Gloria Oscares presentó hace poco en Ciudad de Buenos Aires su libro de cuentos "Oculto sonido de la sangre", publicado en Enigma editores. Ella me invitó a escribir el prólogo y participar del acto de presentación. Fue un hermoso momento compartir la aparición del libro. Reproduzco aquí el prólogo que escribí y que abre el libro.
VOCES Y
CUERPOS EN UN MUNDO PELIGROSO
Sumergirse en este despliegue de
historias supone entrar en varios mundos
para dejarse atrapar por climas y situaciones que hacen de la narratividad un apasionante
ejercicio. Quien narra es una mujer en primera persona – a excepción de “Un grito en la tormenta” narrado en
tercera- y lo primero que se destaca es el tratamiento del cuerpo que establece
su tensión con el conjunto de voces de los distintos personajes que se hacen escuchar a través de diálogos, cuyo peso en el relato puede parangonarse con
el de la voz narradora, personaje participante y testigo a la vez.
En la mayoría de los cuentos se detecta
nítidamente la oposición entre un afuera
y un adentro. Este afuera y este adentro plantean una polarización patentizada
por el tenor de las voces: la interna, la de la narradora en primera
persona con sus subidas y bajadas de
ánimo y la externa, expresada en ese
conjunto de voces diversas mezcladas con
las continuas amenazas provenientes de muchos ángulos que no siempre son fáciles de
discernir. Así es que nos topamos con
dos instancias bien delineadas: El lugar de la voz interior, por un lado, la de la narradora y luego el
lugar de las voces en ese afuera en el que el peligro siempre acecha. Y si el
afuera se ha transformado en el espacio de lo amenazante, lo es también el adentro donde tampoco
se puede hallar un refugio genuino. Lo amenazante tiene la marca de lo
siniestro, es ambiguo, traicionero, se disfraza o encubre eso que se busca descifrar.
Y en medio de este juego de tensión permanente entre cuerpos y voces, la aparición de los diálogos surge como una
promesa de revelaciones que tendrá, en la
mayoría de los casos, la marca y la fuerza de lo tremendo. Mediante la incorporación de los diálogos la
narradora cede su espacio en el orden del discurso, les da paso a otras y otros
para que hablen y ese hablar suele develar un secreto o
desentrañar lo oculto, ya que de algún modo las voces son depositarias de un
saber que a veces se presenta bajo la forma de engaño. La separación entre este
adentro y este afuera es el cuerpo mismo: territorio acechado por la inminencia
de lo incontrolable. El propio cuerpo es
presentado como un territorio con
límites marcados que opera en el relato como un vórtice, lo que ocurre se
expresa en ese cuerpo y hacia él converge. El cuerpo reacciona como un potente
eco ante el impacto del mundo. El cuerpo se expresa, vibra, late y hasta podría
afirmarse que es el gran personaje de estos relatos. El cuerpo puede ser atacado, vulnerado y hasta
asesinado. Sin embargo es el surgimiento
significativo de las voces de los personajes que interactúan con su intervención lo que le va dando forma a la trama y precipita
los desenlaces, tuerce o encauza los acontecimientos.
En
cada uno de los cuentos nos enfrentamos a
lo incontrolable, a lo que amenaza estallar, que puede provenir de cualquier parte, incluso
desde una interioridad en continuo estado de alerta, la del personaje narrador,
de esta manera la locura o la emoción violenta son también elementos
peligrosos que parecen escapar al control y a la voluntad personal.
Nos
encontramos ante un cuerpo que opera como caja de resonancia: “un frío que relampagueaba en la columna”,
“el cansancio me tiraba los hombros para
abajo”, “se me atenazó el estómago”,
“el sol me quemaba los hombros como mil
demonios”, un cuerpo que se desmaya, que siente náuseas, que tiembla, que pierde
su autodominio frente a la violencia de un afuera o al ataque de los propios
impulsos interiores. El cuerpo esboza su lenguaje persistente, ineludible, determinante,
se expresa a través del miedo mientras las voces ajenas a la narradora se
imponen con otra clase de urgencias y autoritarismos. Este fino mecanismo moviliza el relato. Dice Oscares: “Las palabras de mi hermana caminaban como
cucarachas de un lado a otro”, “no
quería escucharla pero su voz no me
dejaba pensar”: El cuerpo entonces es un territorio invadido por las voces.
La
venganza como resolución del relato aparece al menos dos veces y la reacción es
extrema y culmina con el asesinato. Asesinar implica convertir un cuerpo vivo
en una cosa, en un objeto, implica desterrarlo del escenario del mundo. Y el
móvil fue el conocimiento o el descubrimiento a través de esas voces en diálogo
o, en menor medida, a través del
lenguaje corporal que encubre y delata al mismo tiempo. De esta forma la voz con su peso decisivo se impone y aniquila los cuerpos. Se trataba
de dilucidar un saber, el saber llegó a través de la voz y esa dilucidación
condujo o empujó a la muerte.
Algunos de estos relatos podrían inscribirse en la tradición de
Roberto Arlt por el tono, la tensión creada por la amenaza, el perfil de
algunos personajes y la venganza como motor del conflicto. Y al mismo tiempo se
detecta otra línea de escritura en el cuento “El origen de mis pesadillas”
en el que la voz narradora en un tono confesional parece brotar desde muy hondo y abrirse paso con cierta
mesura. Estableciendo el contraste entre dos elementos cotidianos: la sillita
azul y las tijeras, Oscares realiza un delicado trabajo en la construcción del
enigma, a pesar de ello este cuento no le resta cohesión a un libro cuyo
imaginario está compactamente planteado, ya que le suma coherencia a la totalidad con la intromisión de lo extraño que,
en este caso, no escoge el estallido
para hacerse presente sino el deslizamiento hasta instalarse finalmente en la
cotidianeidad. Podría decirse que es en el trabajo sobre lo extraño que en
algunas ocasiones introduce elementos neogóticos el que se sostiene la arquitectura y la
estética de un libro rico en matices y situaciones.
Considerando el orden que estableció Gloria
Oscares, el libro termina con “La penumbra”, un cuento sobre la locura,
ese colapso fascinante para la
literatura y la dramaturgia universal. La locura es la disolución del gobierno
de la mente sobre el cuerpo. Así el
cuerpo se convierte en la manifestación
más acabada del ser humano, lo que se diga, o lo que pueda decirse a través de
un diálogo ha perdido relevancia y el valor de la autenticidad. Entre la pugna de la palabra oral y el cuerpo,
es el cuerpo el que parece tener ahora la última palabra. Queda finalmente el
cuerpo como testimonio privilegiado de la existencia de lo humano. Por otra parte la locura instaura el espacio
de la no verdad en un libro cuya voz narradora ha buscado comprender, develar, desentrañar
lo oculto. Es necesario tener en cuenta que en este cuento desde el principio el
lenguaje ha venido explotando en una suma de improperios. De
esta manera la trayectoria de la búsqueda culmina en el quiebre de la lógica,
del orden, de lo comprensible. La locura emerge como otro de los estallidos y lo que
estalla en este caso es la razón, emblema de una modernidad que ha sido puesta
en tela de juicio. Pero significativamente
en este cuento aparece una tercera voz además de la del personaje
narrador y la de los diálogos, una voz sin procedencia clara que le habla al
personaje narrador -discurso casi
fantasmal- y esta voz, prácticamente un alter ego, tiende su mano salvadora, se trata de una voz que si
bien entra en la zona de la oralidad se sitúa en una fase intermedia entre el
cuerpo y las otras voces. Algo se introdujo en el cierre del libro, una tercera
instancia que nos habla de otra clase de fuente de poder y notablemente es una
voz sin cuerpo, una voz que no parece provenir de persona alguna. De este modo el derrotero planteado en el libro
como unidad compacta se cierra en forma de broche planteando a la vez nuevos
enigmas.
El sentido de desamparo, la dureza en los
vínculos familiares, la penuria de la escasez económica, el peligro como
amenaza en un mundo hostil, la injerencia
demoledora de lo político - social son algunos de los ejes temáticos
abordados por la autora en estos cuentos en los que prevalece la aventura de
narrar historias calibradas en su justa medida por la tensión y distensión que
nos brindan la oportunidad de participar de una atmósfera inquietante y, sobre todo,
nos otorga el privilegio de adentrarnos en la belleza de lo terrible.
Gloria Oscares Es poeta, narradora, Coordinadora
de talleres de escritura y Psicóloga Social. Ha publicado los libros de poemas “No sé entonces” y "La brisa ancha" . Ha participado
en varias antologías de poesía, entre las que se encuentran: Poesía Argentina
de Fin de Siglo-Selección Lidia Vinciguerra-Editorial Vinciguerra-; ha
integrado la
Antología Concurso Nacional de Poesía-Año Internacional del
Che (2da. Mención) (Jurado compuesto por: D.Bellesi, J. Bignozzi,J. Boccanera,
D.H.Helder, V.Redondo, M.Rosemberg, J. Villafañe y J.L.Mangieri). También tiene cuentos y poemas publicados en revistas
literarias nacionales y extranjeras. Dirigió la revista Molinos de Viento
y actualmente realiza su Colección Pohésys, de edición de autor. Ha recibido
numerosos premios por su obra poética entre los que podrían mencionarse Concurso Nacional de poesía FUBA, Ediciones SUM de Poetas y Narradores y el de la Fundación INCA, asimismo ha participado en recitales y eventos
culturales en el país y en el extranjero. Su obra poética se ha difundido en el país y en el extranjero.
Derechos reservados- En caso de reproducir citar la fuente
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