Hay en la escritura de José Gabriel Ceballos
el cruce de varias líneas estéticas que dialogan entre sí y a veces hasta se
parodian. Sin embargo en este libro donde lo paródico que es un rasgo muy
típico de Ceballos alcanza ribetes significativos, la apuesta se dirige hacia
esa zona de corriente más latinoamericana que está presente de modo sesgado en
otros de sus libros. Sin duda la tradición oral juega un papel determinante
aquí, tradición que marcó a García Márquez por el trazado en el perfil de sus
personajes y ese pincelazo límpido de situaciones que queda fijado en la
memoria del lector. En los relatos de transmisión oral la voz necesita
afincarse en personajes de trazo fuerte y en eventos imborrables para que la
historia, al ir transcurriendo el
tiempo, en su traspaso de boca en boca sin
el soporte de la escritura, pueda ser reproducida sin demasiadas
tergiversaciones. Partiendo del mismo principio los personajes de este nuevo
Fabulario de Ceballos dejan su huella impresa de un modo contundente. De
cualquier forma la manera en que los
narradores de Ceballos se comportan frente al hecho narrado no está nunca
lejana a los dobleces, a las medias tintas, a los guiños, a los juegos
sorpresivos, al ingenio y este libro da muestras de estos recursos
sobradamente. El evidente efecto de jocosidad da lugar de inmediato a la hondura
de la condición humana, se aleja del chiste a pasos agigantados aunque opere
con los mismos recursos, de eso de trata, narrar es abarcar una totalidad
tomando algunos de sus perfiles y mezclándolos todos: así la voz de Ceballos se
vuelve inconfundible aunque en ella resuenen muchas voces conocidas.
El
pueblo de Buenavista ya había sido inventado antes de este libro, siguiendo la
tradición de un García Márquez con su Macondo, de un Onetti con su Santa María
o el Comala de Rulfo, Ceballos nos acercó su Buenavista en un volumen con relatos estilo crónica o mejor
dicho relatos que juegan con el género de la crónica para deshacerla, para
moldearla a su antojo. Partiendo del modelo de la crónica entonces, el texto se
afinca en el relato de autor y se desliza de tanto en tanto hacia el cuadro
costumbrista, pero aún es posible
rastrear otro registro en esta fluctuación de voces narrativas y es el del
discurso notarial, el relevo de hechos frente a la justicia, el reporte
judicial, aunque al sesgo, el desliz
irónico de la voz integra soterradamente
este tono enfatizando así la ironía y la jocosidad.
Este pueblo ficcional ha ido
extendiendo sus dominios de libro en libro configurándose cada vez más con sus
características a veces un poco absurdas, cómicamente trágicas para que los
personajes que son dignos de ser enumerados puedan desplegarse. Estos
personajes se encuentran vinculados con el espacio de manera directa y cada uno
de ellos es presentado en casi la totalidad de los casos con nombre y apellido,
eso marca su inserción en un medio donde todos se conocen, lejos del anonimato
de las grandes ciudades. Personajes que se mueven en un mundo de marcadas
jerarquías. Y los espacios son la casa propia, el pueblo con sus zonas
públicas, el campo abierto y el prostíbulo que viene a ser una zona intermedia
entre lo público y lo privado. No se concibe la existencia del prostíbulo sin
la liga de de damas de la moralidad, no puede existir el uno sin la otra en
este juego interminable de oposiciones, del mismo modo sexo y muerte suelen
surgir de a pares. Los personajes tienen un sentido de grandiosidad de lo honorífico,
rasgos de un mundo aún un poco feudal,
algo de protagonistas decimonónicos. Esa
pomposidad de pueblo, esa grandilocuencia de la vana distinción en medio del
pasto en zonas despobladas es enfatizada con una semisonrisa por el narrador.
De eso se trata justamente el juego de la mirada.
Veamos qué ocurre en este
fabulario. Si bien en los cuentos es la peripecia lo hegemónico así como en la
novela son los personajes lo determinante, en este mundo creado por Ceballos
los personajes quedan sobresaliendo por encima de las situaciones que no
carecen de originalidad ni realce y menos que menos de efecto de sorpresa, cabe sospechar
que la construcción del universo de ese ámbito llamado Buenavista alcanza a rozar la saga novelística más de lo que podríamos
imaginar, aún sin dejar de ser relatos
cercanos a la crónica. La sensación que queda después de la lectura es la de
haber visitado un espacio que seguirá produciendo nuevas situaciones, muy probablemente porque la categoría
personaje tiene un peso rotundo y porque estos parecen estar vivos y las
historias finalizan de un modo abierto o flotante. ¿Y quiénes son estos
personajes? ¿Qué atributos les dan tanta envergadura? Nos encontramos con un tío que investiga
metafísicamente el más allá y muchas,
unas cuantas veces con la llegada de la
muerte y las lloronas que ofician en los
entierros. También hay circos, hay
alarde de ese lustre, de esa inflada ostentación de pacotilla de los pueblos
que se creen el ombligo del mundo o, precisamente por sospechar su pequeñez, se vanaglorian de lo que apenas poseen. Hay un
doctor muy diplomado que quiere conocer el método abortivo de una curandera
pronta a despedirse de este plano
terrenal, hay una fruncida señorita que termina enredada con uno de los hombres
que vinieron con el circo, hay un marido que se debate entre una esposa que fue
estupenda cocinera y otra que es maestra en las lides eróticas, hay damas
ninfómanas, costureras, sastres, turistas, maleficios, políticos de morondanga,
espiritistas, monjas, coleccionistas de lo impensable, mucha magia, asuntos
inesperados, fuegos de artificio, catalejos, varios circos que llegan y que se
van, personajes estrafalarios, sucesos sobrenaturales y sucesos pedestres,
lustre y deslustre, hombres y mujeres solteros y casados, pero ninguno
ordinario, hombres que se apoderan de la casa de un muerto reciente y descubren
- bien guardadas y camufladas- películas eróticas que el fallecido había
filmado. Hay un club social, una plaza, un semanario local llamado “El progreso”,
y, como ya dije, un prostíbulo, una comisión
de damas de la moralidad, hay poca gente trabajando, parece que siempre están
de fiesta o enredados en sus asuntos. Hay un nadador de río abierto, hay un
astronauta soviético, cartas, secuestros, venganzas, no falta nada. Pero además
hay mucha intriga, lo que se esconde, lo oculto, lo que casi todos se empeñan
en tapar tiene sobre personajes y situaciones un valor que afecta el desenlace
de los hechos. Y el prostíbulo como espacio lo metaforiza de la mejor de las
formas.
¿De qué hablan estos cuentos? Hablan de la ley y de la trampa, de alianzas,
enconos, rivalidades, de marcadas jerarquías sociales y sobre todo hablan de
secretos y ocultamientos. De todas las
percepciones la del oído es la preponderante, no casualmente el primer cuento
se titula “El oidor” (no se escoge arbitrariamente el cuento que abre el libro
ni el que lo cierra). El sonido del gallo es como la bocina de los coches para
los que vivimos en una ciudad como Buenos Aires, esos gallos que cantan en
estos relatos tal vez sean un leitmotiv, ese clásico sonido que aparece de
tanto en tanto en los libros de Ceballos merece una consideración aparte, por
un lado se trata de una percepción auditiva que ubica a los personajes en un
espacio en parte rural, agreste, un poquito arcaico. Ese sonido se constituye
como una pertenencia, traspasa la vida
cotidiana, ensambla y conecta la vida de
todos los personajes entre sí. Aunque también está el otro sonido, el humano,
el de las lloronas con su oficio legendario pero no llega a tener la presencia
del canto del gallo. No es el gallo, el
gallo no suele aparecer como figura, es su sonido, es el reconocimiento de su
existencia sin verlo lo que marca un emblema en esta prosa. Todos y cada uno
son parte de algo que el sonido abraza. Es eso que está y que sabemos que está y
que nos hace saber a su vez dónde vivimos y quiénes somos realmente. Pero
además el oído está vinculado al aire y el aire a la transmisión de la palabra
oral, las leyendas -suele decirse- son traídas por el viento, llantos,
murmullos, voces, sonidos están presentes en estos cuentos están atravesados
por cierto paradigma del relato folklórico.
Mientras leía el libro me hacía
una pregunta: Qué pasa con el sentido del ridículo, porque los personajes se
sitúan en ese peligroso borde, me preguntaba esto una y otra vez y terminé por
convencerme de que el sentido del ridículo está en la mirada del narrador pero
lo esquiva, lo escamotea, pareciera que el narrador se debate entre sospechar
que los personajes se arriman a ese lugar del que no se vuelve y la compasión,
la ternura. Así, en ese límite finito, finito entre el sentido del ridículo y
la ternura se ubica el narrador y a eso suele llamárselo kitsch, pero aquí está atenuado con la elegancia de un cuidado modo
de narrar, atenuado por el peso de la historia, por las consecuencias de las
acciones de los personajes y más aún por ese otro peso ineludible, el de las
costumbres y creencias que termina imponiéndose en forma determinante, atenuado
también por el dominio incuestionable de
la autoridad eclesiástica, el poder político, las creencias de lo instituido, el
de los estamentos sociales que en más de una ocasión se convierten en sombra,
en presencia fantasmal. Y claro, no podía faltar el otro, el más poderoso de
todos los dominios, el de la muerte. Daría la impresión de que en este mundo
todo depende de una cuestión de estratificación establecida y contra la que
resulta imposible luchar, ese sino ineluctable, casi de tragedia griega está contrarrestado
en el Fabulario mediante la voz irónica del narrador, con un dejo de sorna, yo diría de amable
sorna, tan elegante y tan amable que no hay manera de escapar a la inmensa atracción de seguir y seguir
leyendo y al concluir la lectura esperamos que aparezca otro fabulario para no
salir del estado de encantamiento al que Ceballos nos llevó tan simpáticamente.
Este Fabulario forma parte de un conjunto de libros de variadas tendencias
literarias, un conjunto rico, profuso pero que tiene el común denominador de
estar atravesado por una mirada personal y una voz única, integra lo que
llamamos de un modo cabal, sin temor a caer en la grandilocuencia: una
auténtica obra literaria, lo que en estos tiempos de cultura líquida y marcas
de lo intrascendente no es en lo más
mínimo un hecho desdeñable.
más información sobre este libro: https://www.youtube.com/watch?v=qopbkFJLBAU
más información sobre este libro: https://www.youtube.com/watch?v=qopbkFJLBAU
José Gabriel Ceballos nació en 1955 en Alvear (Corrientes), donde vive.
Entre los libros de cuentos que publicó: “El Patrón del Chamamé” (Premio EDUCA
en Costa Rica); “Entre Eros y Tánatos” (Premio Tiflos en España); “El Oidor y
otros cuentos”; “Lo difícil que es partir de Buenavista”. En novela: “Ivo el
Emperador”; “Víspera negra” (Premio Ciudad de Alcalá, España) y “En la resaca”
(Premio Alfonso VIII en España y Premio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires
Bienio 2008/2009).
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