"Los días"- de Irma Verolín- Editorial de la Fundación Victoria Ocampo- Buenos Aires 2015
Primer premio POESÍA "Horacio Armani 2014 otorgado por la Fundación Victoria Ocampo.
ENTRE LA REVELACIÓN Y EL SILENCIO
Los días está separado en tres
partes: “Gestos”, “Zoo cercano” y “Los días”, última sección que le da título
al libro. Los objetos, los animales domésticos y las mínimas acciones de la vida cotidiana se
han vuelto reveladores. Han estado siempre allí, pero ahora se trata de
acercarlos a un primerísimo primer plano. Se trata de captar el mundo, como
decían los formalistas rusos, desautomatizando la percepción, quitándole lo
repetitivo y mecánico, se trata ni más ni menos que de descubrir en lo común, en
lo ordinario, en lo aparentemente intrascendente, su rasgo de originalidad. Es
fácil detectar que hay un intento de depuración de la palabra, se busca despojarla,
desvestirla. Las dos primeras partes se caracterizan por el silencio: los
gestos son el lenguaje mudo de un cuerpo, los animales no hablan. En la tercera
parte se produce un cambio con respecto a este enfoque, allí aparece la palabra
en la voz y en la escritura. Se vislumbra un concepto de escritura entendida como un proceso de
apropiación del tiempo, la escritura se convierte en una conquista del tiempo. El
tiempo, en tanto misterioso y escasamente definible, sólo puede ser captado
mediante la creación de metáforas. Se trata de un tiempo que es todos los
tiempos, porque se da en forma simultánea como en “Domingo” o “Casa de Ana
Frank”. Escribir entonces como si se intentara volver a mirar con otros ojos lo
que ya que ya fue visto. La escritura poética es el acto de producir
pensamientos sensibles mediante una
mirada que atraviesa el mundo teñida por la propia subjetividad y que, por
supuesto, no se ancla en la racionalidad,
algo parecido a lo que ocurre con la palabra al surgir en la página,
aquello borroso en la propia interioridad se vuelve de pronto legible, se
manifiesta, la escritura poética se convierte en expresión de lo oculto
mediante un proceso de avance y retroceso en un espacio bidimensional que cobra
espesor y tridimensionalidad. La palabra escrita instaura la dimensión de la
hondura. Escribir como revelación y búsqueda de conocimiento, claro que sin una
cuota de no saber, de ignorancia este proceso no tendría cabida, el no saber es
el impulso, el motor, la zona oscura que termina iluminándolo todo. Lo oscuro
entonces ilumina. Cuando se habla de la noche o de la muerte, quizá se refiera a eso. Podría afirmarse con respecto a la poesía de Irma Verolín que trabaja
enfáticamente el lugar del yo, un yo que no se celebra a sí mismo, lo que no es
ninguna originalidad pero sí tal vez en ese marcado carácter antiwhitmaniano, se
diría que estamos frente a un yo que reniega de sí mismo y a la vez es un yo
con una fuerte centralización, un yo en situación incómoda con el no yo
entendido como el mundo, el afuera. Un
yo que aparece travestido en gestos, objetos, animales y que en su búsqueda de
definición realiza un recorrido fuera de sí, se proyecta hacia fuera en el
ámbito próximo, en vez de funcionar como espejos estos elementos son
transposiciones de un yo vacilante, fragmentado, que aspira encontrar su
identidad, su sentido de unidad. Además estamos
ante una poesía de territorialidad, definida por la pertenencia a un
determinado espacio, la casa, el sitio
propio, el barrio, la ciudad, según el texto, el espacio configura intensamente
y es probable que esta marcación espacial determinante esté producida por ese
yo que busca contornearse a sí mismo, un
yo malcriado, un yo en fuga hacia un afuera que no lo contiene, un yo en estado
de incertidumbre, un yo que busca convalidarse, que quiere saber quién es. Podría afirmarse que los cuerpos que aparecen
en estos poemas –sean humanos o animales- son cuerpos en estado de asombro. Esa
es un rasgo de la escritura de Verolín: la perplejidad, el estupor del
narrador que da la impresión de hacerse
extensiva a la del sujeto de enunciación de su poesía, hay un asombro casi inaugural
propio del que apenas se está mostrando al mundo. Por otra parte los objetos,
los cuerpos, los seres de otros reinos naturales son lentes que muestran el
mundo que los contiene, son algo parecido a partes de un holograma en el que la
más pequeña de sus unidades reproduce la totalidad. Y eso que da testimonio como fragmento de una
totalidad sólo puede ser captado a través del asombro. En la extrañeza del
asombro se repliega el germen de la creación.
María C. Tolosa
contrapa del libro "Los días"
Durante el acto de presentación del libro junto a María Esther Vázquez- Buenos Aires agosto 2015.
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