado en el espacio sublime de la milonga se une con la terrenalidad de los cuerpos. Los cuerpos que han ritualizado el espacio, que le han cambiado su condición mediante el movimiento de la danza del tango se sacralizan una vez más mediante este contacto con lo superior. Los papelitos plateados, a veces dorados, cayendo refuerzan el sentido mítico. Esos cuerpos cotidianos que fueron elevados por la danza del tango mantienen su valor simbólico.
   Y como el mito es circular, la narradora describe una línea envolvente que la regresa al origen: ella toma clases de tango otra vez  reiniciando así el camino ya  emprendido con anterioridad. Ella renace de alguna forma, sigue el trazado del retorno al inicio, continúa un movimiento que se renueva insistente e impecablemente, este  hecho está reforzado  en la imagen del muchacho que se eleva finalmente adquiriendo la actitud del  varón: el niño se ha vuelto hombre.  Mediante esta metáfora la autora encarna el mito de héroe en la figura de este personaje que se transforma gracias a la prueba a la que fue sometido.  Lo vertical y lo horizontal en tanto representación de lo religioso  (la cruz cristiana)  con una  recta que apunta hacia el cielo y  otra que mantiene la línea temporal  que se han cruzado permanentemente en la novela, también  lo hacen en este final.
     Entonces aparece el mar, el viaje al mar. El mar es la representación del universo, de la vastedad, de la totalidad, del círculo del mito se dirige hacia el Todo. En este sentido la novela que se presenta como fragmentaria es perfecta, el proceso de tensión entre dos universos se funde en la totalidad. Dos universos: milonga y escritura  mediante el tamiz es el tercer espacio: la mente, la imaginación.
      Ahora bien, cuando parecía que el  relato había alcanzado un desenlace apacible, de la placidez del mar, sin mediar tamiz alguno, la narradora pasa a la referencia de la locura en la figura de la madre que tiene Alzhéimer como si no se tolerara semejante perfección. Da un viraje hacia lo opuesto en tanto la locura es desorden, pérdida de ritmo, lo opuesto al mar y al tango, lo que no tiene el equilibrio del mito o de lo sagrado.  Con la locura de la madre inesperadamente ha surgido un laberinto. Y nuevamente se sigue el trazado del mito en una de sus innumerables manifestaciones
    Ella ahora baila en el tercer espacio, el espacio mediador, el de su mente, no en el de la milonga. Así el espacio interior se instaura  en forma  dominante, este es el lugar donde se gesta lo literario y el interior se perfila  de esta manera como un espacio absoluto.
   Tristeza de verse lejos” es sin duda una novela singular, casi única, difícil de catalogar, que atrapa e invita a innumerables lecturas, una novela que merece un lugar destacado en medio de la actual producción Argentina.
    

Inés Legarreta nació y reside en Chivilcoy, Provincia de Buenos Aires. Su libro de cuentos “En el bosque” (Ed. Gel, 1990) obtuvo el Premio Iniciación otorgado por la Secretaria de Cultura de la Nación y la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores. Tres años después ganó la Beca Creación del Fondo Nacional de la Artes. En 1997 publicó “Su segundo deseo” (Ed. Emecé), libro de cuentos que mereció el tercer premio de Literatura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aire y una Mención de Honor en el Premio Ricardo Rojas del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires. En el año 2000 le otorgaron medalla de Plata como Mujer Destacada Bonaerense. En 2004 publicó “La dama habló” (ed. Sigmur), libro de cuentos que mereció en 2008 el  Premio Único de la categoría inéditos (bienio 2022-2003) del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires. En 2008 publicó, también en Nuevo Hacer (Grupo Editor Latinoamericano) la nouvelle “El abrazo que se va”. Ha recibido numerosos premios nacionales e internacionales, entre ellos el Primer Premio Nacional de Los cuentos de la Granja, Segovia, España en dos oportunidades, año 1989 y 1993. Desde 2055 co-dirige la revista Literaria en Fledermaus. Ha sido traducida al inglés y al alemán.


lunes, 8 de noviembre de 2010

APROXIMACIÓN A DOS NOVELAS DE MARÍA TERESA ANDRUETTO



 Suelo hacer apuntes cuando leo un libro de ficción, generalmente con lápiz en la primera página en blanco. A veces las distintas frases van tomando la forma de algo parecido a un ensayo, otras veces apenas son un esbozo para una indagación posterior. En este caso, leí las dos novelas de María Teresa Andruetto, una luego de la otra. Vuelco aquí esos apuntes para que, con un poco de buena voluntad e imaginación, a algún  posible lector  le despierte el deseo de leerlas también. Las  novelas  son "La mujer en cuestión", Editorial Sudamericana, Buenos Aires 2003 y"Lengua Madre, Ed Sudamericana, Buenos Aires 2010

LA MUJER EN CUESTIÓN
   La novela “La mujer en cuestión” es un texto que remeda un informe que tiene el aspecto de un  escrito gubernamental, a medida que el informe va creciendo se van creando  los climas, los indicios y surgen los pormenores  que nos trazan el perfil de un personaje. Se habla de la dictadura por omisión, de la misma forma en que se vivía por aquellos años. De esta  manera el texto  nos acerca a la noción básica de la dictadura como al pasar, de un modo tangencial y amenazante. El efecto que este recurso produce es el del icerberg, lo no expuesto en forma evidente atenta desde las sombras y genera lo siniestro en el sentido freudiano.
  La historia se va construyendo mediante la aproximación al personaje que paulatinamente   discurre con esa voz imparcial, la del que redacta el informe,  el registro de las diferentes miradas  están teñidas por el tamiz del criterio del informante, lo que va constituyendo a su vez un subtexto. Es una voz que recoge testimonios,  en esta recopilación de hechos el relato va avanzando desde los márgenes hacia el centro. Hay algo que captar y quien habla está en la orilla, que es el lugar de la observación. En ese avance desde las orillas hacia el centro  el narrador   alimenta nuestra necesidad de conocer, la despierta y la nutre,  la historia que se va armando a la manera de un rompecabezas donde se combinan  los retazos de información que obtiene el que narra, quien en todo momento mantiene el perfil del que está en el margen y avizora, del que se acerca e indaga sin perder la distancia propia de quien permanece afuera, en su desconocimiento, en su  aproximación a medias.  Quizá lo más interesante es que  ese centro hacia el cual avanza el narrador desde los límites se mantiene ininteligible hasta el final. De este modo se va involucrando al lector en la historia, una historia que siempre tiene aspectos y perfiles que se nos escapan porque quien relata no es del todo confiable, es un tanto limitado,  aquí el narrador no es el que sabe sino el que intenta averiguar e,  indiscutiblemente, padece  de cierta torpeza.  Podría afirmarse que el contraste está dado por la inmensidad de esa historia que se adivina y la relativa incapacidad del informante-narrador para captarla. Ahí está el juego más interesante de esta novela, calificado como “irónico” por uno de los dos análisis teóricos que están al final en su última edición. Digamos que el contraste está también dado por  la posición aparentemente imparcial y distante del narrador, ese tono del que no se involucra, del que mantiene una gran distancia y por el contenido intenso de lo que se relata limitadamente, de lo que prácticamente se dice por omisión.  El relato se sostiene en ese delgado límite entre lo que se desconoce y lo que se intenta conocer. Hay un crescendo de intensidad que no  se produce por la intensificación de los hechos o por la tensión de los sucesos tramados en el relato sino por algo más intangible como un proceso de profundización de ese mecanismo de contrastes, es decir está producido mediante los procedimientos narrativos y no por el  desarrollo de la historia. Podríamos pensar que ese no saber del narrador  - el informante-, lo ubica en el lugar de la conciencia colectiva de los argentinos durante la dictara militar de los años setenta en la Argentina. Ese avance desde los lados, ese acercamiento al personaje crea intrigas, de esta forma el narrador se convierte en un merodeador.
    Es tan sutil el trabajo literario que en alguna medida maravilla. El grado de contención y de tirantez, de implosión producido por el relato no puede menos que remitirnos a aquellos  años que padecimos la vida cotidiana en la Argentina dominada por la última dictadura militar,  nos devuelve al clima interno de un país sofocado, eso que las palabras no consiguen relatar,  eso que sólo una construcción poético narrativa como “La mujer en cuestión” logra hacer que el lenguaje se convierta en lo que ya no sirve para comunicar sino para simbolizar,  nada menos ni nada más que hacer  literatura. Después de leída la novela sigue acechando y produciendo sus oleajes en la memoria siempre un poco turbada y a la vez intacta de aquellos años a los que los argentinos no estamos dispuestos a volver.
  .

LENGUA MADRE
   El texto está articulado bajo el modelo de la investigación. Hay una voz que hurga en el pasado, que va tocando pistas, que roza un extremo, apenas lo roza y  sigue de largo. Una voz que se oscila entre la sospecha y la incertidumbre. Se trata del movimiento metonímico del que hablaba Lacan, el movimiento del deseo que nunca se completa.
Está muy vivo el texto, se detecta un movimiento del discurso atravesado por la fugacidad, por la fragilidad del tiempo que transcurre. Eso está antes, después y mientras tanto a lo largo de toda la novela. La voz de quien narra es vacilante, sabe que no puede confiar en ninguna  clase de certeza y esa vacilación  le da el pulso  a una visión del mundo. 
 Es llamativa la manera en que el narrador se acerca y se aleja del personaje, este movimiento no hace más que consolidar una  cosmovisión que nos dice que nada es verdaderamente apresable. De este modo el personaje va siendo compuesto, asediado, armado, construido. Podría afirmarse que la construcción del personaje es un atributo del narrador mientras va  contando la historia y aún así el saber  resulta  esquivo, la construcción se siente imperfecta, insuficiente y el narrador ostenta este hecho de manera natural. Frente a la literatura realista que todo lo agota, esta visión del personaje es transformadora y superadora de una visión patriarcal. El narrador no sabe, el narrador apenas puede perfilar la historia en un panorama literario que ha reflotado en los últimos años una literatura de corte positivista lógico en la que el que narra todo lo sabe sin cortapisas, en la que no hay vacilación o incertidumbre.
   Otro elemento interesante es el peso de lo testimonial, pero lo testimonial también resulta esquivo. Frente al documentalismo literario que ha hecho que la literatura se acerque cada vez más a la noticia, al periodismo o a ciencias extraliterarias como  la historia o la biografía, Andruetto nos instala en la plena incertidumbre. Así por momentos la historia parece reacia a ser tramada, es un patch work, tengamos en cuenta que  el patch work originalmente es una manta cosida por las mujeres de extracción campesina que, a falta de una tela completa, utilizaban restos que quedaron de otras prendas y cosían todas juntas formando ronda. La novela es un patch work: la creación de voces colectivas que al ensamblarse pueden mostrar una imagen que necesita de la distancia de la mirada para ser apreciada.
   Por otra parte hay un efecto residual del armado de esta historia. Efecto de fragmentación. No hay construcción edípica sino estructura mosaico, la estructura edípica, la de la novela tradicional que tiene un hilo que atraviesa todo el relato se corresponde con una visión del mundo ordenado, optimista, que confía en el poder de la voluntad y la razón. Y especialmente que confía en el poder de la palabra como un medio unívoco de comunicación. En el mundo de esta novela a lo único que se puede aspirar es a  rasguñar algunos sentidos que luego nos permitirán acercarnos a  un puñado de interpretaciones de la historia.
  El relato no trabaja la tensión porque al no haber una trama urdida, la tensión no aflora. Nada fue tensado previamente en “Lengua madre”, que   al desplegarse mediante la estructura mosaico se librera del imperativo propio de la estructura edípica organizada en torno a la fuerza de la tensión, la estructura mosaico   justamente por desarrollarse de modo horizontal, cobra su sentido en la combinación y conexión de los hechos. El lector debe participar en  esa sutil acción de enhebrar  que realiza el narrador, debe ser cómplice de ese  acto de merodeo ante la vida buscando pistas que le permitan armar la historia.  En el ir y venir del relato se va dando vueltas cíclicamente sobre la historia. Un movimiento lunar, horizontal, de energía femenina en contraposición al movimiento edípico  que supone una continua ilación de causa y efecto que es vertical.
   A veces, durante la lectura, es preciso sortear la incomodidad el fragmento que se plantea como un desafío al comportamiento de la memoria que tiende al hilvanar y hasta a llenar los huecos de lo que no se sabe con invenciones, acostumbrada a  la cómoda linealidad de causa y efecto. Aquí la novela nos obliga a aceptar los cortes, las escisiones,  el perturbador quiebre de la vida., aunque también la disrupción de una memoria que se quebró incesantemente como los cuerpos. Lo fragmentario puede volverse incómodo, pero ante eso  no es errado decir que la novela se lee del mismo modo en que se percibe la vida.
 La belleza despojada de algunos tramos de  “Lengua madre”, nos inserta en una idea de inmensidad., la de la vida o de la compresión de la vida que se nos escapa.  Leemos en la  página 146: “Los datos, las circunstancias, la localización, el tiempo en que las cosas suceden le parecen factores de importancia, ya desde niña intentaba comprender las razones de las personas y tenía –con una fascinación que aún hoy no puede explicar- clara percepción de la relatividad de todo, conciencia de la imposibilidad de saber en profundidad nada de nadie, temprano percibir el desconocimiento que nos asiste a todos antes las razones profundas de cada uno.”  Y un poco más adelante: “Lo cronológico, lo topográfico, los sencillos datos biográficos dan estructura a una vida y sin embargo la vida, la suya –la vida de cualquiera- no alcanza jamás a definirse por ninguna circunstancia, siempre se le escapa”. La propuesta estética de la novela pone al lector frente a esa verdad, la imposibilidad del conocimiento que es en este principio del siglo XXI una de las pocas certezas con las que contamos, hecho que se constata con la repetición de palabras en un mismo renglón, ese movimiento cíclico es el intento de apresar lo inapresable,   de aprehender o descifrar lo que continuará teniendo significados ocultos, verdades apenas rasguñadas, historias silenciadas, cuerpos ocultos, siempre ajenos ante tanto vacío y tanto desborde.




     
María Teresa Andruetto
Nació en A° Cabral, Córdoba, Argentina, en 1954. Publicó
novelas, libros de cuentos, poemarios, ensayos, obras
de teatro y libros para niños. Entre ellos, las novelas La
mujer en Cuestión (DeBolsillo, 2009, traducida al alemán),
Lengua Madre (Mondadori, 2010), Stefano (Sudamericana,
1998) y Tama (Alción, 2003), la nouvelle
Mi madre sobre todo 9/20/10 5:39 PM Página 131
Veladuras (Norma, 2005), el libro de cuentos Todo movimiento
es cacería (Alción, 2002), los poemarios Pavese/
Kodak, Beatriz, Sueño Americano y numerosos libros
para niños, entre los que se encuentran El anillo encantado,
La mujer vampiro, El País de Juan, El incendio,
Campeón, La durmiente y El árbol de lilas.Obtuvo entre
otras distinciones, Premio Novela del Fondo Nacional
de lasArtes, Lista de Honor de IBBY, finalista de los premios
Clarín y Sent Sovi/ Ediciones Destino y en 2009 el
Premio Iberoamericano a la Trayectoria en Literatura
Infantil/Juvenil SM, por la totalidad de su obra para
niños. Modera el blog http://narradorasargentinas.blogspot.
com/www.teresaandruetto.com.ar