A la manera de la comedia humana de Balzac, el mundo de García Márquez o en
el entramado de relatos del propio Saer, el universo compacto trazado por la
obra de Antognazzi se dispersa en situaciones y personajes que se van
desarrollando a lo largo de distintas obras, se diría que las historias se van completando a través del
tiempo en una serie de relatos que da la impresión de no concluir nunca,
dejando así la evidencia de que la
solidez de la gran estructura reposa justamente en esa coherencia, en ese
estado de compactación que suele ser una de las exigencias para construir
un universo que se sostenga por sí mismo. De este modo el bicho, un gran animal
marino –en algunos relatos indicado como ballena-, que un buen día es descubierto en la playa
para sorpresa y luego entretenimiento de todos, vuelve a ser el eje de un nuevo
relato en otro libro o la pareja un tanto perversa que vive en una localidad de la costa reaparece como parte de un relato en el que
se ahonda su perfil de personajes. Esto está rubricado en varios gestos: la
aparición de dossiers que hablan del proceso de producción al final de cada
libro, textos que dan cuenta de versiones anteriores de los relatos contenidos
en los libros, reconocimientos que hablan además de la relación entre escritura
y vida, cruces de unos textos con otros, o su vinculación con el sistema
literario o el aparato editorial que manifiestan una intención de totalidad en la
factura del objeto libro que se corresponde con la voluntad expresada en este
“sin fin” de los relatos, planteados como un sistema inacabado que promete
redondearse infinitamente.
La presencia del agua es en los relatos de Carlos Antognazzi un
elemento del paisaje que incide en la trama
y afecta el desarrollo de la historia. Por momentos hay algo irreal en
el paisaje y no sólo por el empleo de la técnica del extrañamiento sino porque
el agua en sus diferentes formas (río, mar, océano, lluvia) adquiere un valor
simbólico, ese bicho que aparece ante la vista de todos en la playa no podía
sino provenir del agua si confiamos en la coherencia de este peculiar universo
narrativo. Podría pensarse que el tratamiento del paisaje hay un gesto
pavesiano: Si la colina es en los relatos de
Cesare Pavese el lugar mítico, lo es en la misma medida el río en los de
Antognazzi. A través de la imagen del río se funda un espacio con leyes
propias, leyes que se van consolidando, perfeccionando en cada libro a lo largo
de un tiempo prolongado. El río oculta y devela. El río es un espejo: “Se
entretenía observando su propia figura reflejándose en el mundo líquido del
río” (1). El río permite
construir la propia identidad, ya que verse reflejado en un afuera no supone
sólo mirarse sino reconocerse en una individualidad a través de la percepción
de la propia imagen. El agua en su movimiento cubre, oculta o delata. Es el
movimiento de la vida misma que realiza sin interrupción dos acciones:
Encubrir- descubrir. A esa fuerza no manejable ni previsible están sometidos
los personajes. Entonces el espacio del relato es un espacio en continua
transformación, determinado especialmente por el agua que se mueve, que da
y despoja según sea su ir y venir. La
clásica antítesis “ciudad- campo”, parece ser reemplaza en estos relatos por “ciudad-
río”. Digamos entonces que el espacio de lo que no es ciudad está dominado por
la presencia del río. O en todo caso el océano que tiene la misma función que
el río. El río ha bajado, ha dejado de
ser río desapareciendo de improviso y al hacerlo ha puesto en la luz lo que antes fue ocultado. El océano en
su proceso de retroceder amenaza con la destrucción completa, la ausencia de la
vida misma. Algo similar a la falta de lluvia
planteada como amenaza en “Llanura azul”.
El río que usualmente muestra su perfil piadoso, calmo, es una presencia positiva en este universo de
los relatos de Antognazzi, tanto es así que la inminencia del Apocalipsis está
marcada por su ausencia. Ese río muerto es acaso la carencia de vida, gente como sonámbula,
espectros que van, un pueblo, los desposeídos. Aquí el río seco de alguna forma puede funcionar como metáfora
del país.
La ineludible presencia del agua -río, mar y otras variantes- nos lleva a
sentir que los personajes se mueven en un mundo acuoso, sometidos a las
cualidades de lo líquido: fluyen, flotan, pierden su voluntad frente a la
morbidez que los contiene. En todo caso en el mundo de estos personajes la vida
tiene el movimiento oscilante de un río con subidas y bajadas, de un mar que
amaga y retrocede, los personajes sujetos a ese vaivén, saben que están
doblegado a esa constante que no depende de ellos.
Con demora, lentitud y el tiempo suficiente para meditar las decisiones
los personajes se enfrentan a un hecho ineludible, abandonar el espacio
familiar, ya sea porque se transfigura o porque se ha
vuelto expulsivo, para ocupar otro que
es desconocido y que tiene el sello de
lo ajeno. Los personajes presencian el cambio con cierto estupor. En este
sentido el enfoque se aleja del regionalismo clásico donde el terruño es
aquello poseído, lo propio, lo incanjeable e inajenable. En el universo de los
relatos de Antognazzi, el lugar de
pertenencia aunque al principio tenga la
huella personal y refleje la identidad, resulta arrebatado por lo general mediante la
decisión del personaje porque no tiene otra opción que la de partir. Lo propio se vuelve ajeno en virtud de una
transformación del paisaje. Mar en retroceso, río en bajante, casa invadida por
los médanos, así que con frecuencia, con
mucha frecuencia hay que dejarlo todo para irse. A veces se trata de otra clase
de huida, el viaje –en moto, bicicleta, piragua- indica el abandono de una
etapa de la vida, niñez o adolescencia, como una forma más de extranjería.
No es casual la alusión al
director de cine Roman Polansky en uno
de los relatos de “Cinco historias”. La
estética de Polansky puede ser
una clave para desentrañar la propuesta literaria de esta extensa obra. Ciertos rasgos como lo tortuoso, lo
amenazante pero presentados al sesgo, ocurriendo con suavidad, delicadeza, con absoluta
ambigüedad, vale decir sin perder su escozor, como en un segundo plano que acecha todo el tiempo la
lisa tersura del primer plano y da la impresión de que en un desplazamiento trágico puede pasar a ocuparlo completamente. Y lo interesante es
que esto nunca ocurre.
La obra de Antognazzi bien podría ubicarse en lo que tal vez se
llame un “realismo extraño”. Un realismo
que se escapa de su marco y avanza hacia lo infrecuente para mantenerse en el
borde. Lo extraño puede surgir no sólo por el retroceso del mar o la bajada del
río, por un animal instalado fuera de su hábitat, por dos lunas que caen contra
la tierra o la amenaza de raros seres llamados “gorgones” sino por la elección del tono del relato y en el
tratamiento de la historia, en la forma de presentar a los personajes y
resolver los conflictos. Ese desplazarse tocando fondo sin ponerlo al
descubierto es un plus que enriquece los relatos. Lo extraño es llevado a su
máxima expresión en la situación de verse desalojado del propio lugar, la
pérdida de la pertenencia se transforma de ese modo en el emblema de lo no
familiar. De alguna manera se refiere a un mundo en continua disolución que
deja extraviados a los personajes quienes en verdad son extranjeros en su
propia existencia. Pero lo extraño adquiere muchas vestimentas en sus múltiples
matices: edificio con características muy particulares que es también un mundo
en sí mismo y que como el mar impone sus condiciones, a la manera de un gran
ser que domina (2) o
unos libros ofrecidos en consignación que se vuelven valiosos por su escasez y
de un modo fortuito perjudican al vendedor (3), o de formas
que alguien reproduce en este y en otro
continente sin explicación (4).
Entre estos dos márgenes, el de lo
fantasmal y el de las certezas orillea constantemente sin anclarse en ninguno y es ese
ir y venir inestable el que le otorga a los textos su magia y su perfume, la
necesaria dosis de incertidumbre que los hace literarios. Va y viene, se difumina, juega con la
imprecisión, deja flotando la acechanza que no termina de disolverse pero que
tampoco da la batalla final, lo que hace del texto un espacio de riqueza de
significados, borra sus orillas evocando infatigablemente un más allá, un más
acá, una posibilidad de impensados sucesos.
Este es apenas un intento o tal vez un punto de partida para futuros
enfoques que no logra abarcar una obra
extensa y valiosa que se configura en sí misma con una serie de marcas y hallazgos propios que la recortan y destacan dentro del conjunto de producciones
literarias de la Argentina
actual.
(1)
de “Cinco historias”: “El lento abrazo del mar” pag. 83
(2)
De “Cinco historias”. “La construcción del imperio” pag
11
(3)
De “Mare
nostrum” “Un artista de la inmortalidad- pag 75
(4)
De “Interludio”
“Donde el río termina”, pag. 81
Bibliografía:
“Al Sol”- Asociación santafesina de escritores. Santa Fe 2002
“Cinco historias”- Ediciones Tauro- Santa Fe 1996
“Interludio”- Ediciones Tauro- Santa Fe 2010
“Mare nostrum”- Ediciones Tauro- Santa Fe 1997
“Llanura azul"- UNL- Santa fe
1992.
Carlos O. Antognazzi nació en
Santa Fe (Argentina) el 14 de mayo de 1963. Reside en Santo Tomé.
Publicó los libros Historias de hombres solos (Cuentos, 1983), Punto muerto (Cuentos, 1987), Ciudad (Novela, 1988), El décimo círculo (Cuentos, 1991), Llanura azul (Novela, 1992), Narradores santafesinos (Ensayo, 1994), Apuntes de literatura (Ensayos y entrevistas, 1995), Cinco historias (Nouvelles, 1996), Mare nostrum (Cuentos, 1997), Zig zag (Cuentos, 1997), Road movie (Cuentos, 1998), Inside (Poesías, 1998); Al sol (Cuentos, 2002); Arte mayor (Poesías, 2003), Los puertos grises (Novela, 2003); riverrun (Poesías, 2005); Señas mortales (Novela; Castalia, Madrid, 2005); Triplex (Nouvelles, UNL, 2008); Ahab (Poesías, 2009); Interludio (Cuentos, 2010); Leve aire (Poesías, haikus, UNL, 2010); Las estaciones (Poesías, 2012).
Obtuvo los primeros premios «Diego Oxley» 1984; «Mateo Booz» 1985; «Nacional de cuento» 1986; Nacional de cuento inédito «Más Allá» 1987; «Anual de novela» 1987; «Trayectoria destacada» 1988; provincial «Alcides Greca» 1992; internacional «Felisberto Hernández» 1993; «Los destacados» 1994; «Santo Tomás de Aquino» 1997; nacional «Juana Manuela Gorriti» 1997; «Instituto Argentino dela Excelencia ,
IADE» 1997; nacional «Olegario Víctor Andrade» 2000; provincial «Mutual de los
integrantes del Poder Judicial de Santa Fe» 2001, ASDE-Lux 2002; «Instituto
Argentino de la Excelencia ,
IADE» 2003; XII Premio «Ciudad de Huelva» (España, 2003); VII Premio «Tiflos»
Novela (España, 2004); Premio SATO 2005 (Rotary Club); provincial «Alcides
Greca» 2007; interprovincial «José Rafael López Rosas» 2009.
Fue finalista del Premio Nacional de Literatura dela Secretaría de Cultura
de la Nación ,
promoción 1993-1996, por Narradores santafesinos, rubro “Ensayo Literario y
Crítica Literaria”; del premio de novela fantástica “Tristana” (Ayuntamiento de
Santander, España, 2004); del premio "Vivendia" (Guadalajara, España,
2006), del premio internacional “Crepúsculo” 2007 Y 2010 (Fundación Tres Pinos
y UBA, Buenos Aires), y nuevamente del premio de novela fantástica “Tristana”
2008 y "Tristana" 2010. Obtuvo, además, numerosas menciones.
En 2004 fue declarado «Santafesino Destacado» por el Honorable Concejo Municipal de la ciudad de Santa Fe.
Fue becario del Fondo Nacional de las Artes,la Subsecretaría de
Cultura de la Provincia
de Santa Fe, del Gobierno de España (CEULAJ, para asistir al Primer Encuentro
Iberoamericano de Escritores Jóvenes, en Mollina, Málaga) y del Gobierno de
Venezuela (CONAC, para asistir al Primer Taller Internacional de Jóvenes
Escritores Latinoamericanos, en Barquisimeto). En 1997 obtuvo, también por concurso,
el “Subsidio a la
Creación Artística ”, de la Fundación Antorchas ,
para editar Road movie.
Cuentos suyos fueron traducidos al italiano y al inglés. Algunos circulan en
Internet. Integra antologías en España, Estados Unidos, Italia, México y
Argentina. Ha dado conferencias y presentado ponencias en congresos y
encuentros de escritores. Publicó los libros Historias de hombres solos (Cuentos, 1983), Punto muerto (Cuentos, 1987), Ciudad (Novela, 1988), El décimo círculo (Cuentos, 1991), Llanura azul (Novela, 1992), Narradores santafesinos (Ensayo, 1994), Apuntes de literatura (Ensayos y entrevistas, 1995), Cinco historias (Nouvelles, 1996), Mare nostrum (Cuentos, 1997), Zig zag (Cuentos, 1997), Road movie (Cuentos, 1998), Inside (Poesías, 1998); Al sol (Cuentos, 2002); Arte mayor (Poesías, 2003), Los puertos grises (Novela, 2003); riverrun (Poesías, 2005); Señas mortales (Novela; Castalia, Madrid, 2005); Triplex (Nouvelles, UNL, 2008); Ahab (Poesías, 2009); Interludio (Cuentos, 2010); Leve aire (Poesías, haikus, UNL, 2010); Las estaciones (Poesías, 2012).
Obtuvo los primeros premios «Diego Oxley» 1984; «Mateo Booz» 1985; «Nacional de cuento» 1986; Nacional de cuento inédito «Más Allá» 1987; «Anual de novela» 1987; «Trayectoria destacada» 1988; provincial «Alcides Greca» 1992; internacional «Felisberto Hernández» 1993; «Los destacados» 1994; «Santo Tomás de Aquino» 1997; nacional «Juana Manuela Gorriti» 1997; «Instituto Argentino de
Fue finalista del Premio Nacional de Literatura de
En 2004 fue declarado «Santafesino Destacado» por el Honorable Concejo Municipal de la ciudad de Santa Fe.
Fue becario del Fondo Nacional de las Artes,
Hermoso blog! Gracias.
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