María Neder, conocida
como poeta y periodista cultural y difusora
de obras literarias argentinas, es además narradora. Han sido varios los
críticos y lectores que han encontrado como
elementos constantes en su obra la presencia de la música y el erotismo. En un reportaje
reciente ella misma dijo que siente la
poesía corporalmente y que luego de haber escrito ciertos poemas y hasta algún
cuento ha quedado en un estado de contractura física. Haciendo referencia al proceso de producción confiesa que a medida que va escribiendo se siente entrar en un canal que le impone una vibración y se instala en el cuerpo. Y es precisamente el
cuerpo el personaje central de este relato, el cuerpo de la mujer que narra,
las palabras se presentan por momentos como una fuerza extraña porque lo que
comanda el ir y venir de los sucesos es ese cuerpo que pulsa el mundo circundante, el eje vertical de este relato en el que se maneja lo eludido
y lo aludido en un contrapunto llevado con precisión. El primer párrafo podría
ser considerado un microrrelato en sí mismo, pero sumado al resto adquiere gran
significación. El texto tiene una respiración de
corto alcance que se desplaza, de pronto
interrumpe y después se renueva, un
ritmo peculiar, el relato como el beso se encierra en sí mismo.
La visita
En aquel momento le pedí besame. Su mano tenaza caliente fue a mi
cintura y con el otro brazo comenzó a presionarme la espalda hasta hacerme
cimbrar, la mano de ese brazo se movió enloquecida rastreándome, llegándome al
cuello y subiendo agazapada entre mi pelo. Había un impulso detestable, una
urgencia rozando la belleza, porque mordía mis labios con la pasión no
cotidiana, casi anclados los dos en la vereda y la gente caminando y el taxi
habría pasado frente a nuestros cuerpos y su lengua buscando mi garganta en un
ahogo maravilloso mientras la saliva me goteaba y su barba se dejaba humedecer
y me achiqué en su cuerpo, acepté el
abuso y me dejé y sus diente tironearon hasta el último dolor insoportable, me
temblaban las rodillas pero él estaba pisándome los pies para contener mi
caída, la ilusión de no ver más, alguien lo había dicho antes y yo lo sentí,
era real, que era suya, que lo fui en todo momento, en el ahogo y la sangre
brutal, volcánica, ya con baba y todo fue un mismo líquido. Alguien (que habrá
pasado frente a nosotros) dijo mirá mirá.
Neil se separó dulcemente y escupió mi lengua hacia el cordón de la vereda.
Después buscó un pañuelo y me tapó la boca.
Dos días antes Paul llegaba, de
Francia, sin aviso y haciendo sonar el timbre del portero eléctrico en medio de
un desayuno casi idílico, y sin exageraciones. Uno sabe de qué halo se cubren
las cuestiones de rutina para lograr tener tintes idílicos. Con semejante
timbre desafinado, yo me había asustado más que Neil porque últimamente nos
perseguía la mala racha (dos días antes, a la misma hora, habían venido del
Juzgado para entregar una citación). Paul tuvo que subir, porque somos atentos,
porque ni Neil ni yo sabemos decir no, porque qué bien Paul aquí, desde tan lejos.
Porque no sé qué mecanismos Paul estaba sentado en uno de los sillones tomando
café y diciéndole a Neil que estaba acá porque yo había estrenado una obra de
teatro y yo pensando qué mierda le habré dicho
a este Paul y no recordaba y no hubo caso, aún no lo recuerdo, aunque con
seguridad debo haberle comentado en la única carta que le envié que mis planes,
que una obra, que algo por el estilo. Neil sostuvo su cara de póker lo más que
le da y yo inventé sonrisas y complacencias ridículas por alguno de sus
mecanismos contradictorios. Neil se fue a la oficina y el dulce Paul nos invitó
a cenar.
Por la noche fue Neil, que aun
con su muela ausente y después de un helado postodontólogo, eligió un buen
restaurante a su gusto, dispuesto a comer como en una gran noche. Paul habrá
gozado el buen vino pero olvidó su invitación y Neil desembolsó nuestros
billetes. Después hubo café bohemio, buen regreso con promesas y planes para el
sábado. Entonces Paul debe haberse sentido grande muy grande. Como sin querer
suele uno hacer sentir a cierta gente. Como sin querer le sale a uno esa puta
modalidad, tan puta sensual que brinda placer más placer al otro y ni siquiera
se toma el tiempo de sentir lo asqueroso que resulta que un tipo como Paul esté
gozando a costa de sus anfitriones. Callé mil preguntas y calmé a Neil de sus,
vulgares más que lógicas, suposiciones. En algún momento me sentí molesta o
invadida o exigida. En algún momento Neil no soportó a Paul. En algún momento
Paul no soportó su papel de simple visitante, simplemente de paso e igualmente
atendido por cualquiera de nosotros.
El día siguiente fue sábado de
Centro Cultural y galería de fotos, charla tonta e intercambio cuidadoso de
chistes que no ofendieran demasiado a nuestras nacionalidades. Hubo excelente
música, como Paul no está acostumbrado en su pueblo, con caricias de Neil a mi
pierna y de mi mano al cuello de Neil. Habrá –también- habido alguna mirada
celosa y caliente de Paul a nosotros.
Después del jazz y mi alegría
musical hubo cena que Neil decidió, aunque por suerte para nosotros Paul usó su
tarjeta internacional. Y allí sí comenzaron los sablazos verbales. Paul traía
deseo encima entonces pensé que mejor
aguantar ya que faltaba poco. También deseaba que Neil me poseyera con su
mirada, como acostumbra a hacerlo en público
yo me mojo. Pero hubo corolario de café. Caminamos unas seis cuadras
hacia la avenida, tal vez para sentir el sábado o la gente o para llenarnos de
extranjeros noctámbulos. La noche no estaba ventosa. Daba gusto. Final de café
con más estupideces en forma de palabras y Paul que se anima a dar su estocada
espléndida, con los ojos brillosos, con toda su sonrisa atragantada lo mira a
Neil contándome que cuando yo lo llamé, no sé qué cosa.
Mutismo es también brutalidad,
cuando no se dice lo que se tiene que decir. Por ejemplo mirar a Neil y
sonreírle y recordar que es cierto, que algún día que en ese momento sabía cuál
yo había llamado a Paul por no escribir una carta, porque quería saber cuándo
venía, porque Neil y yo no estaríamos en la ciudad, por la locura altera todos
los renglones de la memoria y los mecanismos terrosos de Neil, y también los
mecanismos de elección de ciertos minutos fatales, algo como un derramamiento
de silencio, la locura natural o circunstancial que uno no sabe, que uno no
piensa que puede modular palabra y no lo hace mientras mira a Paul y le dice
sin decir qué mierda pretende con lo que dijo o qué mala leche le ataca y desde
qué hora de ese maldito día. Pero no, sin palabras. Entonces Paul dice que se
irá al hotel porque mañana debe viajar y si nosotros nos quedamos ahí, en el
bar. Neil dice nos vamos y nos vamos los tres.
Y en la vereda nos despedimos,
paramos un taxi para Paul, porque nosotros vamos caminando, le dijimos.
El sonriente de Paul no había
cerrado aún la puerta del taxi cuando Neil y yo comenzamos a caminar, lo tomé
de la mano. Supe que hervía en imágenes por aquel llamado. No me gustó su cara
pétrea. En aquel momento pedí besame.
de "Entre los huecos"- Ediciones del Dock, Buenos Aires 1994
María Neder ha
publicado los libros de cuentos “Contra corazón” (Torres Agüero Editor 1993),
“Entre los huecos” (Ediciones del Dock, 1994). En poesía: “Cuando octubre
(Ediciones del Dock, 1997) y “Fisura de boca” (Alción editora, noviembre. 2003,
libro que obtuvo excelentes críticas al igual que su novela “Reading Edge
lector a domicilio” (Alción Editora, 2006). Es autora de los ensayos “El
misterio es abanico”, sobre la obra de Felisberto Hernández (Ediciones El Arca,
1996) y “Una orquestación de palabras” sobre la obra de Daniel Moyano (1999).
Vivió en varias
provincias argentinas dedicada a la gestión cultural. En Villa de Merlo (San
Luis) fundó la Asociación Civil
Puerto Almendro (difusión literaria) entidad que actualmente preside, siendo
directora Artística de Conciertos y del Festival Guitarras del Mundo en esa
localidad, como Sede regional.
Desde 1997
produce y realiza el programa cultural Puerto
Almendro en los Estudios AM América (buenos Aires) FM Alternativa y en la
radio de la UCA ,
Salta. Dirigió la revista en papel La
idea fija, declarada de interés por la Secretaría de Cultura
de la Nación. Colaboró
en la Revista
Ñ (2006-2010), Nómada, (UNSAM) y en
otras publicaciones argentinas y latinoamericanas. Cuentos, poemas y capítulos
de sus novelas integran antologías nacionales y extranjeras. Fue traducida
parcialmente al inglés, italiano, alemán, croata y francés. Parte de su poesía
y minificciones fueron publicadas en revistas extranjeras y en
dossiers de literatura argentina. Fue Becaria del Fondo Nacional de las Artes en el año 2011,
en el área de investigación, música y literatura. Vive en la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires.
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