El libro comienza con un primer poema que expone una cabellera arremolinada, irrumpen inmediatamente los sonidos, las fragancias, el movimiento. El movimiento se instala y aunque cada poema parece ser un retrato fijo, una escena determinada en la que lo vibrante, lo que no se encajona surge de un modo inusitado. Incluso esta impronta que elude la quietud podría encontrarse en lo saltarino del idioma portugués escogido para cada una de las citas. Predomina una sensación de fugacidad y plenitud al mismo tiempo. Quizá eso inapresable se agazapa en lo que huye de la vida misma. El ritmo del lenguaje entrecortado se apega a la emoción. Es sobria la manera de acercarse a la experiencia, nada redunda, nada sobra ni falta, esta mezcla de parquedad con ternura demuestra que en la sobriedad es capaz de recluirse la exuberancia. Pero se trata de una exuberancia que implosiona, ya que estamos ante un lenguaje austero, quebrado por momentos, que recorta lo esencial, que no le teme a la vacilación, a lo segmentado del discurso por lo que de inmediato se hace presente la imagen que deja ver un caleidoscopio, marcada por lo transitorio, lo efímero, lo deslumbrante, lo parcelado. Podría decirse que “Los lazos” es un libro minimalista, de un minimalismo con cierto distanciamiento brechtiano. Frente a cada imagen Gungolo escoge la fragmentariedad, la levedad, la frescura.
Hay un gesto dialógico implícito en todo el libro. Se dialoga con padres, con la abuela, con los hermanos, con los ancestros. La figura de la mujer ocupa otro lugar, aunque comparta el tono evocativo, parece ser el sitio de un relativo presente ante ese muestrario de situaciones ya ocurridas que colocan en primer plano de vínculos familiares. Ella, que es puro cuerpo, contrapuntea el discurrir del pasado o de lo ya concluido, ella da la impresión de pertenecer a un pasado que se extiende hacia el presente en medio de esta evocación apretada y conmovedora. De pronto el diálogo se plasma con cierto miembro de la familia, en forma efectiva en lo conversacional en alguno que otro poema. “Los lazos” un poemario para leer y ser releído con placer, su propuesta estética elude lo acomodaticio.
desvelo
luego de varios intentos toma el teléfono
un animal moribundo que alcanzó a escapar
lleva el auricular y aclara la voz balbucea
el diminutivo; un nombre y el silencio
ante las cuerdas tensas a punto
de quebrarse pequeñas ramas pisadas
en la oscuridad perdida. hola la noche
está tranquila fue un día laboral cualquiera
los nísperos aguardan entregar sus frutos
todos duermen, cómo estás, el reflejo
por la ventana un cuerpo desgarbado
en un cuarto casi vacío
parece que se aproxima una tormenta
un hombre levanta la solapa del gabán
besa una estampita y camina iluminado
por las vidrieras del centro. quería escucharte
acá estamos, los perros ladran del otro lado
la radio suena en un puesto de flores
soñamos hijos, una lluvia finita y rápida
sobre la ropa en los balcones y los perros ladran
y hay ruido de cañerías y no hay nada más.
otra vez tímidos cantan algo que les pertenece
vuelve el corazón a pasar por el refugio
de cuando abrazados o de la mano
o en la cocina mientras el agua hervía
coreaban al oído o a la boca y el tiempo
como un mechón de pelo se descorre
y va detrás de la oreja. Sonríen
papeles de diario hojas secas arremolinadas
golpean un container de basura
boca arriba sobre la cama sin hacer
lleva la mano a los labios roza la voz extraña
lejana y tan otra ahora la de los amaneceres
que hablaba en sueños animalito indefenso
corazón mío y mataría sin saber matar y besaba.
la canción se deshilacha y tararean
los restos del mar en invierno
también esto pasará. es tarde
la lluvia paró no hay viento los perros
acostados dan calor a su cuerpo
de las copas de los árboles caen algunas gotas
en bombacha y corpiño sentada en el bidet
mira la cara en el espejo por la penumbra
que permite la luz del living. pinta sus labios
los perros sueñan y corren entre becerros
cerca un carnicero limpia sus manos
en el delantal mientras mira cómo quedó la noche.
alianza
de los pájaros que emigra
algunos en pleno vuelo sueñan
con el diseño de flores nuevas
tiemblan los aleteos
cuando perciben el frío
han vuelto.
primavera
la abuela dijo no quiero olvidar
el vuelo de aquellos pájaros esos
que alejados deshacen la primavera.
de chico imitabas el canto del gorrión
no abuela era mi hermano
dejó de hacerlo cuando nos echaron
del colegio y papá medicado dormía
en una cama horrible y Cesárea
con un cuchillo cortó las luces.
toma una uva absorbe la pulpa y escupe
la piel tan parecida a la suya con sus venas
parecen raíces las manos que tanto sembraron
hicieron pan y parecen raíces. me habla
de los hermanos que perdió en la guerra
Arcángel y sus rulos dorados
hace el ademán de la caída dibuja
un tirabuzón lo esculpe en el aire
con los brazos extendidos representa
la bomba, nunca vi sus ojos
llenos de lágrimas. sobre esa historia
sigue la de los hermanos que volvieron vivos
y tuvieron que leer el apellido en la valija
y bajar en el mismo pueblo y abrazar
a la misma madre para reconocerse.
una tarde mi abuela volvió a insistir
en plena cosecha de trigo
Antonio dijo: Giuseppina perché
tomaron sangre por sed y la escupieron
fueron prisioneros de los ingleses
muchas cartas perdidas muchas noches
pensaron que morían mataron.
encabalga el suspiro en la respiración
señala un árbol me toma del brazo
el paisaje de San Quirico de montañas
y mar pasea por sus ojos
con intensidad tierna describe
siempre la misma imagen
la casa de piedra el campo más allá
las montañas y al otro lado el mar.
una bandada irrumpe en su vuelo
la armonía de la tarde cede
a los ojos de la nona y sus manos
de venas como raíces me acarician:
comienzo a imitar el canto de un gorrión.