Espiral de Saraswati

domingo, 5 de junio de 2022



 El libro comienza con un primer poema que expone una cabellera arremolinada, irrumpen inmediatamente los sonidos, las fragancias, el movimiento. El movimiento se instala y aunque cada poema parece ser un retrato fijo, una escena determinada en la que lo vibrante, lo que no se encajona surge  de un modo inusitado. Incluso esta impronta que elude la quietud podría encontrarse en lo saltarino del idioma  portugués escogido para cada una de las citas. Predomina una sensación de fugacidad y plenitud al mismo tiempo. Quizá eso inapresable  se agazapa en lo que huye de la vida misma. El ritmo del lenguaje entrecortado se apega a la emoción.  Es sobria la manera de acercarse a la experiencia, nada redunda,  nada sobra ni falta, esta mezcla de parquedad con ternura  demuestra que en la sobriedad  es capaz de recluirse la exuberancia. Pero se trata de una exuberancia que implosiona, ya que estamos ante un lenguaje austero,  quebrado por momentos, que recorta lo esencial, que no le teme a la vacilación,  a lo segmentado del discurso por lo que de inmediato se hace presente la imagen que deja ver un caleidoscopio, marcada por lo transitorio, lo efímero, lo deslumbrante, lo parcelado.  Podría decirse que  “Los lazos” es un libro minimalista, de un minimalismo con cierto distanciamiento brechtiano. Frente a cada imagen Gungolo escoge la fragmentariedad, la levedad, la frescura.

Hay un gesto dialógico implícito en todo el libro. Se dialoga con padres, con la abuela, con los hermanos, con los ancestros. La figura de la mujer ocupa otro lugar, aunque comparta el tono evocativo, parece ser el sitio de un relativo presente ante  ese  muestrario de situaciones ya ocurridas que  colocan en primer plano de vínculos familiares. Ella, que es puro cuerpo, contrapuntea el discurrir del pasado o de lo ya concluido, ella da la impresión de pertenecer a un pasado que se extiende hacia el presente en medio de  esta evocación apretada y conmovedora. De pronto el diálogo se plasma con cierto miembro de la familia, en forma efectiva en lo conversacional en alguno que otro poema. “Los lazos” un poemario para leer y ser releído con placer, su propuesta estética elude lo acomodaticio.



Tres `poemas del libro:

desvelo 

luego de varios intentos toma el teléfono

un animal moribundo que alcanzó a escapar

lleva el auricular y aclara la voz balbucea

el diminutivo; un nombre y el silencio

ante las cuerdas tensas a punto

de quebrarse pequeñas ramas pisadas

en la oscuridad perdida. hola la noche

está tranquila fue un día laboral cualquiera

los nísperos aguardan entregar sus frutos

todos duermen, cómo estás, el reflejo

por la ventana un cuerpo desgarbado

en un cuarto casi vacío

parece que se aproxima una tormenta

un hombre levanta la solapa del gabán

besa una estampita y camina iluminado

por las vidrieras del centro. quería escucharte

acá estamos, los perros ladran del otro lado

la radio suena en un puesto de flores

soñamos hijos, una lluvia finita y rápida

sobre la ropa en los balcones y los perros ladran

y hay ruido de cañerías y no hay nada más.

otra vez tímidos cantan algo que les pertenece

vuelve el corazón a pasar por el refugio

de cuando abrazados o de la mano

o en la cocina mientras el agua hervía

coreaban al oído o a la boca y el tiempo

como un mechón de pelo se descorre

y va detrás de la oreja. Sonríen

papeles de diario hojas secas arremolinadas 

golpean un container de basura

     boca arriba sobre la cama sin hacer

     lleva la mano a los labios roza la voz extraña

     lejana y tan otra ahora la de los amaneceres

     que hablaba en sueños animalito indefenso

     corazón mío y mataría sin saber matar y besaba.

     la canción se deshilacha y tararean

     los restos del mar en invierno

     también esto pasará. es tarde

     la lluvia paró no hay viento los perros

     acostados dan calor a su cuerpo

     de las copas de los árboles caen algunas gotas

     en bombacha y corpiño sentada en el bidet

     mira la cara en el espejo por la penumbra

     que permite la luz del living. pinta sus labios

     los perros sueñan y corren entre becerros

     cerca un carnicero limpia sus manos

     en el delantal mientras mira cómo quedó la noche.




      alianza

de los pájaros que emigra 
 
algunos en pleno vuelo sueñan

          con el diseño de flores nuevas

tiemblan los aleteos 

           cuando perciben el frío

han vuelto.

         y esa rama es la de mi árbol.

   

 

    



primavera

la abuela dijo no quiero olvidar

el vuelo de aquellos pájaros esos

que alejados deshacen la primavera.

de chico imitabas el canto del gorrión 

no abuela era mi hermano

dejó de hacerlo cuando nos echaron

del colegio y papá medicado dormía

en una cama horrible y Cesárea

con un cuchillo cortó las luces.

toma una uva absorbe la pulpa y escupe

la piel tan parecida a la suya con sus venas

parecen raíces las manos que tanto sembraron

hicieron pan y parecen raíces. me habla

de los hermanos que perdió en la guerra

Arcángel y sus rulos dorados

hace el ademán de la caída dibuja

un tirabuzón lo esculpe en el aire

con los brazos extendidos representa

la bomba, nunca vi sus ojos

llenos de lágrimas. sobre esa historia

sigue la de los hermanos que volvieron vivos

y tuvieron que leer el apellido en la valija

y bajar en el mismo pueblo y abrazar

a la misma madre para reconocerse.

una tarde mi abuela volvió a insistir

en plena cosecha de trigo

Antonio dijo: Giuseppina perché

tomaron sangre por sed y la escupieron

fueron prisioneros de los ingleses

muchas cartas perdidas muchas noches

pensaron que morían mataron.

encabalga el suspiro en la respiración

señala un árbol me toma del brazo

el paisaje de San Quirico de montañas

y mar pasea por sus ojos

con intensidad tierna describe

siempre la misma imagen

la casa de piedra el campo más allá

las montañas y al otro lado el mar.

una bandada irrumpe en su vuelo

la armonía de la tarde cede

a los ojos de la nona y sus manos

de venas como raíces me acarician:

comienzo a imitar el canto de un gorrión.

                                   "Los lazos", Pablo Gungolo, Salta el Pez ediciones, Buenos Aires 2019.

 


Pablo Gungolo
   
Nació en Bahía Blanca, 1980. Actualmente vive en Buenos Aires. Ha publicado Polaroid (ed. La Parte Maldita, 2011)   "Los restos" (finalista del Premio Victoria Ocampo 2014) y "Los lazos". Participó del equipo editorial de Segunda - Cuadernos de danza. 

pablogungolo@hotmail.com

GRACIELA PEROSIO: Apuntes sobre “Fresias de octubre”

 

   


 “Fresias de octubre” es un texto lleno de limpidez y con giros narrativos que le aportan ritmo a  su visible diafanidad. Podría afirmarse que en el primer y más extenso tramo del libro estos poemas  simplemente “transcurren”.  Se percibe un predominio de la transparencia del lenguaje que se deja atravesar por las circunstancias aludidas.

Leer este libro es como deslizarse por un tobogán y, al mismo tiempo,  produce un  impacto por su diafanidad, lenguaje límpido para la espesura de la vida. Es como si al lenguaje se le quitara en todo lo posible su densidad en contraposición  a  aquello a lo que se alude. El juego está allí, si se quiere el guiño está justamente allí. Se trata de ablandar el lenguaje para que obedezca, es imperioso volverlo terso para que el testimonio fluya y en esa fluidez se agazapa lo inconcebible: el hueso duro de la realidad.

    Estamos ante un caso peculiar: Cuando la poesía reescribe el género crónica y sigue al pie de la letra el acontecimiento, desnudándolo en cada verso. Una poesía del siglo XXI en la que se trabaja la escritura transgénero. Es poesía, sin duda, pero a la vez serpentea por el filo de la narrativa: nuevamente el guiño al que me refería anteriormente.

   Como lectores y lectoras somos testigos del propio cuerpo convertido en un impedimento, cada una de sus partes no responde, este cuerpo inconexo, disgregado, se vuelve ajeno  igual que  si se tratara de un territorio a conquistar. La primera  sección del libro  se organiza a manera de un registro de este impedimento y  despliega un peregrinaje por hospitales, sanatorios y consultorios médicos. Aquí el lenguaje  se comporta como si estuviera frente a algo tan rotundo de la vida que no encuentra otro recurso que retroceder hasta su nivel más primordial, hasta lo más despojado de su significación.  Digamos que el  lenguaje  está en su base, al pie, a pie juntillas como si respetara tanto los acontecimientos que se aferra a su sentido más nítido. Se trata del periplo de la desobediencia de un cuerpo, nos enfrentamos a un cuerpo en estado de rebelión, la voz que teje los poemas habla de su cuerpo como si ese cuerpo se le retobara, como si hubiera una profunda desconexión entre mente y cuerpo. El lenguaje dócilmente se amolda,  se adapta a su imperiosa finalidad, el cuerpo no.  El periplo va desde el presente del poema, cuyo eje ha sido el cuerpo,  casi sumido en un estado de fragmentariedad y migra hacia el pasado a través de un salto instantáneo y  entonces, de pronto, el eje aparece puesto en el corazón de la niña y en el de su hermana. En esta migración inmediata lo fragmentario, lo cercenado encuentra su unidad en un centro: el corazón. Un corazón que además tiene una particularidad, es extraño y único, las dos hermanas  comparten esta cualidad.  Este viaje  que va desde la enfermedad al pasado remoto   -la infancia- y al pasado juvenil donde  la hermana sufre cautiverio durante la dictadura militar,  ha dado un giro, ha realizado  un movimiento trascendental para que el texto pase en un relámpago de la enumeración. de la penuria corporal a lo histórico social y lo individual emocional,  aglutinando todo mediante un mismo  desplazamiento. Surgen  de este modo nuevas voces y una modificación drástica en el uso del lenguaje para que surja el lirismo y el discurso se module en nuevas variaciones. . A las voces de los médicos y de las amigas, se le suma la voz de la madre, la voz del origen que actúa como pitonisa, otro centro más que contribuye a aglutinar lo disperso y sumar significación. Estos son poemas filtrados por las voces que irrumpen en el texto y afectan la modulación de la voz del sujeto de la enunciación, que  da testimonio no sin su cuota de ironía a veces, en medio del estado de confusión e incertidumbre que le impone su cuerpo.  Resulta sumamente interesante el movimiento que adquiere el libro con este giro hacia el final, alcanza un esplendor que resignifica lo anterior. Desde lo pecuniario, desde ese estado de materialidad se salta hacia un grado de comprensión de los hechos, se conecta la penuria del cuerpo con la penuria social de la represión de la última dictadura  militar a través del cuerpo de la hermana. Pero esto se efectúa de modo tangencial, sin remarcar la conexión,  quizá con la misma fantasmalidad con que fue expuesta la dificultosa relación con el propio cuerpo.  De la pulsación cronológica, una suerte de Vía Crucis, se alcanza una especie de estado redencional en el texto, ese vuelco hace que el pasado se deshoje, se desdoble en sus muchos tiempos, así el libro logra su espesura y su  meduloso sentido.

 

                         




 Graciela Perosio nació en Buenos en 1950. Es Profesora Universitaria en Letras. Publicó once libros de poesía: Del luminoso error, Brechas del muro, La varita del mago, La vida espera, La entrada secreta, Regreso a la fuente, Sin andarivel, Balandro, El privilegio de los años y El ansia. En el 2016 se editó una antología de sus poemas, Escampa, el corazón, con un estudio de Silvia Calero. Escribió ensayos sobre la vida poética de Alfonsina Storni, Norah Lange, María Elena Walsh, Carlos Latorre, Elvira Hernández, Erri De Luca, entre otros. Su obra fue traducida parcialmente al italiano, portugués e inglés.