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El cuerpo
como protagonista
El cuerpo de la mujer suele aparecer en los
relatos de Allami como un centro de atracción ante la mirada masculina, el
cuerpo en tanto objeto en sí, objeto de contemplación que con frecuencia va
mostrando sus estadios degradados con el paso del tiempo. Las voces que van
narrando las diferentes historias dan la impresión de surgir desde una hondura
del personaje, narrador y participante a la vez en casi todos los cuentos, pero estos
narradores tienen una conciencia y hasta
me atrevería a decir una autoconciencia
de su propio cuerpo que lo lleva a convertirse en caja de resonancia del mundo
circundante. El cuerpo entonces tiene varias funciones en esta gama de
historias que se caracterizan por cierta diversidad en el enfoque aunque estén
sostenidas por una escritura que ya adquirió su sello distintivo. Sin embargo pese
a matices y diferencias podría afirmarse que es ese cuerpo el protagonista de
la mayoría de los relatos. Estamos frente a narradores que detectan en el
cuerpo de los seres cercanos las más leves señales, son decodificadores de
cuerpos, descifradores de gestos, extraen con su mirada el lenguaje secreto que
las personas exteriorizan en sus movimientos, tics, miradas.
Cuerpos enfermos, cuerpos
con agudas percepciones, sensibles al
entorno, cuerpos que deben ser bañados, cuerpos en una cama de hospital, cuerpos
que expresan el mundo en cada una de sus vísceras y partes. Los lectores
estamos frente al mundo íntimo puertas adentro y el más íntimo aún desde una
interioridad que tiene una alta conciencia de sí misma. Y desde esa conciencia
de interioridad, el otro (la pareja, un amigo, un familiar, un extraño en la
calle) se marcan los límites del propio
cuerpo que en muchas ocasiones parece encarcelado por ese límite que la voz que
narra intenta franquear. El cuerpo
humano también suele aparecer escindido, asimétrico, ya sea por la
posición del observador que narra la historia o porque ha sufrido un accidente
doméstico. Esta asimetría juega su polaridad con esa búsqueda permanente del
equilibrio estético que manifiestan los narradores como si el cuerpo entablara
una sorda lucha contra la cambiante naturaleza como por ejemplo una mujer que
estira su cabello y teme a la humedad que puede volver a encresparlo. Las
distintas situaciones planteadas en los cuentos parecen organizarse en torno a
una búsqueda de perfección o equilibrio que tarde o temprano resulta vulnerada
en el devenir de los acontecimientos.
Vinculada a la hegemonía de la presencia del cuerpo en estos relatos está la comida. La comida aparece como vínculo, agasajo, conexión entre personajes y, por supuesto, como un elemento más del colorido mundo que aviva las percepciones y agudiza los sentidos.
Vinculada a la hegemonía de la presencia del cuerpo en estos relatos está la comida. La comida aparece como vínculo, agasajo, conexión entre personajes y, por supuesto, como un elemento más del colorido mundo que aviva las percepciones y agudiza los sentidos.
Si bien las señales que emiten estos
organismos físicos humanos motorizan y suelen fundar el derrotero de los
relatos, es posible detectar en las historias de este libro dos lenguajes
predominantes y en constante tensión. El de los cuerpos que hablan en silencio
con sus gestos - frente al cual el narrador perfila y ausculta cada emoción
humana- y el de las palabras. Las palabras en tanto interrupción de la voz de
narrador en forma de diálogo aparecen en muy escasas oportunidades, es la voz
de quien narra la que se impone a las de los otros personajes, aunque si bien
los diálogos son escasos, cuando el narrador participante cede el espacio a la
voz de un personaje lo que se dice es
significativo y afecta de un modo decisivo la acción. Esas palabras
pronunciadas tienen peso por su impacto en el desarrollo de los hechos. La voz
así, desnuda, desnuda la verdad de los acontecimientos, del mismo modo que el
hábil observador del lenguaje corporal ha desnudado simbólicamente a los
cuerpos observados. También las palabras escritas, las literarias, ya sean estas leídas o producidas por sus
personajes ejercen el mismo peso sobre la acción y resultan igualmente
significativas. Pero el lenguaje de los cuerpos es altamente elocuente, hablan
más que las palabras durante tiempos más extendidos del relato. Ahora bien, si
aparece el diálogo este se convierte en relevante. A veces estos dos mundos, el
estrictamente físico y el simbólico de las palabras suelen encontrar su punto
de consustanciación: “Cuando miraba la
férula que inmovilizaba parte de mi brazo –desde la base de los dedos hasta
unos centímetros por debajo del codo- no sólo se me hacía presente la fractura
en la muñeca izquierda, sino también la que, de pronto, invadía mi pensamiento y se trasladaba ,
finalmente a mi vocabulario.” (Pag 75).
Se
observa un minucioso trabajo con las técnicas narrativas del género. Los cuentos
producen sorpresa en su acabada contextura pero no del modo previsible. En más
de una ocasión estamos frente a una vuelta de tuerca como en el cuento “Cinco corazones verdes” en el que la autora juega con la tradición y los
recursos del cuento clásico pero hace un giro inesperado revirtiendo el
desenlace, lo que se supone desde el lugar del lector que es la defraudación de
las expectativas del personaje no ocurre, sino que el que termina defraudado en
su creencia con respecto al desenlace es el lector que fue llevado a creer
durante todo el relato que habría un final predecible. El efecto sorpresa entonces está producido
mediante una alteración en los mecanismos tradicionales del relato. Este
trabajo con lo impredecible es un mecanismo que opera de distintas maneras a lo
largo del libro. La autora parece estar dialogando con las formas estipuladas
para otorgarles un modo de actualización, un movimiento, un enfoque que
vitaliza finalmente el relato.
La mesurada voz que relata cada uno de estos cuentos tiene la contención
necesaria, la justa, la imprescindible para sostener entre los intersticios la
intensidad. Ese modo de manifestar la intensidad apretando y comprimiendo es un
hallazgo de estilo. La sobriedad es prácticamente un telón de fondo que cubre el
estallido, el dolor o la crisis, todo eso que no es dicho o que es enunciado de
un modo oblicuo se convierte en el eje del relato. La tensión creada entre
contención e intensidad es una característica de la prosa de Allami. Lo que se
muestra y lo que se esconde son perfiles
simultáneos que van generando un interés en el plano estético que se suma al de
la intriga que el relato ha ido trazando.
Llama asimismo la atención la
cadencia del texto, la respiración de
las frases en una armonía sin rispideces como si lo musical respondiera más a
la poesía que a la prosa.
“Las cosas de fondo” es una suma de
estupendos cuentos con virajes inesperados que surgen de un entramado
sólido y que no quiebran sino que
profundizan la hondura del enfoque. Se caracterizan por una mirada que en su
recorrido no deja nada afuera. Ese ojo que mira es lapidario, no se le escapa
el menor detalle. Ese mirar el mundo circundante es ante todo un acto de
apropiación de cada uno de estos narradores y es al mismo tiempo una búsqueda y
un aprendizaje de estos personajes que en muchos casos bordean la angustia.
El libro “Las
cosas de fondo” obtuvo una distinción en el Certamen Internacional de
Literatura Sor Inés de la Cruz 2016 y fue publicado por el Fondo Editorial del Estado de México, 2017.
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.Liliana Allami nació y reside en Buenos Aires, Argentina. Es licenciada
en química y se ha desempeñado como docente en la Universidad de Buenos Aires.
Ha publicado los libros de cuentos “Para mí que fue por eso” (1997), “Un
impulso escondido” (2001), “Eso sin nombre” (2004), “Novia que te veamos” (2008,
distinguido por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y
finalista del Premio Internacional de Cuento “Juan José Manauta”), “La vuelta
del deseo” (2013) y “Tres cuentos” (2016).
Sus relatos obtuvieron menciones en el Concurso Municipal de Literatura “Manuel Mujica Láinez” (Argentina, 2011), el Certamen Internacional Toledano Casco Histórico (España, 2013), y El Premio Iberoamericano de Cuento “Julio Cortázar” (Cuba, 2015). Fueron también objeto de estudio por su temática intimista y han sido incluidos en diversas antologías. Su nouvelle “El verbo justo”, con la que obtuvo el Premio Único de Novela inédita (bienio 2010-2011) otorgado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, fue publicada en 2016.
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Sus relatos obtuvieron menciones en el Concurso Municipal de Literatura “Manuel Mujica Láinez” (Argentina, 2011), el Certamen Internacional Toledano Casco Histórico (España, 2013), y El Premio Iberoamericano de Cuento “Julio Cortázar” (Cuba, 2015). Fueron también objeto de estudio por su temática intimista y han sido incluidos en diversas antologías. Su nouvelle “El verbo justo”, con la que obtuvo el Premio Único de Novela inédita (bienio 2010-2011) otorgado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, fue publicada en 2016.
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