Espiral de Saraswati

jueves, 1 de octubre de 2015

IRMA VEROLÍN: LOS DÍAS


"Los días"- de Irma Verolín- Editorial de la Fundación Victoria Ocampo- Buenos Aires 2015 
Primer premio  POESÍA "Horacio Armani 2014 otorgado por la Fundación Victoria Ocampo.

                           ENTRE LA REVELACIÓN Y EL SILENCIO

Los días está separado en tres partes: “Gestos”, “Zoo cercano” y “Los días”, última sección que le da título al libro. Los objetos, los animales domésticos y  las mínimas acciones de la vida cotidiana se han vuelto reveladores. Han estado siempre allí, pero ahora se trata de acercarlos a un primerísimo primer plano. Se trata de captar el mundo, como decían los formalistas rusos, desautomatizando la percepción, quitándole lo repetitivo y mecánico, se trata ni más ni menos que de descubrir en lo común, en lo ordinario, en lo aparentemente intrascendente, su rasgo de originalidad. Es fácil detectar que hay un intento de depuración de la palabra, se busca despojarla, desvestirla. Las dos primeras partes se caracterizan por el silencio: los gestos son el lenguaje mudo de un cuerpo, los animales no hablan. En la tercera parte se produce un cambio con respecto a este enfoque, allí aparece la palabra en la voz y en la escritura. Se vislumbra un concepto de  escritura entendida como un proceso de apropiación del tiempo, la escritura se convierte en una conquista del tiempo. El tiempo, en tanto misterioso y escasamente definible, sólo puede ser captado mediante la creación de metáforas. Se trata de un tiempo que es todos los tiempos, porque se da en forma simultánea como en “Domingo” o “Casa de Ana Frank”. Escribir entonces como si se intentara volver a mirar con otros ojos lo que ya que ya fue visto. La escritura poética es el acto de producir pensamientos sensibles  mediante una mirada que atraviesa el mundo teñida por la propia subjetividad y que, por supuesto, no se ancla en la racionalidad,  algo parecido a lo que ocurre con la palabra al surgir en la página, aquello borroso en la propia interioridad se vuelve de pronto legible, se manifiesta, la escritura  poética  se convierte en expresión de lo oculto mediante un proceso de avance y retroceso en un espacio bidimensional que cobra espesor y tridimensionalidad. La palabra escrita instaura la dimensión de la hondura. Escribir como revelación y búsqueda de conocimiento, claro que sin una cuota de no saber, de ignorancia este proceso no tendría cabida, el no saber es el impulso, el motor, la zona oscura que termina iluminándolo todo. Lo oscuro entonces ilumina. Cuando se habla de la noche o de la muerte, quizá  se refiera a eso. Podría afirmarse con respecto a la poesía de Irma Verolín que trabaja enfáticamente el lugar del yo, un yo que no se celebra a sí mismo, lo que no es ninguna originalidad pero sí tal vez en ese marcado carácter antiwhitmaniano, se diría que estamos frente a un yo que reniega de sí mismo y a la vez es un yo con una fuerte centralización, un yo en situación incómoda con el no yo entendido como el mundo, el afuera.  Un yo que aparece travestido en gestos, objetos, animales y que en su búsqueda de definición realiza un recorrido fuera de sí, se proyecta hacia fuera en el ámbito próximo, en vez de funcionar como espejos estos elementos son transposiciones de un yo vacilante, fragmentado, que aspira encontrar su identidad, su sentido de unidad.  Además estamos ante una poesía de territorialidad, definida por la pertenencia a un determinado espacio, la casa, el  sitio propio, el barrio, la ciudad, según el texto, el espacio configura intensamente y es probable que esta marcación espacial determinante esté producida por ese yo que busca  contornearse a sí mismo, un yo malcriado, un yo en fuga hacia un afuera que no lo contiene, un yo en estado de incertidumbre, un yo que busca convalidarse, que quiere saber quién es.  Podría afirmarse que los cuerpos que aparecen en estos poemas –sean humanos o animales- son cuerpos en estado de asombro. Esa es un rasgo de la escritura de Verolín: la perplejidad, el estupor del narrador  que da la impresión de hacerse extensiva a la del sujeto de enunciación de su poesía, hay un asombro casi inaugural propio del que apenas se está mostrando al mundo. Por otra parte los objetos, los cuerpos, los seres de otros reinos naturales son lentes que muestran el mundo que los contiene, son algo parecido a partes de un holograma en el que la más pequeña de sus unidades reproduce la totalidad. Y  eso que da testimonio como fragmento de una totalidad sólo puede ser captado a través del asombro. En la extrañeza del asombro se repliega el germen de la creación.
                                                                              María C. Tolosa

contrapa del libro "Los días"



Durante el acto de presentación del libro junto a María Esther Vázquez- Buenos Aires agosto 2015.



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