Espiral de Saraswati

jueves, 28 de diciembre de 2017

LILIANA ALLAMI: Libro de cuentos "Las cosas de fondo".


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El cuerpo como protagonista

  El cuerpo de la mujer suele aparecer en los relatos de Allami como un centro de atracción ante la mirada masculina, el cuerpo en tanto objeto en sí, objeto de contemplación que con frecuencia va mostrando sus estadios degradados con el paso del tiempo. Las voces que van narrando las diferentes historias dan la impresión de surgir desde una hondura del personaje, narrador y participante a la vez  en casi todos los cuentos, pero estos narradores tienen una conciencia  y hasta me atrevería a decir  una autoconciencia de su propio cuerpo que lo lleva a convertirse en caja de resonancia del mundo circundante. El cuerpo entonces tiene varias funciones en esta gama de historias que se caracterizan por cierta diversidad en el enfoque aunque estén sostenidas por una escritura que ya adquirió su sello distintivo. Sin embargo pese a matices y diferencias podría afirmarse que es ese cuerpo el protagonista de la mayoría de los relatos. Estamos frente a narradores que detectan en el cuerpo de los seres cercanos las más leves señales, son decodificadores de cuerpos, descifradores de gestos, extraen con su mirada el lenguaje secreto que las personas exteriorizan en sus movimientos, tics, miradas.
Cuerpos enfermos, cuerpos con  agudas percepciones, sensibles al entorno, cuerpos que deben ser bañados, cuerpos en una cama de hospital, cuerpos que expresan el mundo en cada una de sus vísceras y partes. Los lectores estamos frente al mundo íntimo puertas adentro y el más íntimo aún desde una interioridad que tiene una alta conciencia de sí misma. Y desde esa conciencia de interioridad, el otro (la pareja, un amigo, un familiar, un extraño en la calle) se  marcan los límites del propio cuerpo que en muchas ocasiones parece encarcelado por ese límite que la voz que narra intenta franquear. El cuerpo  humano también suele aparecer escindido, asimétrico, ya sea por la posición del observador que narra la historia o porque ha sufrido un accidente doméstico. Esta asimetría juega su polaridad con esa búsqueda permanente del equilibrio estético que manifiestan los narradores como si el cuerpo entablara una sorda lucha contra la cambiante naturaleza como por ejemplo una mujer que estira su cabello y teme a la humedad que puede volver a encresparlo. Las distintas situaciones planteadas en los cuentos parecen organizarse en torno a una búsqueda de perfección o equilibrio que tarde o temprano resulta vulnerada en el devenir de los acontecimientos.  
Vinculada a la hegemonía de la presencia del cuerpo en estos relatos está la comida. La comida aparece como vínculo, agasajo, conexión entre personajes y, por supuesto, como un elemento más del colorido mundo que aviva las percepciones y agudiza los sentidos.
Si bien las señales que emiten estos organismos físicos humanos motorizan y suelen fundar el derrotero de los relatos, es posible detectar en las historias de este libro dos lenguajes predominantes y en constante tensión. El de los cuerpos que hablan en silencio con sus gestos - frente al cual el narrador perfila y ausculta cada emoción humana- y el de las palabras. Las palabras en tanto interrupción de la voz de narrador en forma de diálogo aparecen en muy escasas oportunidades, es la voz de quien narra la que se impone a las de los otros personajes, aunque si bien los diálogos son escasos, cuando el narrador participante cede el espacio a la voz de un  personaje lo que se dice es significativo y afecta de un modo decisivo la acción. Esas palabras pronunciadas tienen peso por su impacto en el desarrollo de los hechos. La voz así, desnuda, desnuda la verdad de los acontecimientos, del mismo modo que el hábil observador del lenguaje corporal ha desnudado simbólicamente a los cuerpos observados. También las palabras escritas, las literarias,  ya sean estas leídas o producidas por sus personajes ejercen el mismo peso sobre la acción y resultan igualmente significativas. Pero el lenguaje de los cuerpos es altamente elocuente, hablan más que las palabras durante tiempos más extendidos del relato. Ahora bien, si aparece el diálogo este se convierte en relevante. A veces estos dos mundos, el estrictamente físico y el simbólico de las palabras suelen encontrar su punto de consustanciación: “Cuando miraba la férula que inmovilizaba parte de mi brazo –desde la base de los dedos hasta unos centímetros por debajo del codo- no sólo se me hacía presente la fractura en la muñeca izquierda, sino también la que, de pronto,  invadía mi pensamiento y se trasladaba , finalmente a mi vocabulario.” (Pag 75).
Se observa un minucioso  trabajo con las técnicas narrativas del género. Los cuentos producen sorpresa en su acabada contextura pero no del modo previsible. En más de una ocasión estamos frente a una vuelta de tuerca como en el cuento  “Cinco corazones verdes” en el que  la autora juega con la tradición y los recursos del cuento clásico pero hace un giro inesperado revirtiendo el desenlace, lo que se supone desde el lugar del lector que es la defraudación de las expectativas del personaje no ocurre, sino que el que termina defraudado en su creencia con respecto al desenlace es el lector que fue llevado a creer durante todo el relato que habría un final predecible.  El efecto sorpresa entonces está producido mediante una alteración en los mecanismos tradicionales del relato. Este trabajo con lo impredecible es un mecanismo que opera de distintas maneras a lo largo del libro. La autora parece estar dialogando con las formas estipuladas para otorgarles un modo de actualización, un movimiento, un enfoque que vitaliza finalmente el relato.
 La mesurada voz que relata  cada uno de estos cuentos tiene la contención necesaria, la justa, la imprescindible para sostener entre los intersticios la intensidad. Ese modo de manifestar la intensidad apretando y comprimiendo es un hallazgo de estilo.  La sobriedad es  prácticamente un telón de fondo que cubre el estallido, el dolor o la crisis, todo eso que no es dicho o que es enunciado de un modo oblicuo se convierte en el eje del relato. La tensión creada entre contención e intensidad es una característica de la prosa de Allami. Lo que se muestra y  lo que se esconde son perfiles simultáneos que van generando un interés en el plano estético que se suma al de la intriga que el relato ha ido trazando.   Llama  asimismo la atención la cadencia del texto, la respiración  de las frases en una armonía sin rispideces como si lo musical respondiera más a la poesía que a la prosa.
   “Las cosas de fondo” es una suma de estupendos cuentos con virajes inesperados que surgen de un entramado sólido  y que no quiebran sino que profundizan la hondura del enfoque. Se caracterizan por una mirada que en su recorrido no deja nada afuera. Ese ojo que mira es lapidario, no se le escapa el menor detalle. Ese mirar el mundo circundante es ante todo un acto de apropiación de cada uno de estos narradores y es al mismo tiempo una búsqueda y un aprendizaje de estos personajes que en muchos casos bordean la angustia.

 El libro “Las cosas de fondo” obtuvo una distinción en el Certamen Internacional de Literatura Sor Inés de la Cruz 2016 y fue  publicado por el Fondo Editorial del Estado de México, 2017.


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.Liliana Allami nació y reside en Buenos Aires, Argentina. Es licenciada en química y se ha desempeñado como docente en la Universidad de Buenos Aires. Ha publicado los libros de cuentos “Para mí que fue por eso” (1997), “Un impulso escondido” (2001), “Eso sin nombre” (2004), “Novia que te veamos” (2008, distinguido por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y finalista del Premio Internacional de Cuento “Juan José Manauta”), “La vuelta del deseo” (2013) y “Tres cuentos” (2016).
 Sus relatos obtuvieron menciones en el Concurso Municipal de Literatura “Manuel Mujica Láinez” (Argentina, 2011), el Certamen Internacional Toledano Casco Histórico (España, 2013), y El Premio Iberoamericano de Cuento “Julio Cortázar” (Cuba, 2015). Fueron también objeto de estudio por su temática intimista y han sido incluidos en diversas antologías. Su nouvelle “El verbo justo”, con la que obtuvo el Premio Único de Novela inédita (bienio 2010-2011) otorgado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, fue publicada en 2016.







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