Tuve el gusto de presentar esta novela de Nora Mazziottim editada por Paradiso Ediciones: "Amores calabreses" junto a Graciela Falbo en el Centro de la Cooperación "Floreal Gorini" de Buenos Aires este invierno. Reproduzco aquí el texto que leí en aquella ocasión.
RELATOS
DE INMIGRACIÓN: Tensiones entre oralidad y escritura: la novela “Amores calabreses” de Nora Mazziotti
El relato comienza con una
oración en subordinada “Que el nono Gaetano…”, se deduce entonces que existe un
fragmento previo que está acallado en el texto: La historia se extiende en un estadio que no se patentiza en la
escritura. Hay una cosmogonía ausente en esta saga que parte de un personaje
que se convertirá en medular: Gaetano, quizá sugiriéndonos que lo que no tuvo
principio entra en el terreno del mito. Y enseguida leemos: “Lo que se repetía
en casa”: una historia que fue contada una y otra vez ¿Qué significa esto? Que
aquello que se vuelca en el texto no fue tomado de los hechos, de las
percepciones del mundo, sino de un fenómeno de lenguaje: el habla. Y el texto
da cuenta de los murmullos, de las entonaciones, de las inflexiones de voz y del
valor otorgado a las confidencias ligándonos al momento en que estas historias fueron
oídas presumiblemente al borde de una cama o cerca de la ancha mesa de madera en la cocina.
Esta suma de narraciones ha ido
prevaleciendo en el transcurso de los años, migrando de cuerpo en cuerpo hasta
llegar hasta hoy, como esos relatos legendarios que en un plano social han
venido configurando y construyendo nuestro imaginario colectivo. Pero aquí el
foco se centra en lo medular
de las peripecias de ancestros y coetáneos que traza un fresco colorido y
atrayente. Estamos frente a la construcción de relatos de inmigración, la
sustancia de nuestra memoria colectiva argentina, nuestro ser nacional y en esa
memoria aparece inevitablemente el viaje: sitio de pérdida y de llegada. Viaje
y patria entroncados en un discurso que nos constituye. Sin embargo podríamos
pensar esta novela considerándola a la manera de un “como si”, ya que nos presenta la reconstrucción de una
rememoración de acontecimientos familiares, pero bien sabemos que nos
encontramos en el terreno de lo probable, este es un hecho ficcional que posee
todos los condimentos necesarios de una ficción aunque a veces juega con la crónica, crónica familiar
por supuesto, sin dejar de hacerle guiños
al folletín y de tomar ciertos elementos de la novela de aventuras. La
estructura de la novela y sus mecanismos de repetición dejan traslucir su basamento original: el
relato oral que, como ya dije, fue sostenido a lo largo de los años de
generación en generación gracias al relatar historias una y otra vez hasta que
los hechos, situaciones y personajes quedan fijados en la memoria. Y aún así, si afirmamos esto, es posible que caigamos en un error debido
a que la novela tiene una cadencia, un ágil ritmo narrativo que, si
bien podríamos adjudicárselo a su origen oral, a la espontaneidad y vitalidad
de una conversación ininterrumpida, no es exclusivamente tributaria de este
modelo discursivo.
Quien
narra toma las voces y las vuelve a hacer resonar en el texto. Réplica de voces
que hablan de un intercambio, llegan cuerpos extranjeros y la Argentina otorga
trabajo y una nueva oportunidad. Luego el dinero regresa como compensación: los
inmigrantes envían ayuda monetaria a
quienes quedaron en el país que fue
abandonado. Y en esa ruta de intercambio
aparece nuevamente la escritura: cartas que alguien le escribe a los
analfabetos, letras bancarias, diarios íntimos. Pero inevitablemente lo que
emigra no son sólo cuerpos sino la cultura de origen, en este caso nombres que
son rescatados del imaginario: el mundo de la ópera - que es la pasión de los
personajes-. Cuando no les queda gente para bautizar, pretendiendo honrar el
mundo operístico escogen esos nombres para
sus mascotas. De modo que el primer intercambio aquí se realiza entre el
mundo real y el imaginario. Pronto algo contrasta con las historias de inmigración que
conocemos, no se trata de la versión clásica
porque no aparece la pobreza ni la dura lucha sino la opulencia en una primera
instancia. Enseguida esta situación se revierte. Entonces sí
la historia narrada se acerca a
la del inmigrante clásico, el proceso se invirtió en cierto sentido: los
inmigrantes no han llegado con una mano atrás y otra adelante sino que traen
dinero que les permite vivir una etapa inicial de abundancia en su palacete del
barrio de Saavedra, detalle que ya nos
desplaza un poco hacia lo ficcional. Las narraciones tradicionales se enmarcan
en las conocidas historias de inmigración argentina: El inmigrante lucha y con
el tiempo obtiene el fruto de su esfuerzo,
logra hacerse su quintita y goza de la holgura sumada
al beneficio de la integración a la cultura nacional. Aquí ocurre lo contrario:
la guerra y la falta de intuición en el manejo monetario desencadenan un resultado trágico. Así participamos de un
relato que emplea los tópicos de los relatos inmigratorios, sometidos al juego del folletín con un guiño hecho por
la narradora constantemente. En la novela se trabajan además de los ya
mencionados géneros - relato oral, la novela de aventuras, ciertos giros del
radioteatro - otros discursos que incursionan en el texto como noticias de
periódicos, la literatura epistolar y
el diario íntimo. Con un ritmo ágil y una
estructura que va incluyendo a modo episódico la vida de los distintos
personajes, el narrador parece decirnos
que esta es en parte una historia que conocemos
aunque, en apariencia, se nos presente distinta. El lugar de este
narrador es sin duda el de quien especula con respecto a lo conocido y repetido, se conoce la carcasa
de los hechos pero quien narra hurga en
los intersticios entre lo dicho y lo no dicho haciendo que el texto de la
novela se transforme en un paratexto de
la oralidad y no en su mero reflejo. Oscilando
entre lo sabido y lo descubierto utiliza la escritura para revelar sentimientos
ocultos y anhelos.
La pérdida de la opulencia inicial es el
gran quiebre en el relato que produce los acontecimientos relevantes que irán
armando una trama en la que no faltarán los ingredientes típicos del folletín: huidas,
suicidio, madres con hijos abandonados, trabajos asalariados en el límite de la supervivencia, vendettas e incluso un caso de incesto provocado nada
menos que por un sacerdote católico, todo esto narrado con un tono que no se
aleja del guiño y que convierte
definitivamente al texto en un relato que dialoga con formas instituidas
y las reelabora con riqueza, de este modo se realiza un cruce entre los
distintos géneros mediante la reescritura.
Enmarcando el
discurso en los convencionales relatos
de inmigración, fluyen peripecias donde
la pérdida ahora es crucial. No se perdieron únicamente un idioma y la tierra
de los ancestros sino que se perdió una prosperidad – fruto del dinero traído-.
El intercambio que en esta novela invierte el modelo
tradicional de la inmigración -llegaron pudientes y se volvieron pobres- nos
ubica, de buenas a primeras, en medio una historia de inmigración en el
sentido clásico de la palabra: esfuerzo, incertidumbre, trabajo en el taller de costura. La pérdida ha sido doble. A
esa parte de la familia, la narradora los llama “los afectados”.
El personaje de Gaetano se convierte en el
hilo conductor que va uniendo los fragmentos de esta novela escrita a manera de mosaico, novela episódica que es ensamblada por una voz que toma con firmeza
y habilidad al mismo tiempo las riendas
del relato. La intermitencia de la aparición de la figura de este
personaje se va volviendo enigmática y el desconocimiento sobre su destino final forja el enigma. Gaetano huye y su huida despierta el desconcierto
junto a otras emociones, especialmente en su esposa, creando un vacío de saber
que debe ser llenado. Poco a poco ese vacío será completado con la escritura, por
lo que la escritura sutura la angustia del no saber y le permite a la narradora
eludir huecos y disipar algunas dudas.
Pero unas cuantas dudas permanecen y sustentan con su eficaz incertidumbre el
desarrollo del relato. Cuando quien narra no sabe nada sobre la vida de Gaetano decreta por
suposición que está muerto. La esposa abandonada arma un ritual familiar con el
que da por finalizado su conflicto interior: El no saber ha resultado
intolerable y es suplido por la imaginación y la puesta en acción. La operación
de intercambio en este caso ha sido la del desconocimiento por la pura
invención. Evidentemente los personajes han creado su propia lógica frente al
drama o el infortunio. La palabra escrita toma como referencia la palabra oral
que también dejó sus marcas de escritura
en lo real. La historia es un discurrir de situaciones a vuelo de pájaro sobre la vida de
estos parientes y su doble pérdida de los años dorados. Las escenas se van
sucediendo una después de otra y el eje o el disparador de su irrupción son los
personajes.
Las escenas son muchas,
ricas y significativas: la del perro rabioso, la del taller de costura, la del
regreso de un pariente en busca de Gaetano
-tema del que, por otra parte, no se puede hablar abiertamente-, la de la mujer que trampea al hombre que desea
y termina embarazada, la del encuentro entre Bianca y el que finalmente será su
acaudalado marido, la del cura y su hija fruto de su amor con una mujer, la del
cuerpo en el féretro al que le toman una
fotografía, entre tantas otras. Las escenas brotan, se desarrollan brevemente,
tienen algo de estampa y luego siguen apegadas a las pautas de la oralidad que
les dio su puntapié inicial. Queda allí, suelta, la punta del ovillo para que
después sea retomada, para que caiga en el
olvido o sea rescatada por el recuerdo, sin apartarse del derrotero de la oralidad. La
voz narradora se apropia de otras voces y las vuelca en un recorrido que da la
impresión de no tener fin. Historias con todos los ingredientes con que suelen
estar impregnados los relatos orales: niños que van a ser vendidos y que son
rescatados por un pariente, vendettas del sur de Italia, malevos, niño muerto
por mordedura de perro rabioso, historias imborrables que se mantuvieron vivas
gracias a la repetición continua que luego la escritura retoma para fijarlas definitivamente
sin que pierdan la soltura y la agilidad
de la oralidad que las mantuvo en vilo. La oralidad imprime también su permanencia en el delineado de personajes, en sucesos
significativos que la memoria no puede abolir, estos son tomados por la escritura y expuestos
así, en su devenir y con su realce.
A medida que avanza el relato se percibe con mayor claridad que el
elemento aglutinante de lo fragmentario está
absolutamente unido al personaje de Gaetano que realiza la acción más
contundente, abandonar a la familia, hacer el viaje de regreso, deshacer de cierta manera el camino de la inmigración,
huye por vergüenza, como nos enteraremos más adelante. Este deshacer es el que
permite hacer la novela porque sin
esa acción o esa ausencia de Gaetano en la vida familiar la novela no tendría
la estructura sólida que tiene. La mujer abandonada va hilvanando conjeturas sobre el destino de
este personaje del que nada se sabe. Aparece
entonces el discurso en segunda persona en forma de diálogo, ella le habla a
alguien que no está, entra en suposiciones, se pierde en todo tipo de especulaciones, incluso
se dice en varias oportunidades que Gaetano se recluyó en una montaña en Italia. Nace el diálogo con una sombra o un fantasma sobre
improbables hechos, la historia de inmigración se instala en la identidad confusa, profusa, sin límites
claros. Un cuerpo ausente que, al ligar pérdidas y ausencias, en la Argentina de la segunda mitad del siglo
XX ha venido a tener una doble lectura al metaforizar a los desparecidos de la última dictadura
militar.
Si le prestamos atención a la grafía que entre
todos los elementos es quizá la menos inocente, nos encontramos con párrafos entre paréntesis. De inmediato se
observa que lo que está entre paréntesis no es una aclaración - función primordial
del entreparéntesis- sino que aquí es el espacio de la ficcionalización, es lo que
llena ese hueco dejado por el “no
saber” que dio origen a las especulaciones
sobre el desenlace de la vida de Gaetano. Resulta factible conjeturar que hay
un relato de vida que está ausente y eso es justamente lo que permite
entretejer la trama, lo que abre en el texto abanicos de posibilidades produciendo un ahondamiento de la historia y, al mismo tiempo, crea una suspensión de la linealidad del
relato que se comporta como una bifurcación. Esos discursos entre paréntesis dan lugar al espacio de la ficción pura
despegándose de lo que la historia tiene
supuestamente de referencial, separan la historia verídica de la ficcional mediante
una visible marca en la escritura y, a la vez, estos paréntesis indican algo
más: el narrador se ubica en otro rango dentro del discurso narrativo, se
comporta como una voz que se filtra dentro de la prosa, un desdoblamiento de la
voz narrativa. Podríamos pensar a este narrador como un testigo-narrador de las
voces familiares. Testigo de voces que va armando una trama con estos
personajes relacionados entre sí
mediante noviazgos, casamientos,
abandonos, hijos, nacimientos. Cabe
señalar que no existe linealidad en el trazado de la historia, el narrador va y
viene en el tiempo una y otra vez siguiendo quizá la línea antojadiza del recuerdo
o el vaivén de una conversación de sobremesa.
El texto avanza en la línea
del recuerdo, de la rememoración centrada en los personajes que van apareciendo
sin introducción. Los personajes irrumpen y vuelven a volatilizarse hasta que
algún vínculo en otra historia los trae tangencialmente al primer plano. Es
como si ese plantel de personajes estuviera siempre allí y de pronto fueran
llamados uno a uno al proscenio. El
recorrido de esta rememoración no parece responder a ninguna ley visible, surgen desde un no lugar para que se despliegue
su historia a grandes rasgos. Lo llamativo es que avanzando en la novela cuando
la trama ya mostró su solidez, las especulaciones sobre lo que pudo ocurrir en la vida de Gaetano se van
volviendo cada vez más antojadizas, se multiplican significativamente los entre
paréntesis: ha crecido el espacio de la ficción en detrimento de la memoria.
No es menos interesante observar que pese a
que hay una relativa discontinuidad temporal, este caudal de episodios que no sigue una cronología se ensambla como
encajando armoniosamente en una gran pieza de puzzle. Ya hacia el final,
por la imposición propia del rigor del desenlace, el texto responde más a la
causa y el efecto, debido a que todo desemboca en la figura reubicada en tiempo
y espacio de Gaetano, cuya reaparición opaca o coloca a un costado el variado
despliegue de los otros personajes familiares. Queda también,
comprensiblemente, en segundo plano la voz narradora entre paréntesis que había especulado sobre el destino posible del
personaje. Esa voz será retomada cerca del desenlace de la novela cuando sale a
la luz lo imaginado por Bianca a través de lo que ella ha escrito en su cuaderno.
Ocultamiento y revelación son además de
los de sustitución los mecanismos del
relato que parten de la evocación, pero
existe un movimiento paralelo: el de la especulación realizada en el acto de
imaginar posibilidades planteadas por lo desconocido. Podríamos calificar a este
tercer mecanismo de prospectivo, puesto que nos habla de un futuro desconocido,
futuro si nos ubicamos en el momento en el que el personaje desaparece, pasado
si lo hacemos en el momento de la especulación que es coincidentemente el aquí y ahora de la escritura. Entonces la
operatoria que soporta el andamiaje de la novela es consecuencia del movimiento
alternativo de ocultamiento, revelación, sustitución y especulación, con la
utilización de estos recursos se va
tejiendo la trama. Nos encontramos frente a una profusión de situaciones en las
que la peripecia tiene alto impacto, fueron tomados los hechos relevantes,
aquellos que la memoria fue capaz de sujetar, lo atesorado por el recuerdo y mantenido
vivo por una supuesta transmisión oral
en el seno de la colectividad familiar. Hay un
eficaz manejo de la intriga que se constituye incorporando nuevas zonas
dentro de la historia de cada personaje hasta que en algún momento del relato
irrumpe lo inesperado, este recurso del surgimiento de lo imprevisto logra que el
relato se vivifique, que alcance un alto
efecto y obtenga un giro en el
desarrollo de los acontecimientos. En este
mecanismo podemos incluir el modo en que son presentados los personajes que dan
la impresión de brotar de un fondo inacabable y siempre desde lo vincular:
tías, primas, hijos, nietos, esposos, esposas. Dentro de ese círculo cerrado y
a la vez inmenso de la familia se abren relaciones que van creando nuevos
espacios dentro del relato, de esta forma siempre termina apareciendo algún
personaje de inusitada vinculación. La trama familiar es intrincada pero
respeta la lógica de la sangre y de las elecciones personales, se narra precisamente desde una pertenencia familiar y
el tono narrativo mantiene la calidez de la mirada. En este caso estamos frente
a un mecanismo de incorporación, se van agregando elementos a lo ya planteado. Incluso
podemos considerar que el ya mencionado mecanismo de sustitución se produce
cuando las cartas reemplazan a la voz, no puede haber diálogo porque no hay
cuerpo presente, sin embargo existe un
diario que ejerce la misma función. Luego es percibida la imagen móvil de
Gaetano en la pantalla de un cine en vez de su cuerpo
tridimensional. Estas sustituciones en el texto actúan como alternativas
compensatorias que suturan la herida producida por los hechos.
Transitando
por varias décadas donde los personajes nos invitaron a asomarnos a lo hondo de
la condición humana, este texto que con
soltura, agilidad y frescura nos vinculó
íntimamente con un entramado familiar, fue
forjado con mecanismos sutiles y con una propuesta estética de reelaboración de
los géneros que logra integrar lo aparentemente disímil. La voz narradora logró
convertirnos en cómplices de historias
jugosas y de entuertos dignos de ser contados una y otra vez, una y otra vez,
de un modo inagotable.
Nora Mazziotti es profesora en la UNA y coordina la carrera de
Guionistas de radio y televisión en el ISER. Egresada de Letras, se especializó
en temas de teatro, géneros de ficción audiovisual, historia de los medios. Es
autora de "Soy como de la familia". "Conversaciones de Nora
Mazziotti con Alberto Migré" (1993), "La industria de la
telenovela", "La producción de ficción en América Latina"
(1995),"Telenovela, industria y prácticas sociales" (2006). Compiló
"El espectáculo de la pasión: Las telenovelas latinoamericanas"
(1993), Como novelista publicó "La cordillera" (Paradiso, 2010) y
"Milonga perdida" (Paradiso, 2013).
Derechos reservados- En caso de reproducir citar la fuente
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