Podría decirse que el rasgo sobresaliente en la
poética de Calmels es lo diáfano, lo translúcido, incluso en su libro de
poemas “Estrellamar” que parece más opaco se encuentra una opacidad recatada,
el texto mismo da cuenta de eso, podemos leer en uno de sus versos: “brilla
por opacidad”. Este carácter translúcido es una característica del agua que con
su carácter primordial y permanente nos remite al origen, a lo informe, a la
energía femenina. En los poemas el agua está enfatizada en varios títulos y reaparece
de modo continuo en distintos acercamientos -lluvia, humedad, mar, elementos
líquidos, lágrimas, sudor, el agua o las
aguas como una entidad absoluta – y también mediante aquello que nos permite
pensar la proximidad de la presencia del agua: riberas, muelles, puentes, así el
lenguaje se sostiene en las cualidades de este elemento: fluidez, plasticidad,
adaptabilidad, intangibilidad, transmutabilidad. Y como contrapartida hay un buceo en la
materialidad de las cosas del mundo, el cuerpo humano incluido y los pormenores
del acto de escritura que realiza marcas e incisiones sobre lo denso.
El cuerpo humano suele ser el
eje de muchos poemas, preferentemente no presentado en su totalidad sino
que es observado en sus distintas partes, como si los fragmentos
constituyeran a su vez vastos territorios comprendidos en un ámbito mayor. Cuerpo
entendido como universo transitable y explorable cargado de significación, un
espacio rico, digno de ser frecuentado, investigado en múltiples
sentidos, un sitio capaz de contener lo múltiple y lo mínimo, lo material y lo
inasible, - lo denso del mundo, aire y agua- eso que aunque tiene carácter de
fuga es atrapado mediante un movimiento único. Y entre los muchos cuerpos, el
de la escritura, ese otro organismo vivo
en constante mutación.
Poesía que busca la conclusión del
sentido, definir lo existente, abarcarlo de un solo trazo. Sin embargo este
gesto que tiende a la totalidad se nutre de la brevedad, del fragmento, de la
mirada focalizada. Y sobrevuela la levedad que contrasta con este intento
de abarcar lo genérico. Quizá el
poema nace de una pulseada entre esta búsqueda de síntesis y este haberse
detenido en el detalle. De algún modo el poema es el resultado de una
indagación que se realizó fuera del cuerpo del texto pero que aflora
inesperadamente en un gesto aglutinador. El poema se convierte de esta forma
en un elemento de búsqueda, una vía de arribo al conocimiento que emplea
como instrumento la mirada estética.
Este intento de definir lo existente hay un
cierto acto de cierre, de desenlace o consumación, hay un énfasis puesto
en ese buceo, en esa verdad que fue perseguida pero todo esto se realiza
con una marca de transparencia del lenguaje. Entonces la
verdad apresada tiene algo de inapresable. De esta forma el poema es el
resultado de un largo camino iniciado fuera de los márgenes del texto. Lo que
aparece desplegado es la culminación de ese camino, por lo que vuelve al poema
en un objeto precioso, el detritus, el escarceo fue obviado. Hay algo que nació
en otro lugar y fue traído al poema, el poema muestra su aspecto más vibrante,
su fogonazo, su presencia reveladora. Del concepto, de la idea surge la
revelación como un acto estético por excelencia. En este juego entre el saber
de la razón y el saber de la mirada, la palabra ha sido despojada
de lo superfluo. El poema entendido como el punto final de un proceso de
profundización no cierra lo alcanzado porque nuevamente otros poemas retoman lo
que se presentó en apariencia concluido abriendo el enigma, desatando el misterio impulsado por ese
movimiento de agua, de aire, un fluir continuo producto de una mirada de alto y
largo alcance.
EPITAFIO
Redúceme a fuego,
Quémame con las
piedras ardientes
Con el negro
incendiario del corazón de la madera
muerta.
Vuélveme
pequeñez en la ceniza
multiplícame en
la carroña del fuego.
Quítale el agua
a mi cuerpo,
devuélvela al
aire.
Quémame, te lo
ruego
no pertenezco a
la tierra putrefacta.
Quémame,
pulverízame,
que mi cuerpo se
desintegre entre las llamas.
Deja que el
fuego haga su trabajo
que la chispa se
muestre rebelde
que desoriente
el humo.
Devuélveme al
aire,
déjame salir,
déjame,
que he dejado
todo en el recuerdo.
Redúceme,
quémame.
De “Huellas”
LAVA
3
En las yemas de
la mano el cuerpo se envuelve a sí
mismo.
En los reversos
del nácar,
la marea de la
sangre deja surcos de arena.
De “Huellas”
Y NADIE LO VE
El pico del
pájaro penetra hondo en la pequeñez del
gusano.
El cielo lo
protege
lo cubre de
inmensidad.
Está el pájaro
libre de palabras,
su boca es
fatal,
no hay lugar
para otra lengua.
Sus plumas
ajenas al susurro de los trazos lo cubren por
entero, no hay espacio en blanco ni angustia ante el
vacío.
El pájaro lleno
atraviesa el aire
y baja
implacable con su pico en punta
hasta detener de
un golpe la lenta marcha del gusano.
Sin manos ni
añoranza de manos,
el pájaro de pie
en la tierra,
eleva sus ojos
al cielo y canta.
De “Trazos”.
ESCRIBIR
1
La palabra,
al filo de la
hoja en blanco,
agoniza para dar
a luz
en otro margen.
La letra
avanza,
el que escribe,
está cerca del
tiempo.
De “Trazos”.
EL CRISTO ROJO
“¿Acaso imaginan el velorio de un loco?”
Jacobo Fijman
Aquí me han
traído.
Escribo dibujo y
pinto,
todo lo perdido
de mí se encuentra en cada trazo.
¿Quieren curarme
la sed con el desierto?
¿curar la
tristeza en la casa de la melancolía?
Me ha bendecido
el olvido y la pobreza,
sólo espero la
mañana.
De “Trazos”.
PUENTES
El río es un
invento del puente
que atrajo a las
aguas
sobre el cauce
blando.
El puente,
es hijo de las
dos orillas,
una quieta
barca
que sueña su
lecho.
De “Marcas de agua”
LEYENDA
En los últimos
días, las mujeres
levantaron sus
polleras
sus delantales
al cielo
aclamando el
regreso de las aguas,
orando
frente a la cruz
natural de las ventanas,
bajo el vitral
del parral seco.
En aquellos
días
los hombres
cojos apoyados en las zapas,
con las canoas
rotas y secas en la bahía,
con flores de
neblina en los cristales,
poblándose de
escara los pliegues del cuerpo,
soñaban con los
remos que se hundirían en el agua
y la piel
arrugada por la humedad de la marea.
De una sola boca
salía
aliento a niño
con fiebre
a vino caliente
a tarro de miel.
Sólo quedaba una
trenza de mujer con un peine
clavado
sobre la pared
blanca,
sólo el jugo de
una vela como rocío inmemorial
y el espejo
transformando el vacío de sol a sol.
De “Marcas de agua”
LOS SUEÑOS DEL AGUA
El agua
durmiente
del fondo del
jarrón
sueña que se
eleva vertical.
Aferrándose a la
materia fibrosa del tallo,
asoma a la
altura
de cada pétalo,
antiguas gotas
planas
encarnadura del
agua.
La flor
transpira, se excede, desborda,
y el agua cae
sin saber
que retorna al
fondo del jarrón.
Una lluvia
perfumada
gota a gota,
cae con el
olvido necesario
para soñar su
ascenso.
De “La casa”
Los
poemas fueron tomados de una antología personal del autor “Marea en las manos” con prólogo de Héctor
Freire, ediciones Colihue.- Buenos Aires 2005.
Daniel Calmels
Escritor,
Psicomotricista, Psicólogo Social .
Autor de: El Cristo Rojo (Faja de Honor de la Sociedad Argentina
De Escritores); Estrellamar,
prosa poética (Primer
premio Rodolfo Walsh - Derechos humanos); Cuerpo y saber; El cuerpo en la
escritura; Del sostén a la transgresión; El libro de los pies (Primer premio
Ensayo del Fondo Nacional de las Artes); Marea
en las manos, antología poética; Juegos
de crianza; La almohada de
los sueños, cuentos; El
cuerpo Cuenta; La
discapacidad del héroe (Tercer
premio concurso municipal de la ciudad de Buenos Aires); Infancias del cuerpo; La almohada de los sueños,
versión para la infancia, cuento (Madrid); Espacio
Habitado; Fugas, el fin
del cuerpo en los comienzos del milenio; Juegos
en el papel, Los duendes de la mesa, cuento infantil.
-Derechos reservados- En caso de reproducir citar la fuente-
-Derechos reservados- En caso de reproducir citar la fuente-
Maestro!
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