Espiral de Saraswati

martes, 18 de octubre de 2016

GLORIA OSCARES: "OCULTO SONIDO DE LA SANGRE"-

Gloria Oscares presentó hace poco en Ciudad de Buenos Aires su libro de cuentos "Oculto sonido de la sangre", publicado en Enigma editores. Ella me invitó a escribir el prólogo y participar del acto de presentación. Fue un hermoso momento compartir la aparición del libro. Reproduzco aquí el prólogo que escribí y que abre el libro.


                                                 


                                                          VOCES Y CUERPOS EN UN MUNDO PELIGROSO
 
    Sumergirse en este despliegue de historias  supone entrar en varios mundos para dejarse atrapar por climas y situaciones que hacen de la narratividad un apasionante ejercicio.  Quien narra es una  mujer en primera persona – a excepción de “Un grito en la tormenta” narrado en tercera- y lo primero que se destaca es el tratamiento del cuerpo que establece su tensión con el conjunto de voces de  los distintos personajes que  se hacen escuchar a través de diálogos,  cuyo peso en el relato puede parangonarse con el de la voz narradora, personaje participante y  testigo a la vez.
     En la mayoría de los cuentos se detecta nítidamente la oposición entre  un afuera y un adentro. Este afuera y este adentro plantean una polarización patentizada por el tenor de las voces: la interna, la de la narradora en primera persona  con sus subidas y bajadas de ánimo y la externa,   expresada en ese conjunto de voces diversas  mezcladas con  las   continuas amenazas provenientes de  muchos ángulos que no siempre son fáciles de discernir.  Así es que nos topamos con dos instancias bien delineadas: El lugar de la voz interior,  por un lado, la de la narradora y luego el lugar de las voces en ese afuera en el que el peligro siempre acecha. Y si el afuera se ha transformado en el espacio de lo amenazante,  lo es también el adentro donde  tampoco  se puede hallar un refugio genuino. Lo amenazante tiene la marca de lo siniestro, es ambiguo, traicionero, se disfraza o encubre eso que se busca descifrar. Y en medio de este juego de tensión permanente entre cuerpos y voces,  la aparición de los diálogos surge como una promesa de revelaciones que tendrá,  en la mayoría de los casos, la marca y la fuerza de lo tremendo.  Mediante la incorporación de los diálogos la narradora cede su espacio en el orden del discurso, les da paso a otras y otros  para que hablen  y ese hablar suele develar un secreto o desentrañar lo oculto, ya que de algún modo las voces son depositarias de un saber que a veces se presenta bajo la forma de engaño. La separación entre este adentro y este afuera es el cuerpo mismo: territorio acechado por la inminencia de lo incontrolable. El propio cuerpo  es presentado como un territorio  con límites marcados que opera en el relato como un vórtice, lo que ocurre se expresa en ese cuerpo y hacia él converge. El cuerpo reacciona como un potente eco ante el impacto del mundo. El cuerpo se expresa, vibra, late y hasta podría afirmarse que es el gran personaje de estos relatos.  El cuerpo puede ser atacado, vulnerado y hasta asesinado. Sin embargo es  el surgimiento significativo de las voces de los personajes que interactúan  con su intervención lo  que le va dando forma a la trama y precipita los desenlaces, tuerce o encauza los acontecimientos.
    En cada uno de los cuentos nos enfrentamos  a lo incontrolable, a lo que amenaza estallar,  que puede provenir de cualquier parte, incluso desde una interioridad en continuo estado de alerta, la del personaje narrador, de esta manera  la locura o  la emoción violenta son también elementos peligrosos que parecen escapar al control y a la voluntad personal.
     Nos encontramos ante un cuerpo que opera como caja de resonancia: “un frío que relampagueaba en la columna”, “el cansancio me tiraba los hombros para abajo”, “se me atenazó el estómago”, “el sol me quemaba los hombros como mil demonios”, un cuerpo que se desmaya, que siente náuseas, que tiembla, que pierde su autodominio frente a la violencia de un afuera o al ataque de los propios impulsos interiores. El cuerpo esboza su lenguaje persistente, ineludible, determinante, se expresa a través del miedo mientras las voces ajenas a la narradora se imponen con otra clase de urgencias y autoritarismos. Este fino  mecanismo moviliza el relato. Dice Oscares: “Las palabras de mi hermana caminaban como cucarachas de un lado a otro”, “no quería escucharla pero su voz no me dejaba pensar”: El cuerpo entonces es un territorio invadido por las voces.
    La venganza como resolución del relato aparece al menos dos veces y la reacción es extrema y culmina con el asesinato. Asesinar implica convertir un cuerpo vivo en una cosa, en un objeto, implica desterrarlo del escenario del mundo. Y el móvil fue el conocimiento o el descubrimiento a través de esas voces en diálogo o, en menor medida,  a través del lenguaje corporal que encubre y delata al mismo tiempo.  De esta forma la voz con su peso decisivo  se impone y aniquila los cuerpos. Se trataba de dilucidar un saber, el saber llegó a través de la voz y esa dilucidación condujo o empujó a la muerte.
     Algunos de estos relatos  podrían inscribirse en la tradición de Roberto Arlt por el tono, la tensión creada por la amenaza, el perfil de algunos personajes y la venganza como motor del conflicto. Y al mismo tiempo se detecta otra línea de escritura en el cuento “El origen de mis pesadillas”  en el que la voz narradora en un tono confesional parece  brotar desde muy hondo y abrirse paso con cierta mesura. Estableciendo el contraste entre dos elementos cotidianos: la sillita azul y las tijeras, Oscares realiza un delicado trabajo en la construcción del enigma, a pesar de ello este cuento no le resta cohesión a un libro cuyo imaginario está compactamente planteado, ya que le suma coherencia a la  totalidad con la intromisión de lo extraño que, en este caso,  no escoge el estallido para hacerse presente sino el deslizamiento hasta instalarse finalmente en la cotidianeidad. Podría decirse que es en el trabajo sobre lo extraño que en algunas ocasiones introduce elementos neogóticos  el que se sostiene la arquitectura y la estética de un libro rico en matices y situaciones.
   Considerando el orden que estableció Gloria Oscares,  el libro termina con “La penumbra”, un cuento sobre la locura,  ese colapso fascinante para la literatura y la dramaturgia universal. La locura es la disolución del gobierno de la mente sobre el cuerpo.  Así el cuerpo se convierte en la  manifestación más acabada del ser humano, lo que se diga, o lo que pueda decirse a través de un diálogo ha perdido relevancia y el valor de la  autenticidad.  Entre la pugna de la palabra oral y el cuerpo, es el cuerpo el que parece tener ahora la última palabra. Queda finalmente el cuerpo como testimonio privilegiado de la existencia de lo humano.  Por otra parte la locura instaura el espacio de la no verdad en un libro cuya voz narradora ha buscado comprender, develar, desentrañar lo oculto. Es necesario tener en cuenta que en este cuento desde el principio el lenguaje ha venido explotando en una suma de improperios.   De esta manera la trayectoria de la búsqueda culmina en el quiebre de la lógica, del orden, de lo comprensible. La locura  emerge como otro de los estallidos y lo que estalla en este caso es la razón,  emblema de una modernidad que ha sido puesta en tela de juicio. Pero significativamente  en este cuento aparece una tercera voz además de la del personaje narrador y la de los diálogos, una voz sin procedencia clara que le habla al personaje narrador   -discurso casi fantasmal- y esta voz, prácticamente un alter ego, tiende su  mano salvadora, se trata de una voz que si bien entra en la zona de la oralidad se sitúa en una fase intermedia entre el cuerpo y las otras voces. Algo se introdujo en el cierre del libro, una tercera instancia que nos habla de otra clase de fuente de poder y notablemente es una voz sin cuerpo, una voz que no parece provenir de persona alguna. De  este modo el derrotero planteado en el libro como unidad compacta se cierra en forma de broche planteando a la vez nuevos enigmas.

     El sentido de desamparo, la dureza en los vínculos familiares, la penuria de la escasez económica, el peligro como amenaza en un mundo hostil, la injerencia  demoledora de lo político - social son algunos de los ejes temáticos abordados por la autora en estos cuentos en los que prevalece la aventura de narrar historias calibradas en su justa medida por la tensión y distensión que nos brindan la oportunidad de participar de una atmósfera inquietante y,  sobre todo,  nos otorga el privilegio de adentrarnos en la belleza de lo terrible.



Gloria Oscares Es poeta, narradora, Coordinadora de talleres de escritura y Psicóloga Social. Ha publicado los libros de poemas “No sé entonces” y "La brisa ancha" . Ha participado en varias antologías de poesía, entre las que se encuentran: Poesía Argentina de Fin de Siglo-Selección Lidia Vinciguerra-Editorial Vinciguerra-; ha integrado la Antología Concurso Nacional de Poesía-Año Internacional del Che (2da. Mención) (Jurado compuesto por: D.Bellesi, J. Bignozzi,J. Boccanera, D.H.Helder, V.Redondo, M.Rosemberg, J. Villafañe y J.L.Mangieri). También tiene cuentos y poemas publicados en revistas literarias nacionales y  extranjeras. Dirigió la revista Molinos de Viento y actualmente realiza su Colección Pohésys, de edición de autor. Ha recibido numerosos premios por su obra poética entre los que podrían mencionarse Concurso Nacional de poesía FUBA, Ediciones SUM de Poetas y Narradores y el de la Fundación INCA, asimismo ha participado en recitales y eventos culturales en el país y en el extranjero.  Su obra poética se ha difundido en el país y en el extranjero.

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