Narradora y poeta y
ahora editora, Patricia Severin no ha dejado de asombrarme con su literatura.
Relatos donde el tono alcanza la medida justa y profundiza al mismo tiempo.
Hace ya muchos años varios escritores
fuimos invitados a su entonces lugar de residencia, la ciudad de
Reconquista a presentar su libro de
relatos “Las líneas de la mano”. Ocurrió algo interesante. Primero leímos el
libro libremente, luego surgió la idea de que participáramos en esa
presentación y a prácticamente todos los escritores nos ocurrió lo mismo: la
segunda lectura nos dio un sentido de profundidad que nos impresionó por la
coincidencia. Eso ocurre con la literatura de Severin, capas y capas de significación se van desgajando a medida que
se profundiza el texto que en apariencia se presenta liso, ágil, suelto. Hay un
efecto de levedad, de fluido acontecimiento que poco a poco nos va mostrando su hondura, una
suerte de levedad intencional que parece indicar que la mirada sobre la existencia juega ese doble matiz,
revela sus dones y sus oscuridades con sutileza y particular brillo.
Mi papá
fumaba cada día un cigarrillo después del almuerzo. Sólo uno. Fumaba un
cigarrillo y miraba por la ventana del comedor hacia la calle, mientras el humo
daba tres vueltas en círculos alrededor de su cabeza.
Mi
papá miraba a la gente que pasaba por la calle desde arriba. Mi casa queda en
la planta alta; en la planta baja hay dos garages y un negocio que vende
inodoros, bidets, bañaderas (bañaderas no, me dijo la dueña, se dice bañeras),
y percheros de distintos colores para colgar toallas. No hay espejos ni otra
cosa. Es un negocio aburrido y de feo nombre: "Sevlo". Nosotros alquilamos ese local y uno de los
garages para tener otra entrada, dice mi mamá, que siempre organiza los dineros
de la casa.
Mi
mamá pensaba que mi papá no sabía hacer plata. Por eso ella tenía que renegar
para que no faltara la comida en casa.
En
casa no faltaba la comida, pero faltaban muchas cosas que mi papá no podía
comprar porque en el campo nunca nada iba bien. Si no era la sequía, era la
inundación, si no era la inundación habían bajado los precios del trigo y nada
alcanzaba para nada.
Una
siesta mi papá dejó de fumar un
cigarrillo todos los días después de comer. Empezó a fumar también uno antes de
almorzar y otro antes de cenar. No fumes tanto, le decía mi mamá, que vas a
enviciar a los chicos con el mal ejemplo. Mi papá no decía nada. Miraba por la
ventana del comedor, desde la planta alta, a la gente que pasaba por la calle;
después se iba al campo. A veces volvía al rato porque la camioneta se le había
descompuesto y otras veces no volvía por muchos días.
Entonces
mamá decía, este hombre me va a volver loca. Y cuando papá llegaba a casa, en
realidad parecía una loca que gritaba.
Papá se ponía a mirar por la ventana y prendía otro cigarrillo.
Un
día le dijo a mi mamá, no puedo respirar.
Mamá fue a la farmacia y le trajo un aparatito que él apretaba y largaba
un rocío adentro de su boca. Desde entonces mi papá fumaba y usaba el
aparatito. Pero a veces seguía diciendo, no puedo respirar.
Mi
mamá, mientras tanto, hablaba de posibles negocios que debían hacerse para
tener más entradas, de todo lo que necesitaba comprar, de las cosas que nos
faltaban y de los programas de la tele. De vez en cuando, de lo mal que le
salía la comida, porque siempre andaba regateando algún ingrediente, o de las
vacaciones que soñaba.
Hasta
que un día llegué de la escuela y mamá estaba llorando. Me abrazó y me mostró a
papá acostado sobre el sillón rojo. Fui a darle un beso pero él no se movió.
Tenía un ojo medio abierto y el otro cerrado. Mamá empezó a gritar como cuando
se ponía loca, mientras repetía, que nos espera, que nos espera. Fui a sacudir
a papá para que se levantara pero se le cayó el brazo hacia el costado y
tampoco se movió. Mi mamá dijo, ya
basta, ya basta, y me llevo hacia la puerta, te vas a quedar en la cocina con
tus primos. Mis primos no hablaban, me miraban de reojo y yo me aburría.
Después entraron las tías cuchicheando; lloraban y me abrazaban. Algunas
salieron con el café y yo me fui al
comedor y me puse a mirar por la ventana.
Desde
entonces no puedo salir de ese lugar. Veo todo pequeño y diferente. Veo las
espaldas y me pongo a contarlas.
Es
posible que todas esas espaldas lleven como una marca invisible la mirada de
papá.
Del
libro ”SOLO DE AMOR”- Ed. Lux- 1999
Patricia Severín es poeta y
narradora. Vive actualmente en la ciudad de Santa Fe.
Publicó:
“La loca de ausencia” -poesía- Faja de
Honor SADE 1992-Ed. Tierra Firme
“Amor en mano y cien
hombres volando” –poesía- escrito junto a Graciela Geller y Adriana Díaz
Crosta. Ed. Tierra Firme
“Las líneas de la
mano” - cuentos - Faja de Honor
SADE 1998- Ed. UNL
“Sólo de amor” –cuentos- Premio
Único Publicación ASDE 1999-Ed Lux y ASDE
“Poemas con Bichos”- poemas- Premio
Fondo Nacional de las Artes 2001 y Premio Municipalidad de Buenos Aires para
obra editada, bienio 2002-2003. Ed. Vinciguerra
“Libro de las certezas”-poemas-Mención
Única Premio Macedonio Fernández 2008-Ed. Grupo Editor Latinoamericano
“Una isla en la isla”-poesía- Ed. Latin Heritage Foundation 2010- Antología
“Poemas
inolvidables”-poesía- Ed. Latin Heritage Foundation
2011- Antología
"El universo de la
mentira"-
poesía- Ed. Palabrava 2011
“Poemas con bichos”-poesía- (2da.
Edición) Ed. Palabrava 2011
El
Programa Nacional de Alfabetización publicó, en el 2011, su cuento “Algún día va a dejar de llover”
“Anuela y la niña” –poesía- Ed.
Palabrava 2012
Junto
a Graciela Prieto y Alicia Barberis, creó
Editorial PALABRAVA, para jerarquizar el oficio del escritor y la
literatura santafesina.
Ha obtenido, entre otros, el Primer Premio
en cuento en el Concurso Nacional Alicia Moreau de Justo; Primer Premio en
cuento Las Tierras Planas; Premio Publicación Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Santa Fe;
Faja de Honor de la
Sociedad Argentina de Escritores -por dos veces-; Tercer
Premio Poesía del Fondo Nacional de las Artes 2001, y Premio Municipalidad de
Buenos Aires, con la obra “Poemas con Bichos”; Premio Macedonio Fernández,
Mención Única para “Libro de las certezas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario