Espiral de Saraswati

martes, 28 de enero de 2014

MARTA ORTIZ: COLECCIÓN DE ARENA




                                             LA ESPESURA DEL LENGUAJE
Colección de Arena”- Marta Ortiz. Editorial Fundación Ross- Rosario 2013- Argentina.


   Marta Ortiz, que publicó su primer libro de cuentos en Puerto Rico gracias a un importante premio internacional,  ensayista además de narradora, poeta, coordinadora de talleres literarios, investigadora de la literatura escrita por mujeres, ha publicado en la Editorial Fundación Ross, “Colección de arena”, un libro de relatos que desde sus primeras páginas sumerge al lector en la hondura, en la espesura  en la que la riqueza del lenguaje se impone. Lenta, suavemente las historias van emergiendo desde esa profundidad.  La percepción del narrador,   que por su ubicación imprecisa sólo puede hablar desde la incertidumbre, es difusa, apretada, indecodificable como si la realidad estuviera compuesta de capas y capas y capas  indefinidamente, capas que es preciso ir quitando para no llegar nunca al centro. Pero a esta “imprecisión” tiene como contrapartida una minuciosidad en la descripción, un detallismo, impecabilidad y aún así la sensación es de inabarcabilidad no desaparece. Frases que crean  nuevos espacios y circunvoluciones dentro del espacio del relato. Textos que se encriptan y dejan resonando la voz que sigue hilvanando profundidades. Se detecta cierta morosidad o detenimiento en el peso de cada palabra, como si a las palabras  Ortiz quisiera extraerles su luz,  de esta manera el texto resplandece una y otra vez.
 Llama la atención la mirada sobre el mundo, un mundo de perfiles abultados a veces ampuloso, cargado de contenidos y presencia,  que muestra sus contornos, olores, superficies, matices,  ricas texturas y  variaciones de toda clase.  Cada elemento percibido por el narrador tiene prestancia, es suntuoso, posee un rasgo de exquisitez y, entre ellos, los árboles, su follaje, las plantas tienen un sitio privilegiado. Los hechos, las cosas no son sólo nombradas: son vestidas y ornamentadas. El ojo de quien narra le encuentra algo más, alguna suntuosidad que no pudo dejar de ser pasada por alto. Y el lenguaje está ahí, codo a codo, peleando la posibilidad de alcanzar completamente lo que  se captura con la mirada, el olfato, el tacto, el oído, más que minucioso, el lenguaje busca ser certero. La palabra es precisa pero el movimiento de búsqueda continúa en esa suerte de envolturas y circunvalaciones.
  Generalmente los relatos no pueden encuadrarse en la clásica modalidad edípica del cuento que plantea un asunto en torno a un eje vertical. Sin carecer de tensión y con la ineludible intensidad que imprime su estilo, se vuelve un poco vago. Esa cuota de vaguedad combinada con la intensidad le confiere al texto su singularidad.
  Los sucesos suelen aparecer traídos desde otra situación como si la vida fuese un entramado complejo, difícil de predecir y desmontar, todo fluye en su intrincada red y la vida después sigue sucediendo una vez concluido el relato en una continuidad que el relato no puede contener. De esta manera lo narrado  va deshojando sus capas y capas que  han engrosado las posibilidades de percibir, de comprender, de descifrar, quizá por eso se experimenta la sensación de que lo que ocurre es impreciso e inabarcable, que el texto sólo puede dar cuenta de uno o de algunos perfiles de la realidad porque la realidad es mucho más extensa que lo que el texto abarca.
  La evocación   con relativa frecuencia integra o le da forma al relato. Un antes de opulencia perdida o un pasado significativo que potencia el presente del relato. El acto de leer suele ser la materia del relato, asimismo como lo es el relato enmarcado o referido: reproducir otro texto, recrear otro texto. Los textos en sí mismos constituyen un valor en su carácter de objetos preciosos,   suelen tener la envergadura de esa superficie opulenta del mundo, pero son los objetos preciosos por excelencia (“El cofre verde”). El texto enmarcado, referido o recreado, entonces forma parte de la belleza del mundo, de un mundo exponencial y el objeto que a su vez lo contiene, el libro,  es lo que posee un alto valor, incluso el recurso de la evocación  podría ser considerado con la misma función de un intertexto. El cuento recordado de la infancia o el argumento de un libro que se leyó parecen tener el mismo rango de la escena recordada: nutren las   surtidas posibilidades que el mundo ofrece. Del mismo modo los tiempos -el antes y el después- son  dos aspectos más del rico  mundo que ahora desborda y cautiva  la atención del narrador. En el cuento “El hundimiento”, el mundo tal como lo conocemos ha dejado de ser y en él  el libro es el alimento que se busca, que se pesca. El acto de leer, de contar o de evocar se convierte en fetiche dentro del relato  acrecentando aún más el nutrido mundo que se muestra como imposible de ser explorado en su totalidad.  ¿Pero cuál es la diferencia entre los  múltiples objetos de ese mundo que brilla, atrayente, lleno de texturas, olores y espesuras y el texto que a su vez contiene un mundo equivalente con cualidades semejantes? El sistema de cajas chinas entre el texto y el mundo del relato se corresponde con el juego de duplicidades que suele presentarse con frecuencia en la trama de estos cuentos, por ejemplo en “Muñecas”. El texto, los libros, las historias contenidas tal vez sean dentro de la lógica de este universo creado por Ortiz la piedra de toque que metamorfosea la multiplicidad del mundo real. A su vez la vida y el arte están por un lado vinculados o integrados y por otro, en contrapunto como en el cuento “Pámpanos” donde una mujer va a un museo pictórico posponiendo de esta forma la ineludible visita a un velatorio familiar; la vida y la personalidad del muerto reciente han sido vacuos, sin embargo las obras de arte son  soberbias. 
  “Colección de arena” es un volumen extenso que permite muchas entradas e interpretaciones, una serie de reseñas con enfoques diferentes que han sido publicadas en la red y en diarios  impresos demuestra por su variedad de enfoque que este es un libro que promete muchos lectores y muchas lecturas.




Marta Ortiz nació en Rosario, Argentina. Licenciada en Letras graduada en la U N R.
Publicó El vuelo de la noche (cuentos, La Editorial, Univ. de Puerto Rico, 2006); Diario de la plaza y otros desvíos (poesía, El Mono Armado, Bs. As, 2009); Colección de arena (cuentos, Editorial Fundación Ross, col. Narrativas Contemporáneas, Rosario, 2013). En antologías, entre otras: Los cuentos (Ed. Fundación V. Ocampo, Bs As, 2007); Los poemas (Ed. Fundación V. Ocampo, Bs As, 2009); El río en catorce cuentos (Editorial Fundación Ross, Col. Narrativas Contemporáneas, Rosario, 2011); Cuando el río suena (poesía, Vinciguerra, Bs Aires, 2012). Poemas y cuentos suyos se incluyen en publicaciones en soporte papel y digital
Es miembro fundador del grupo de gestión cultural Cuando el río suena. Edita libros de narrativa. Desde 2003 coordina el taller de Lectura y Escritura Ópera Prima y un taller de lectura crítica. Colabora en medios culturales de su país y del extranjero. Coordina la sección Literatura de REPLAY WEB, Revista Digital de Periodismo Cultural: 
http://www.replayrevista.com/literatura/  Fue jurado en concursos literarios. Edita el blog “Vuelo de noche”:
http://www.marta-ortiz.blogspot.com/


  -------------      ---------     Derechos reservados-En caso de reproducir citar la fuente

1 comentario:

  1. Muy interesante comentario Irma; sin duda, un libro para leer con detenimiento, enmarcándonos nosotros también en el sistema de las cajas chinas de lecturas que los cuentos de Marta Ortiz proponen. Lo buscaré, gracias. Inés Legarreta.

    ResponderEliminar