Espiral de Saraswati

sábado, 2 de diciembre de 2023

"Feminalumbre": antología con cinco poetas.

 

Una aproximación al libro “Feminalumbre” por Irma Verolín

 

Existe un concepto que sostiene que, cuando las personas se unen bajo un interés común, generan algo a lo largo del tiempo que se llama egregor. En términos modernos esta palabra de  origen esotérico  vino a encontrar su equivalencia en lo que hoy se designa como campos de energía o campos de conciencia.  El biólogo Ruper Sheldrake los bautizó campos morfogenéticos.  Cuando   la integración  de los miembros se potencia y cuanto más intensa es la búsqueda del objetivo, mayor poder tiene ese campo de conciencia. Me refiero a  un plano virtual que es la matriz del mundo.  Este pensamiento fue el primero que se me cruzó antes de enfrentarme  a esta suerte de mapa de diversidad de voces estéticas. Más allá de las estéticas individuales quise descubrir  cuáles eran  los canales internos que conectaron  esta diversidad  para que se produjera el trabajo comunitario. Pero primero voy a   ocuparme mínimamente del trazado general de obra de cada poeta.

 

BEATRIZ ARIAS:

Poesía atravesada  por una impronta de registro melancólico. La mirada poética hace énfasis en un paisaje interior que encuentra en el escenario del mundo su correlato. Las imágenes  parecen armarse en función del recorrido de la mirada. También hay una dimensión de la memoria que deja traslucir un tono de nostalgia,  lo que finalmente demarca el  ya citado tono de melancolía. Interesa profundizar el modo en que se gesta la imagen. Palabras como recuerdo, memoria, legendario hacen contraste con sustantivos muy materiales y concretos. Pero, al mismo tiempo, se percibe la construcción de una suerte de espacio imaginario, una dimensión personal donde esa materialidad alcanza un nivel simbólico.

  Poesía de marcado corte existencial, hay al menos dos poemas donde se evidencia una búsqueda de la definición del yo. De lo dialógico del primer poema se sostiene el recurso a través de apelaciones, giros verbales o preguntas dirigidas a un interlocutor o interlocutora. La tensión poética está planteada en la interrelación e intercambio de voces.

 Palabras claves: imaginar, soñar (esa otra dimensión que se aspira alcanzar) Tensión entre dos espacios, el real, áspero y el idealizado, brillante. En esa tensión se extienden gran parte de los poemas incluidos en esta antología. También el pasado perdido aparece como el lugar opuesto a lo real, en la categoría de lo brillante.

 

 

ESTELA BARRENECHEA

 El primer poema establece un diálogo con una mujer ausente, por lo que el conjunto de poemas en esta antología se convierte en una ofrenda a ella. La necesidad del diálogo pone a la poesía en un lugar de interlocutora. Lo que luego se suma adquiere entonces un tono de confesionalidad. La estructura del diálogo se mantiene en los poemas siguientes. Cada poema se abre hacia otro que va mutando su identidad. También el  yo desdoblado se convierte en interlocutor.

 En principio el espacio textual aparece como un lugar de enunciación de propósitos, luego irrumpe la poesía. “Deseo de mar”, un poema potente en su aproximación a lo intangible. Y nuevamente surge lo conceptual, el texto como espacio de  manifestación de ideas que acerca la estética a la llamada poesía de pensamiento. Y a la vez, en un poema como “La flor” la poesía se presenta  a la manera de un correlato de cierta  línea pictórica  que le ha otorgado a  determinados elementos la trascendencia a través de la mirada y el entrecruzamiento de la luz. Al modo de una propuesta de la escuela impresionista el poema intenta captar la fugacidad.  Y no puede dejarse de lado la presencia de la naturaleza como fuente disparadora del discurso poético.

 

 

MARÍA ESTHER CHAPP El mar aparece como vínculo, conexión en tanto es el camino o canal de acceso a la tierra, tránsito  de la inmigración. Un fluir del movimiento de la memoria, de la proyección de cuerpos y almas,  historia y trayectoria de una estirpe familiar. La constelación familiar   se impone como  materia poética  y alcanza esplendor.  La enumeración retórica es el  mecanismo  que le permite abarcar un amplio espectro del universo representado  creando así un clima emotivo. El movimiento es hacia atrás en la prefiguración de la construcción de una identidad, en ese remontar el tiempo, llega  incluso hasta la niña. El trabajo rítmico escoge el verso corto que le otorga al poema vitalidad, fuerza, definición y se amolda a ese delicado, laborioso y vibrante trabajo de reconquista de un entramado familiar.  No está ausente el metaverso en tanto sustento de lo demás,  de esta forma la poesía  en su ir y venir en la reconquista y la pérdida se pliega sobre sí misma con un movimiento espiralado que busca el centro.

 

LILIANA LAPADULA

Ya desde la elección de los títulos de los dos primeros poemas aparece una clave: “Contraimagen” y “Figura y fondo”; la captación de la imagen, lo que puede ser visto y enfocado encuentra en el poema su alto valor simbólico.   Detrás de cada poema parece replegarse un gesto reflexivo sobre la vida misma  dando la impresión de que el poema encierra una clave. Hay en algunas imágenes el señalamiento de lo que se esconde, lo oculto detrás de  visible o aparente. Pero también opera el tiempo que deja su “huella”, por lo que lo  visible  deviene en presente y lo que está detrás es el pasado.  El concepto de misterio sobrevuela los versos. Y a veces brota el descubrimiento como una revelación de lo oculto, surge con esplendor como en el poema “Luz ocre” que termina con “Hay vida allí/ hay otros que respiran”. Pero el misterio subsiste, nunca se termina, por eso en el poema “La sequía” resaltan dos versos: “¿un indicio? ¿Un mensaje? (ver si hay algunos otros versos con signos de pregunta). Poemas en los que aparecen varios planos porque lo que se oculta necesita su  espesor. Ocultar y descubrir: dos extremos que ponen en tensión el texto creando un repertorio que luce sus variadas facetas. El último poema “Oquedad” está compuesto solamente por dos grandes preguntas. La pregunta  opera en función de llave o  bisagra que permite salir de lo desconocido para abrirse a alguna clase de revelación.

 

 

MARIA ELENA ROCCHIO:  Nos topamos con un primer poema centrado en el yo. El sujeto de la enunciación se recorta en primer plano. Y sorprendentemente en el segundo poema da un salto hacia lo más grande: el Cosmos. En el tercer poema el yo se afirma en medio de una totalidad. La línea  poética se visualiza con claridad, hay un yo individual frente a  su opuesto, el Cosmos o una multiplicidad de seres, en esa relación se balancea en busca de una autodefinición y de un  constante auscultar lo existente. El juego no cesa en ese deslizamiento entre la  propia interioridad y el mundo exterior. Rastros de poesía amorosa, la figura del amado de un modo aludido. El recorrido prosigue en esa búsqueda que toca cada uno de los elementos en una trayectoria que amaga ser infinita. También está presente el discurso dialógico con la propia tradición literaria a través de figuras como Rimbaud o Lorca dentro del cuerpo del poema.  Y de pronto en la página noventa aparece el mar como para sellar la mención de los mares que fueron fluyendo a lo largo del libro. En el poema V (pag 93) se evidencia este tironeo entre los material y lo inaccesible, entre el yo y la totalidad. A veces el recorrido poético  se desintegra o alcanza un climax  al dar un salto hacia lo absoluto.  Dos fuerzas en tensión  han hecho posible esta poética.

 

 Dije anteriormente que me propuse encontrar el elemento que aglutinara  plasmando en el texto la ley de integración a la que aludí antes, sí nos atenemos a este concepto la construcción de campos mentales a través de la experiencia de un trabajo en común necesariamente tiene que expresarse.  Predispuesta a detectar el  orden interno que gestó esta obra colectiva, intenté rastrear las líneas subterráneas que conectan los mundos poéticos.  Hay un elemento que atraviesa varios poemas, un  elemento que considero que, respondiendo a esta ley de las organizaciones colectivas,   es común a las cinco autoras y que creo haber encontrado y se trata  del mar. Veamos.

Arias: (pag 13) y marineros pag 9, puerto pag 11, mar pag 12. Océanos, cuentos marineros pag 15, el mar pag 17 y allí “El mar es una larga carta de regreso”, pag 20 el mar).

Barrenechea Mar, pag 28 “Deseo de mar”  El mar pag 30

Chapp, En Chapp el mar aparece prácticamente como un escenario donde se desarrolla la mayoría de los poemas.

Lapadula  “Tempestades” pag 78   El soplo,  pag 69, “pleamar” “naufragan en mares de ajenjo” pag 73, “mares infinitos”, pag 74.

Rocchio Pag 90 “Yo tuve el mar” Poema XX

 

Pensemos en la simbología universal del mar: idea de la existencia, de la totalidad del Universo, el movimiento titubeante del mar en la orilla podría considerárselo una metáfora de la  ininterrumpida oscilación de nuestra vida. La  desconocida profundidad del mar con sus espacios inexplorados, una zona  incógnita que es parte de lo que somos.  La inconsistencia y penetración del agua en sus múltiples manifestaciones nos habla del período prenatal . También el mar, vastísimo territorio,  nos refiere lo inaccesible, lo inabarcable, lo que nos supera. Sin embargo desde una visión estrictamente ligada a nuestra identidad nacional el mar tiene a su vez una significación definitoria, no ingenuamente alguien dijo que los argentinos somos hijos del mar o hijos de los barcos, hay una novela de Gloria Pampillo “Costanera sur” en la que ella habla del agua y de su condición movible y cambiante y lo relaciona con nuestro carácter de argentinos, que supone ser hijos del tránsito, de lo intermedio, no ser de aquí ni de allá, poetizado en los versos de María Chapp y estratégicamente ubicados en la mitad geográfica del libro.  Todo libro como artefacto se concibe aún desde lo inconsciente con una organización, cierta crítica de análisis literario nos pide que observemos el inicio, el final y el centro de cada texto. Siguiendo esta sugerencia diré que si nos detenemos a mirar el  final de esta antología, notaremos que para cerrar -como si esta trayectoria que se ancla en el mar no fuera suficiente-  Rocchio presenta al mar como una apropiación. Y resulta curioso, la segunda poeta, Barrenechea, tituló un poema “Deseo de mar” daría la impresión de que se estableciera una trayectoria dentro del volumen entre lo que se ansía y lo que finalmente se obtiene cuando Rocchio titula su poema “Yo tuve el mar” y en el centro la apoyatura más potente que es el mar como espacio del poema trazado por la poética de Chapp, ya que el escenario de la mayor parte de los  poemas es el viaje de sus ancestros  emigrantes.  La trayectoria se describe desde “El deseo de mar”( Barrenechea) el tránsito por el mar. (Chabb)  y la obtención del mar, (Rocchio). Me refiero a una trayectoria límpida que  diseña  el derrotero de un estado de la psiquis humana que se resume en el deseo como disparador de la acción, la acción concreta y la realización final de ese deseo.

Como  ya he dicho   toda creación que duplica el mundo genera su propio sistema, crea sus  leyes  particulares, este libro no podía ser la excepción, yo creo haber encontrado   al menos uno  de esos vasos comunicantes de los muchos que deben estar allí, listos para ser descubiertos. El libro seguirá produciendo sus sentidos con cada lectura y abriendo zonas de interpretación tan amplias e inabarcables como el  mismísimo mar.



"Feminalumbre", antología integrada por poemas de Beatriz Arias, Estela Barrenechea, María Ester Chapp, Liliana Lapadula y María Elena Rocchio, Alción Editora, Córdoba, Argentina 2023

 

domingo, 5 de junio de 2022



 El libro comienza con un primer poema que expone una cabellera arremolinada, irrumpen inmediatamente los sonidos, las fragancias, el movimiento. El movimiento se instala y aunque cada poema parece ser un retrato fijo, una escena determinada en la que lo vibrante, lo que no se encajona surge  de un modo inusitado. Incluso esta impronta que elude la quietud podría encontrarse en lo saltarino del idioma  portugués escogido para cada una de las citas. Predomina una sensación de fugacidad y plenitud al mismo tiempo. Quizá eso inapresable  se agazapa en lo que huye de la vida misma. El ritmo del lenguaje entrecortado se apega a la emoción.  Es sobria la manera de acercarse a la experiencia, nada redunda,  nada sobra ni falta, esta mezcla de parquedad con ternura  demuestra que en la sobriedad  es capaz de recluirse la exuberancia. Pero se trata de una exuberancia que implosiona, ya que estamos ante un lenguaje austero,  quebrado por momentos, que recorta lo esencial, que no le teme a la vacilación,  a lo segmentado del discurso por lo que de inmediato se hace presente la imagen que deja ver un caleidoscopio, marcada por lo transitorio, lo efímero, lo deslumbrante, lo parcelado.  Podría decirse que  “Los lazos” es un libro minimalista, de un minimalismo con cierto distanciamiento brechtiano. Frente a cada imagen Gungolo escoge la fragmentariedad, la levedad, la frescura.

Hay un gesto dialógico implícito en todo el libro. Se dialoga con padres, con la abuela, con los hermanos, con los ancestros. La figura de la mujer ocupa otro lugar, aunque comparta el tono evocativo, parece ser el sitio de un relativo presente ante  ese  muestrario de situaciones ya ocurridas que  colocan en primer plano de vínculos familiares. Ella, que es puro cuerpo, contrapuntea el discurrir del pasado o de lo ya concluido, ella da la impresión de pertenecer a un pasado que se extiende hacia el presente en medio de  esta evocación apretada y conmovedora. De pronto el diálogo se plasma con cierto miembro de la familia, en forma efectiva en lo conversacional en alguno que otro poema. “Los lazos” un poemario para leer y ser releído con placer, su propuesta estética elude lo acomodaticio.



Tres `poemas del libro:

desvelo 

luego de varios intentos toma el teléfono

un animal moribundo que alcanzó a escapar

lleva el auricular y aclara la voz balbucea

el diminutivo; un nombre y el silencio

ante las cuerdas tensas a punto

de quebrarse pequeñas ramas pisadas

en la oscuridad perdida. hola la noche

está tranquila fue un día laboral cualquiera

los nísperos aguardan entregar sus frutos

todos duermen, cómo estás, el reflejo

por la ventana un cuerpo desgarbado

en un cuarto casi vacío

parece que se aproxima una tormenta

un hombre levanta la solapa del gabán

besa una estampita y camina iluminado

por las vidrieras del centro. quería escucharte

acá estamos, los perros ladran del otro lado

la radio suena en un puesto de flores

soñamos hijos, una lluvia finita y rápida

sobre la ropa en los balcones y los perros ladran

y hay ruido de cañerías y no hay nada más.

otra vez tímidos cantan algo que les pertenece

vuelve el corazón a pasar por el refugio

de cuando abrazados o de la mano

o en la cocina mientras el agua hervía

coreaban al oído o a la boca y el tiempo

como un mechón de pelo se descorre

y va detrás de la oreja. Sonríen

papeles de diario hojas secas arremolinadas 

golpean un container de basura

     boca arriba sobre la cama sin hacer

     lleva la mano a los labios roza la voz extraña

     lejana y tan otra ahora la de los amaneceres

     que hablaba en sueños animalito indefenso

     corazón mío y mataría sin saber matar y besaba.

     la canción se deshilacha y tararean

     los restos del mar en invierno

     también esto pasará. es tarde

     la lluvia paró no hay viento los perros

     acostados dan calor a su cuerpo

     de las copas de los árboles caen algunas gotas

     en bombacha y corpiño sentada en el bidet

     mira la cara en el espejo por la penumbra

     que permite la luz del living. pinta sus labios

     los perros sueñan y corren entre becerros

     cerca un carnicero limpia sus manos

     en el delantal mientras mira cómo quedó la noche.




      alianza

de los pájaros que emigra 
 
algunos en pleno vuelo sueñan

          con el diseño de flores nuevas

tiemblan los aleteos 

           cuando perciben el frío

han vuelto.

         y esa rama es la de mi árbol.

   

 

    



primavera

la abuela dijo no quiero olvidar

el vuelo de aquellos pájaros esos

que alejados deshacen la primavera.

de chico imitabas el canto del gorrión 

no abuela era mi hermano

dejó de hacerlo cuando nos echaron

del colegio y papá medicado dormía

en una cama horrible y Cesárea

con un cuchillo cortó las luces.

toma una uva absorbe la pulpa y escupe

la piel tan parecida a la suya con sus venas

parecen raíces las manos que tanto sembraron

hicieron pan y parecen raíces. me habla

de los hermanos que perdió en la guerra

Arcángel y sus rulos dorados

hace el ademán de la caída dibuja

un tirabuzón lo esculpe en el aire

con los brazos extendidos representa

la bomba, nunca vi sus ojos

llenos de lágrimas. sobre esa historia

sigue la de los hermanos que volvieron vivos

y tuvieron que leer el apellido en la valija

y bajar en el mismo pueblo y abrazar

a la misma madre para reconocerse.

una tarde mi abuela volvió a insistir

en plena cosecha de trigo

Antonio dijo: Giuseppina perché

tomaron sangre por sed y la escupieron

fueron prisioneros de los ingleses

muchas cartas perdidas muchas noches

pensaron que morían mataron.

encabalga el suspiro en la respiración

señala un árbol me toma del brazo

el paisaje de San Quirico de montañas

y mar pasea por sus ojos

con intensidad tierna describe

siempre la misma imagen

la casa de piedra el campo más allá

las montañas y al otro lado el mar.

una bandada irrumpe en su vuelo

la armonía de la tarde cede

a los ojos de la nona y sus manos

de venas como raíces me acarician:

comienzo a imitar el canto de un gorrión.

                                   "Los lazos", Pablo Gungolo, Salta el Pez ediciones, Buenos Aires 2019.

 


Pablo Gungolo
   
Nació en Bahía Blanca, 1980. Actualmente vive en Buenos Aires. Ha publicado Polaroid (ed. La Parte Maldita, 2011)   "Los restos" (finalista del Premio Victoria Ocampo 2014) y "Los lazos". Participó del equipo editorial de Segunda - Cuadernos de danza. 

pablogungolo@hotmail.com

GRACIELA PEROSIO: Apuntes sobre “Fresias de octubre”

 

   


 “Fresias de octubre” es un texto lleno de limpidez y con giros narrativos que le aportan ritmo a  su visible diafanidad. Podría afirmarse que en el primer y más extenso tramo del libro estos poemas  simplemente “transcurren”.  Se percibe un predominio de la transparencia del lenguaje que se deja atravesar por las circunstancias aludidas.

Leer este libro es como deslizarse por un tobogán y, al mismo tiempo,  produce un  impacto por su diafanidad, lenguaje límpido para la espesura de la vida. Es como si al lenguaje se le quitara en todo lo posible su densidad en contraposición  a  aquello a lo que se alude. El juego está allí, si se quiere el guiño está justamente allí. Se trata de ablandar el lenguaje para que obedezca, es imperioso volverlo terso para que el testimonio fluya y en esa fluidez se agazapa lo inconcebible: el hueso duro de la realidad.

    Estamos ante un caso peculiar: Cuando la poesía reescribe el género crónica y sigue al pie de la letra el acontecimiento, desnudándolo en cada verso. Una poesía del siglo XXI en la que se trabaja la escritura transgénero. Es poesía, sin duda, pero a la vez serpentea por el filo de la narrativa: nuevamente el guiño al que me refería anteriormente.

   Como lectores y lectoras somos testigos del propio cuerpo convertido en un impedimento, cada una de sus partes no responde, este cuerpo inconexo, disgregado, se vuelve ajeno  igual que  si se tratara de un territorio a conquistar. La primera  sección del libro  se organiza a manera de un registro de este impedimento y  despliega un peregrinaje por hospitales, sanatorios y consultorios médicos. Aquí el lenguaje  se comporta como si estuviera frente a algo tan rotundo de la vida que no encuentra otro recurso que retroceder hasta su nivel más primordial, hasta lo más despojado de su significación.  Digamos que el  lenguaje  está en su base, al pie, a pie juntillas como si respetara tanto los acontecimientos que se aferra a su sentido más nítido. Se trata del periplo de la desobediencia de un cuerpo, nos enfrentamos a un cuerpo en estado de rebelión, la voz que teje los poemas habla de su cuerpo como si ese cuerpo se le retobara, como si hubiera una profunda desconexión entre mente y cuerpo. El lenguaje dócilmente se amolda,  se adapta a su imperiosa finalidad, el cuerpo no.  El periplo va desde el presente del poema, cuyo eje ha sido el cuerpo,  casi sumido en un estado de fragmentariedad y migra hacia el pasado a través de un salto instantáneo y  entonces, de pronto, el eje aparece puesto en el corazón de la niña y en el de su hermana. En esta migración inmediata lo fragmentario, lo cercenado encuentra su unidad en un centro: el corazón. Un corazón que además tiene una particularidad, es extraño y único, las dos hermanas  comparten esta cualidad.  Este viaje  que va desde la enfermedad al pasado remoto   -la infancia- y al pasado juvenil donde  la hermana sufre cautiverio durante la dictadura militar,  ha dado un giro, ha realizado  un movimiento trascendental para que el texto pase en un relámpago de la enumeración. de la penuria corporal a lo histórico social y lo individual emocional,  aglutinando todo mediante un mismo  desplazamiento. Surgen  de este modo nuevas voces y una modificación drástica en el uso del lenguaje para que surja el lirismo y el discurso se module en nuevas variaciones. . A las voces de los médicos y de las amigas, se le suma la voz de la madre, la voz del origen que actúa como pitonisa, otro centro más que contribuye a aglutinar lo disperso y sumar significación. Estos son poemas filtrados por las voces que irrumpen en el texto y afectan la modulación de la voz del sujeto de la enunciación, que  da testimonio no sin su cuota de ironía a veces, en medio del estado de confusión e incertidumbre que le impone su cuerpo.  Resulta sumamente interesante el movimiento que adquiere el libro con este giro hacia el final, alcanza un esplendor que resignifica lo anterior. Desde lo pecuniario, desde ese estado de materialidad se salta hacia un grado de comprensión de los hechos, se conecta la penuria del cuerpo con la penuria social de la represión de la última dictadura  militar a través del cuerpo de la hermana. Pero esto se efectúa de modo tangencial, sin remarcar la conexión,  quizá con la misma fantasmalidad con que fue expuesta la dificultosa relación con el propio cuerpo.  De la pulsación cronológica, una suerte de Vía Crucis, se alcanza una especie de estado redencional en el texto, ese vuelco hace que el pasado se deshoje, se desdoble en sus muchos tiempos, así el libro logra su espesura y su  meduloso sentido.

 

                         




 Graciela Perosio nació en Buenos en 1950. Es Profesora Universitaria en Letras. Publicó once libros de poesía: Del luminoso error, Brechas del muro, La varita del mago, La vida espera, La entrada secreta, Regreso a la fuente, Sin andarivel, Balandro, El privilegio de los años y El ansia. En el 2016 se editó una antología de sus poemas, Escampa, el corazón, con un estudio de Silvia Calero. Escribió ensayos sobre la vida poética de Alfonsina Storni, Norah Lange, María Elena Walsh, Carlos Latorre, Elvira Hernández, Erri De Luca, entre otros. Su obra fue traducida parcialmente al italiano, portugués e inglés.


lunes, 14 de septiembre de 2020

PATRICIA BENCE CASTILLA: "Juego de damas".

 

                                       

                                            ENTRE LA INOCENCIA Y LA AGUDEZA

En la novela “Juego de damas” de  Patricia Bence Castilla  la reconstrucción de la infancia se constituye en motor del relato, obra de evocación   cuya  estructura conversacional  le otorga un tono más íntimo aún. El receptor del mensaje de este diálogo es un niño, el hermano menor de la narradora, a él se dirige la voz,  aunque podría pensarse que se presenta como una excusa para que la narradora despliegue el cuadro familiar y su lugar de no reconocimiento dentro del mismo o, en términos de Bauman, su no lugar de pertenencia. Como  ocurre en el marco de la literatura epistolar,  el modo conversacional pide la existencia de un interlocutor que recepcione el discurso, en este caso emisor y receptor son dos niños de diferentes edades,  lo que le confiere al texto un  sugestivo clima. Dos hermanos en estado de abandono y desprotección. El desvalido hermano menor,  confidente que posee cierta cualidad inerte, no parece afectar la acción sino hasta el final de la novela en la que su figura opera de desenlace. El hermanito y  la narradora configuran un mundo cerrado frente al  universo infranqueable de los adultos: …como nadie nos oye, al menos aquí, acorralados como estamos,”  dice la narradora (pág  72).   Ante esa relación entrañable con el hermanito, el mundo de los adultos se erige al modo de un afuera que recorta o le otorga a hermana y hermanito el sitio de una intimidad exclusiva para ambos. El afuera de los adultos y el adentro de los hermanos son mundos disociados que no  dan señales de entrar  en conciliación. El hallazgo de una mirada particular hacia el mundo de los adultos, esos extraños que están  excluidos del círculo de intimidad donde se instituye el relato,  es el hallazgo literario que marca su sello en este texto. Los adultos son vistos como una especie aparte cuya característica  está determinada por  su relación con el lenguaje. Dice la narradora: “yo sabía que las palabras no servían más que para confundir(pág 13). El dominio de las palabras pertenece al mundo  exterior, al de los adultos, y con ese recurso se somete a la infancia. En este relato, construido desde la exclusiva mirada y perspectiva de una niña, la narradora se autodetermina como un ser diferente al resto, sin embargo  casi todos los personajes se salen un poco de la norma: La madre enferma, el hermanito con la mancha en la cara, un personaje bizco, por citar  solo algunos. La anormalidad se instala en principio sobre alguna característica corporal.  

  ¿Qué características tiene la voz de esta narradora que dialoga con su hermanito? Quien habla es una niña que, convertida en madre de su hermano,  se vio obligada a crecer antes de tiempo: Una niñez sin niñez. Su discurso es profuso, ininterrumpido, verborrágico e incluso tiene momentos exultantes.  En principio hay un tono protector pero el hecho de que ella también sea una niña le suma un plus, conmueven sus cuidados, su afán, su empeño por ocuparse de la crianza del hermano menor. De  alguna manera estas características  convierten a la novela en un texto de iniciación,  ella es la que guía a su hermanito en el aprendizaje de vivir. Resulta significativo que en un fragmento enmarcado dentro del cuerpo del texto, la niña luzca travestida en  una viejita casi al inicio de la novela a través de un episodio onírico con rasgos propios del  relato gótico. La voz  narradora oscila entre el saber y el no saber aunque  manifiesta bastante un alto grado de certezas. El mundo adulto visto desde afuera, encarnado en la voz infantil, le permite a la autora volcar aspectos críticos de la sociedad. El énfasis, desde ya,  está puesto en que el mundo de los adultos que, como ya dije, se rige por la ley de las palabras. Lo que emerge con nitidez en el  relato en primera persona es el perfil del personaje narrador construido sólidamente en la escritura de un  discurso sin fisuras, una voz  cuyas inflexiones nos recuerdan a Ana Frank,  otra niña privada de libertad, encerrada por la política o por  una situación social. El encierro de esta niña sin nombre identificable no es consecuencia de un error social sino de una falencia afectiva. Ella habla de libertad y de construirse como persona tal como podemos participar en la lectura del paradigmático diario de Ana.

   La novela es en esencia un extenso diálogo con el hermano. En este discurrir de la voz de la niña dirigida al hermano, en este mostrarle y enseñarle el mundo, ella va desgranando puntos de vista hacia cada una de las cosas que la rodean. Manifiesta sus intereses y aspiraciones, despliega su proyecto de vida mientras se entrelazan algunas historias en las que el hilo conductor  se apoya en  la relación disfuncional con su padre, una voz que relata desde la inocencia de la niñez, pero se trata de una inocencia relativa,  sin ingenuidad, ya que esta niña a pesar de sus escasos años posee una considerable agudeza. La combinación del tono  oscilante entre  cierta intuición y la comprensión de los hechos y el enfoque naturalmente inocente de la niña producen un interesante efecto  estético. Hay además un plus de información dado por lo que se deduce del relato surgido de la inocencia. Pero ante todo la voz narradora es la de una hermana en rol de madre, puesto que quedó vacante  la función maternal por ausencia de la presencia adulta.    La   voz    de esa niña que ocupa  el lugar de  un   adulto  -ausencia convertida en madre sustituta de su hermano-,  a medida que avanza el relato se vuelve conmovedora por efecto de omisión, lo que no fue dicho, lo que se lee entre líneas  constituyen el sustrato del relato.  Esta niña a la vez funciona también como cuidadora de su madre enferma, por lo que la sustitución del rol materno  se duplica. Y ocuparse de desempeñar ese rol devora su infancia.

   Si nos atenemos al título de la obra la simbología  resulta evidente. La oposición entre lo blanco y lo negro  que maniobran dos jugadores contrincantes en el juego de damas,  plantea la necesidad de que exista un vencedor y un vencido:  una ficha se come a la otra. El juego implica una lucha y a esa lucha entre la oscuridad y la luz se enfrenta la protagonista que narra la historia.

  Si bien se ha establecido  que la novela fue escrita en tono conversacional,  en algún sentido se acerca al monólogo, un extenso monólogo estructurado en forma episódica, por lo que podría pensarse también en  un encuadre teatral. Los personajes están  trazados  desde una mirada infantil, la historia va siendo entretejida al brotar de este diálogo bastante parecido a un soliloquio,  que adquiere unidad mediante la sucesión de episodios separados que se sostienen a partir de una mirada y un conflicto básico. En este entretejido no se privilegia la intriga, el efecto de tensión se establece en el vínculo con el hermano que va siendo plasmado a través de pinceladas de color sobre la vida hogareña en la que el desconocimiento y la crueldad de los adultos perfilan distintas clases de crudeza. El eje del relato, centrado en la incomprensión de los adultos hacia el mundo infantil,   plantea el dilema de  comportarse como una niña o  ser una adulta, inevitable rol que debe desempeñar por la enfermedad de la madre.  El hermano, depositario del relato, recibe el mensaje en tanto y en cuanto su existencia creó el lugar de la narradora de madre sustituta obligándola a crecer de golpe. Pero ese lugar también lo exige la situación de la madre encarcelada en una cama requiriendo la atención de la niña. Así a narradora se ubica en un límite entre la adultez y una niñez que no ha encontrado  su sitio de arraigo y, como todo límite,  el lugar se presenta incierto, voluble, impermanente, espacio resbaladizo que la expulsa hacia uno y otro lado sin  que le permita pertenecer a ninguno en  realidad.



      Aunque en la novela no se específica la edad, se  percibe que es una niña próxima a la pubertad porque su discurso tiende al pensamiento abstracto.  Más adelante esta percepción se confirma cuando se narra el episodio de su primera menstruación que remarca la discrepancia constante con la figura paterna. Por momentos y especialmente a medida que avanza el relato el discurso se torna más especulativo, de algún modo la niña participa del proceso evolutivo de su conciencia que se va transformando  en propiamente adolescente,  por eso su pensamiento  profundiza sus enfoques simbólicos.

   La literatura y los grandes libros se filtran referencialmente al  integrar este descubrimiento del mundo que va realizando la niña,  no exento del elemento crítico hacia la esfera de los adultos. En este volcarle experiencias a su hermano,   la narradora construye metáforas sobre su modo de sentir que son muy gráficas como si llevara  sus reflexiones a lo que Piaget denominó pensamiento concreto.  De esta forma se establece en el ámbito del discurso un límite dado por la oscilación entre el pensamiento concreto y el pensamiento abstracto,  hacen espejo entonces  el nivel del discurso con el plano de lo ficcional: Una niña ubicada en el límite, no solo en ese límite de los que quedaron fuera del círculo de pertenencia sino en otra clase de límites como el discurso de la novela lo atestigua. Luego, cuando  aparece la primera menstruación,  se consolida su fluctuante ubicación en esa transición entre dos grandes etapas de la vida. Se registran también elementos de la doctrina catequística, discutidos por la protagonista narradora, este cúmulo de información se agrupa por el cuestionamiento  realizado hacia  la configuración del universo adulto.

   Un  abordaje crítico especial merece en esta novela el tratamiento del cuerpo.  Aparecen diferentes cuerpos: el de la madre, el del hermanito, el de la narradora - cuerpo maltratado por el padre-.  Cuerpo ineficiente del hermano. Cuerpo enfermo y amordazado, el de la madre. La oposición y su consiguiente tensión están  planteados entre dos instancias: el cuerpo y la mente. La mente fallida de una madre y las mentes en desarrollo con su relativa falta de conocimiento de los niños. Sin embargo aquí la ecuación parece estar invertida: los niños comprenden y los adultos son torpes, necios, no saben. Así la tensión se establece  entre carne y palabras en tanto estas últimas pertenecen al ámbito mental. Por otra parte el desafío de aprender marca el ritmo del discurso. Aprender para sí misma y para enseñarle a su hermanito, lo que enfatiza la incorporación de esta novela en las llamadas “de iniciación”. No resultaría desacertado considerar esta novela como de iniciación en dos sentidos, ya que ella inicia a su hermanito en el saber pero se inicia a sí misma en el conocimiento al ser su propia madre. Madre de su hermano y madre de sí misma.  Significativamente en algunos tramos del relato lo humano suele ser comparado con lo animal, característica que abona lo interesante del tratamiento del cuerpo en este texto. Hay cucarachas  en varios sitios e incluso caminan por el tablero de damas.

   Nos encontramos con un quiebre en determinado momento, hacia la recta final de la novela  cuando la voz coloquial dirigida al hermano se convierte en escritura. Irrumpe la  literatura epistolar a través de una carta también dirigida al hermanito.  Podría decirse que la voz se materializa mediante esta transformación.  El  deslizamiento del conversacional al modo epistolar está indicando  un valor y constituye una señal. El eje del contenido de esa carta  se resume en  la queja sobre el comportamiento de la empleada doméstica de su madrastra cuya característica es el mal aliento. ¿Y qué se comunica aquí? Se habla del poder de las palabras que tienen los adultos frente a los niños. Es como si finalmente cuajara esa diferencia y distancia que ha existido desde el principio entre ambos mundos, no casualmente se escoge la escritura para  expresarlo, ya que la escritura es una rúbrica y está asociada con la verdad incuestionable. La escritura  pertenece al dominio de lo  masculino desde la simbología tradicional,  está ligada  al poder,  la escritura dirigida a su hermanito  entonces manifiesta lo comunicado  con un  mayor  nivel de compromiso. Lo escrito es ley, no se cuestiona y  resulta  perpetuado. A partir de las palabras destructivas, la niña construye su desdoblamiento corporal, se escinde, pierde integridad. “No sabía si era yo la que se iba o era un pedazo de mí, esta sombra que se burla todavía del otro lado del espejo" .(pag. 96).

  La escritura aparece cuando estalla la rencilla familiar, cuando la niña, ya convertida en señorita, pasó la raya  abandonando la niñez  y se encuentra en la casa del  segundo matrimonio de su padre.  Aquí se juega su falta de lugar y reconocimiento frente a la figura paterna.  Interesante considerar que para confrontar al padre emplea el vehículo de la ley del padre: la escritura. La ley del padre  lamentablemente no es la de la justicia sino la del desamor y la arbitrariedad. Se trastocó un principio y son las mujeres, en este caso la “mucama”, quienes con su discurso desatan la discordia, discordia que estuvo siempre allí pero que  transmutó en acto finalmente en esta “casa ajena”. La falta de pertenencia de la narradora se hace patente en esta falta de lugar en lo ajena de esta casa segunda de su padre.

  Otro de los ejes es el tema del doble,  surge  la dualidad, la sombra como alternativa o huida del yo herido ante el rechazo. La opción de ser otra,  de desdoblarse para poder  fundar una ficción de sí misma que escape  o supere el rechazo paterno. Esa  imagen dual creada por ella también oficia de protectora,  ocupando el  sitio de los padres ausentes. La voz de esta niña es una voz que no se ahoga, que persiste, que se vuelve inflexible en la persecución de sí misma y de su rol de protectora, en suma “Juego de damas” es una novela que logra comunicar la soledad y  el desamparo en la niñez  encontrando en la voz ficcional una de sus más conmovedoras expresiones.

                       


Fragmento de la novela:

El contacto con el piso es mejor cuando se tienen los pies al aire, sobre todo cuando tengo a las damas sobre los mosaicos de la entrada. Aquí, hasta que vos llegaras, éramos tres mujeres, una mirando a la otra, mi abuela, mi mamá y yo, todas sobre las mismas pisadas, sobre el mismo damero,  ¿te das cuenta? Menos mal que llegaste vos. No entiendo por qué no querés aprender. No vas a cambiar nunca. Si seguís así no vas a crecer. Mejor no te digo lo que pienso. ¿Sabés?, no entiendo por qué papá me dijo una vez que te quería. A mí también me lo dijo, pero creo que lo imaginé. Se ve que la niñez muere enseguida y nosotros todavía no nos hemos dado cuenta. Estamos sepultados. Nos ignoran en su memoria, en su mente. ¿Entendés, Tito, lo de la mente? Es una tirana, al menos lo es conmigo. Me trae cosas a la cabeza que no siquiera tener que recordar nunca más, pero sí las recuerdo. Todo el tiempo recuerdo como si fuera la gota de los japoneses. Hasta que me harto. Me canso de tanto pensar lo mismo. Mamá dice que las obsesiones son malas. Se piensa de la mañana a la noche en la misma cosa, todo el tiempo, sin descanso. Como si en realidad no se hubiese conocido otra cosa del mundo más que esa cosa, y esa cosa es como una araña o mejor no, como una tela de araña que se teje alrededor de mí hasta que logra convertirme en un insecto que es mucho peor que ser una cosa. Mucho peor. No te quiero asustar. Yo siento que soy un insecto. Peor. Una bacteria. Peor. Soy un virus. Un virus que corroe. Así como la angustia de mamá.  Sólo que a mí ni siquiera me hace llorar. Me confunde. Eso hace. Me confunde la cabeza. Me olvido de cómo me llamo. A veces me pasa. Me miro en el espejo. Ya por costumbre trato de ver si cambié, pero no, creo que todavía no. Me fijo si soy la que se espera. La que se espera, dije. No, no, no, esa vez lo que dije fue que vieras que había un cartel que decía: sala de espera. Eso es otra cosa. ¿Sabés?, cuando me miro de refilón creo que me voy a encontrar con otra, vaya a saber con quién. ¿Qué raro, no? Pero no puedo encontrar la cosa, esa cosa que soy, porque nunca viene nadie a buscarme o a  explicarme quién soy. No me reconocen, no saben quién soy ni me quieren. Igual que papá que no me quiere porque soy sucia, por eso sé que no me quiere. ¿Y a vos? A vos, menos. Ah, no voy a volver a explicarte, prefiero decirte, si me escuchás, si me prestás mayor atención así no tengo que repetirte después las cosas, que la mente es como un aguijón: una vez  que te metió el veneno no hay antídoto que te salve. No, Tito, de ninguna manera, sin explicaciones, ¿eh? Hay veces que camino y me parece que no soy yo la que da los pasos, sino una sombra que camina junto a mí. Creo que ya te lo dije, no te asustes, pero las sombras son ángeles demoníacos, se te acercan en el bautismo y a partir de allí sólo en la primera comunión te blanqueás un poquito. Yo ya la tomé,  pero parece que mi sombra nació junto conmigo y no se resigna a morir”.

                                                         “Juego de Damas”, Patricia Bence Castilla, Ediciones Ruinas Circulares, Buenos Aires 2019. (pag 101-102)


Patricia Bence Castilla, nace en la ciudad de Buenos Aires. Es directora del sello Ediciones Ruinas Circulares. Ha publicado más de diez títulos (cuento, poesía, novela) bajo el sello que dirige.

Recibe el premio Municipalidad de General San Martín (2010) por su novela “Las 24 hs, de Elena”.

 Es compiladora de varias antologías: “Cómo decir” (volumen I,II, II, IV) y “La palabra que sana” (Café literario coordinado por Raquel Fernández y Claudia Vázquez, de la que es auspiciante), otorgando cada año el Premio Rubén Reches de poesía dentro de los invitados al ciclo.

 Desde fines de 2014 es productora de contenidos del programa radial “A Cierta Hora”, que se difunde por www.enlaotrapuerta.com.ar y que conduce junto a Ricardo Cardone, donde poetas, ensayistas, narradores, proponen una mirada particular sobre la literatura contemporánea.

 Coordina desde 2009 talleres literarios virtuales. Cuenta actualmente con una novela y dos poemarios, aún inéditos.

                  

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