NOVELA PÓSTUMA DE GLORIA PAMPILLO
"Una mala mujer"- Gloria Pampillo. Ediciones Cienvolando- Buenos Aires 2014
La novela “Una mala mujer” de Gloria
Pampillo narra con fina ironía la historia
de un grupo de personas relacionadas por vínculos parentales y de
amistad. Conocemos la historia desde la perspectiva de esta narradora testigo. Hay
una frondosidad de personajes que se entrecruzan cuyo perfil es trazado con
rapidez. La propuesta parece ir hacia un realismo sucio o narración pura,
escapa de cualquier posible detenimiento, elude adrede la morosidad del
relato, se trata de apresar lo sustancial. Es preciso contar la historia
rápidamente y abarcarlo todo de un tirón, quitarle cualquier hojarasca para
quedarse con la pulpa. La narradora se caracteriza por enfocar sólo aquello que
le permite llegar a una verdad oculta, es una indagadora, una buceadora y hace
un pase rasante por sobre situaciones y personajes, sólo se detiene en tanto y
en cuanto haya una pista que la conduzca a la verdad buscada, incluso podría
afirmarse que es una espiona, una curiosa, una coleccionista de secretos.
En esta novela todo es concluyente, aún así el lugar de la narradora nos
mantiene prácticamente en un estado de perplejidad por ese no saber que
sustenta el relato. No hay tiempo, el tiempo del relato es devorado por una
urgencia que va al compás de la ansiedad de búsqueda. A la vertiginosidad
del relato sólo parece oponerse en tensión permanente esa impronta de buscar lo
oculto que hay en la vida de personajes que retacean y a veces impiden el
acceso al ansiado conocimiento, así la narradora se convierte en
una desafiadora que va despejando ardides e impedimentos, en alguien que
esquiva hasta el menor de los obstáculos en su persistente
indagación. El foco está puesto en los otros, los personajes indagados, casi
acosados por su voracidad de conocer la verdad, y sólo se alude a esta
narradora testigo en la medida que ciertas acciones de estos personajes la
impactaron. Hay algo precioso que debe ser rescatado de su condición de secreto
o de ocultamiento y el relato avanza en virtud de esta exigencia:
la novela se organiza a partir del enigma. Quien narra está en la orilla y debe
develar eso que se le escamotea, debe desentrañar un misterio de la
vida ajena como quien rescata un tesoro. Frente a esta actitud
detectivesca, en especial en gestos y palabras, en el seno familiar y de
amigos, en esta suerte de mapa en el que todos parecen estar vinculados,
surgen las trampas que la narradora detecta y que se presentan como
impedimentos que los personajes parecen imponerle a ella, la narradora, de
manera personal, para entorpecerle llegar a su meta. La sensación
que se tiene es la del merodeo constante en torno a un núcleo de información a
la que la narradora no puede acceder, este juego de tensión hace avanzar la
novela en su profusa composición de historias que se entrelazan produciendo una
maraña de acontecimientos que encierran hechos significantes. Así que los
lectores nos convertimos en cómplices de un entramado de relaciones
-entre mujeres especialmente- y perseguimos junto a la narradora el
desocultamiento de lo que se resiste a ser descubierto. El misterio tarda
en ser descifrado y constantemente es acechado con un movimiento
metonímico que produce una especie de vértigo. A partir de ese acecho se
ha ido tejiendo la novela. La tensión está planteada entre dos ejes: la
revelación de lo oculto y la maldad o maledicencia notorias de algunos
personajes. Este vertiginoso vuelo rasante sobre las vidas de estos seres
observados con recelo, sólo se detiene en dos escenas significativas: la
muerte de Eva Perón y las páginas finales donde encuentra la revelación.
También podría pensarse en la muerte como revelación.
Novela que pone en
escena el cotorreo femenino donde la muerte de una
madre fue ocultada y desde allí develar la verdad asomándose a las
vidas ajenas se transforma en lo primordial del relato. Hay una muerte
ocurrida antes, la de la madre, que se corresponde con otra muerte que
atraviesa toda la novela, una muerte anunciada: la de Denise, la
agonía de Denise, un proceso cuyo final está develado de ante mano,
la muerte de Denise es un suceso que se adelanta, nada se
encubre allí.
Esta es la historia de alguien que mira, que mira la muerte y la
vida y hurga detrás de ella con cierta desesperación, arrebatándole el
tiempo a la historia, con urgencia, la urgencia de saber,
desenmascarar, mostrar lo que ha sido plegado;
desplegar entonces es el proceso que permite el desarrollo de esta
historia contada por un personaje que apenas participa
de ella, una voyeur con mucha, mucha hambre de
conocimiento sobre la vida ajena que, al fin de
cuentas, termina dejando de serlo por un acto de apropiación: el de la palabra,
lisa y llanamente.
"La muerte de
Evita era esperada. Fue el 26 de julio de 1952, aunque todos mis familiares
aseguraron que tanto la fecha como la hora eran un engaño. Papá tenía encendida
la radio mientas mamá, como era habitual, para ver cómo marchaba todo, había
pasado por la cocina. Mis hermanos habían salido. Ni papá ni yo la sentimos
llegar; en cuanto oímos la música solemne que antecedía los noticieros del
Gobierno, fijamos los ojos en el combinado, como si pudiéramos ver a través de
esa tela marrón con algo de brillo y de dorado muy oscuro que tapaba el
parlante al hombre que con voz grave, lenta y solemne, dijo la frase que tanto
se iba a repetir después: “A las 20.25 horas ha fallecido la señora Eva Perón,
jefa espiritual de la Nación …”
Papá se echó
atrás y me sorprendió cómo reaccionó.
-¿Qué va a hacer
este hombre ahora?- se preguntó.
Era un tono
grave. No se burlaba. Se estaba proyectando en un futuro sin Evita, sin su
mística y su fuerte incidencia política. Miré a mi madre que estaba apoyada en
e vano de la puerta. Tenía una expresión extraña. Me pareció ue se sentía
desconcertada ante sus propios sentimientos.
Entonces, sonó
el teléfono. Ella se apresuró a atender y sus primeras palabras fueron
monosílabos. Fui detrás de ella. No era curiosidad. Sentí que me necesitaba. Al
rato, apoyó el tubo contra su pecho –llevaba un suéter celeste- y lo retuvo
allí un rato, para que su interlocutor no oyese nada. Después lo alzó y dijo
con voz rápida:
-Está cansado,
pido que lo disculpen.
Y casi enseguida
cortó. Cuando volvió al living el viejo ya no tenía los ojos clavados e el
sitio por donde ella tenía que entrar. Su expresión de enojo se fue aplacando a
medida que mi madre se dirigió a su sillón habitual, y apoyado el codo en el antebrazo del mueble se tapó la
cara con una mano.
Desde atrás de
esa barrera dijo dos veces:
-Brindaban. Dios
mío, brindaban por la muerte de Eva.
Creo que se
habían olvidado de que yo estaba allí porque se sobresaltaron cuando pregunté:
-¿Por qué
brindaban, mamá?
Me miraron y
después se miraron entre ellos. Entonces mi madre, como si sobre ella cayera
esa obligación terrible, repitió:
-Por la muerte
de Evita. – Quiso aclararlo del todo, seguir lastimándose y agregó-: Están
felices porque la odian.- Después se dirigió a papa-: Querían que los
acompañásemos.
Quizá él, que
había oído toda la conversación podría haberle reprochado a mi madre que ella
sólo hubiera usado una excusa en vez de rechazarlos de plano. En cambio, se
puso de pie y apoyó con fuerza y cariño las manos sobre los hombros de ella. En
el recuerdo, el pelo de mi madre cae sobre sus mejillas y la oculta. Pero eso
es imposible, porque el pelo suelto y largo no se usaba entonces. Debe de haber
pasado un rato largo, porque ella dijo que la comida ya debía haberse enfriado
y nosotros comíamos casi puntualmente a las nueve y media. Papá dijo que él iba
a ir a la cocina, como si quisiera protegerla de una obligación penosa, y así
fue, porque oímos un rato el murmullo de su voz grave, y no se necesita tantas
palabras para pedir que se caliente la comida."
Fragmento- Páginas 52-53-54-55 de “Una mala mujer”
Gloria
Pampillo nació en Buenos Aires en 1938 y falleció en 2013. Como narradora
incursionó tanto en el género de la novela, que era su predilecto, como en el
del relato. Publicó dos libros de cuentos “Estimado Lerner” y “Cuatro viajes y
un prostíbulo” y varias novelas: “Las invenciones inglesas ( Sudamericana 1992),
“Costanera Sur” (Sudamericana 1995) y “Pegamento” (Sudamericana 2004). En 2008
obtuvo el segundo premio de novela otorgado por la Biblioteca Nacional
por “La deuda” que finalmente fue publicado en 2010 con el título de “El héroe
que vino a buscarme”. Escribió también relatos infantiles, libros sobre didáctica
de la escritura y teoría de la narración, así como trabajos críticos sobre
autores como Rodolfo Walsh, Beatriz Guido y Silvina Ocampo. Se destacó como
profesora consulta e investigadora de la Universidad de Buenos Aires y fue una autora comprometida
profundamente con todo lo relativo a la producción escritural, tanto en el
campo de la ficción como en el de la comunicación. En el ámbito docente se la
reconoce por haber difundido la teoría y la práctica de los talleres
literarios. Fue una de la Asociación
Sudestada de Escritoras de Buenos Aires que organizó en 2000 El Encuentro Nacional de Escritoras y es
recordada su defensa de la inclusión de mujeres en los cánones de lectura.
-Derechos reservados- En caso de reproducir citar la fuente
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