Los textos que componen este libro -"La imprecisa voz que me sueña" (Nuevohacer - Grupo Editorial Latinoamericano) Buenos Aires 2014- son parcelas de
sueños, retazos que acaso fueron rescatados mediante un acto de voluntad, la voluntad de quien logró darles forma y hacerlos fulgurar
mediante una palabra poética, podría pensarse incluso que la factura del libro
propone un cuestionamiento al sentido y
orden de las convenciones del relato. La vaguedad notoria del tono ya fue
establecida en el título bajo el
apelativo de “imprecisa”, que alude de algún
forma a alguien que habla con la
voz de otro, de otra, esa voz que viene de un espacio contiguo, que se filtra, una voz fugada que tiene
la palabra. Este conjunto de fragmentos
que suelen eludir cualquier modo convencional de cierre en su sentido más
previsible, queda abierto hacia una suerte de inmensidad y sin embargo hay
resolución desde el punto de vista estilístico, son textos en el estricto
sentido de la palabra y podrían catalogarse dentro de lo que hoy es la llamada prosa lírica, ya que se ubican en un
sitio intermedio que se extiende entre la narrativa y la poesía. La opción por la vaguedad genera un efecto que aunque roce lo
imprevisto deja al texto expuesto a una connotación no conclusiva y convierte a
cada uno de los cortos relatos en una suerte de zona de amplios márgenes en constante transformación. La casa en sus múltiples variantes parece ser el material preferido de estos sueños. Desde
una simbología tradicional la casa ha sido entendida como la representación de la
conciencia humana, sitio donde las formas aluden a procesos, intenciones,
tendencias y decisiones últimas, en este sentido los textos tienen el carácter
de lo transparente, espacios donde se cuela lo que multiplica significaciones,
lugares de encuentro y de pérdida.
Cada relato da la sensación de ir hacia una especie de
vacío que deja abierta la puerta a un nuevo suceder, flotan acaso en un vacío que los conecta entre
sí de manera insospechada. El acontecimiento
se presenta generalmente inesperado e
inatrapable y es justamente esa condición de escurridizo lo que lo vuelve más
precioso. La percepción predominante es la de la vista, una percepción cargada
de emotividad sobre el espacio íntimo de
la casa, el paisaje y el mundo de alrededor. Casa, espacios, paisajes, son el
marco privilegiado de figuras enigmáticas, seres sin nombre, pasajeros que
representan algo más que su condición de género, filiación o vínculo parental,
tienen cualidades incorpóreas, y
perfiles mágicos, deslumbrantes, con un toque fantástico. Y la configuración
del espacio suele acompañarlos en estas características distintivas, sitio mutable que obedece a la ilogicidad de los sueños, sus
límites difusos se corresponden con la estructura de los relatos o, mejor aún,
la estructura formal se corresponde con ellos, es difícil establecerlo porque
la palabra parece anteceder al fenómeno del sueño o confundirse con él, ese
territorio de lo irracional en el que estalla el instinto no tiene forma sin la
voz que se la otorgue, considerando desde ya que el sueño existe en tanto y en cuanto se convierte en relato posible. Por debajo y por arriba, después de leer el primer relato la
inasibilidad nos deja expuestos a un estado de riesgo, de vacilación y de
encantamiento. Lo verdaderamente arriesgado es que estos relatos son sostenidos
fundamentalmente por la seducción del lenguaje. Entre la fugacidad y la
inquietud prevalece la tersura del texto.
Si pretendiéramos establecer alguna clase
de filiación literaria resultan ineludibles “Cuadernos de Infancia” de Norah Lange y ciertos giros, cierto modo
de mirar propio de la escritura de Silvina Ocampo, especialmente por el aire de
extrañeza que campea en los textos. Aunque también por momentos sobrevuela lo
díscolo de un Felisberto Hernández.
No ha sido inocente la inclusión de la palabra
“voz” en la primera nomenclatura que intenta desde el título catalogar estos
relatos, voz en tanto discurrir de un contenido vago, que se disuelve, que
fluye con cierto rasgo de oralidad y
aunque el rigor formal es muy visible, su proximidad con ese “contar”
desarticuladamente -eso que tiene el don de lo precioso quizá por lo
inclasificable, raro, intangible- es innegable. Pero quién narra, de quién es
esa voz. Narrador es el que sabe, por
eso habla, sin embargo aquí no se termina de decir lo que se roza tangencialmente, lo que es esquivado
ex profeso, lo eludido precisamente es un saber acabado, nítido. Y es
justamente el haber evitado la certeza lo que le confiere al texto su valor. El
recorrido del discurso es metonímico, toca un borde y lo abandona de inmediato
para ir en busca de otras orillas que también pronto se dejarán
atrás. De esta forma el texto en su conjunto funciona como una suma de
epifanías, sobresaltos de lucidez, atrapadas fugaces de sentido. Y de principio a fin se desliza una mirada
pictórica.
Relatos prácticamente sin personajes –las
representaciones humanas son más bien figuras-, las acciones están desnudas y
los espacios limpios de aditamentos, a veces un objeto lo es todo, pero la
arquitectura de cada uno de ellos se sostiene en el vacío. Este despojamiento
da la impresión de hacer que el lenguaje
se convierta en el único protagonista.
Hay en “La imprecisa voz que me sueña” un deslizamiento entre lo real y lo simulado,
ente la lógica y la irracionalidad, entre lo amenazante y lo reparador, nada de
lo que acontece tiene en verdad serias consecuencias, quizá por eso los
deslizamientos continuos hacen que las palabras ocupen el sitio principal.
Entre sueño y poesía, entre sueño y prosa lírica no hay tabiques, sólo palabras
que fulguran: Literatura en grado exponencial.
XV
Soñé
y después olvidé;
soñé y olvidé,
soñé y después
olvidaba: ése era el sueño.
XXIV
“No debo mirar para abajo, sólo hacia arriba”,
llegaba hasta el cielo, tan alto subía, tan alto pero entonces caí, me hundí
en el agua clara de la pileta hasta el
fondo y desde el fondo miraba las guardas y dibujos de las flores en los bordes
de piedra; mi pelo se expandía
con los movimientos del braceo y mientras buscaba en la superficie un agujero
por donde salirme golpeaba contra el vidrio, contra la transparencia férrea del agua, contra las ondas heladas y el burbujeo de la
asfixia; yo, sumergida, la cara de la desesperación en el espejo, mientras el sol, afuera, daba muchísima luz.
LIII
La casa mostraba su momento de mayor esplendor (como
cuando éramos chicos y no sabíamos de todo lo que somos capaces). Olor a pintura fresca y yo,
que salía al porche, envuelta en no sé qué
sentimiento; encontré
tres cajones de un mueble blanco y pensé en ataúdes,
adentro, lamparitas listas para el uso, entonces levanté la vista y vi dos ángeles.
XLVI
Hojas doradas en la tierra ( se podía oír el viento); en los árboles, el amarillo
llegaba hasta el bronce bermejo y una luz oscura; las acequias con agua dulce
que sonó fresca y un pasadizo de álamos hacían levantar la vista por el
asombro. Antes había recorrido variadas formas del amor con la curiosidad de
las vírgenes y una sonrisa en los ojos.
Inés Legarreta nació y
reside en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires. Su libro de cuentos "En el
bosque"- (Gel 1990) obtuvo el Premio iniciación otorgado por la secretaría
de Cultura de la Nación
y Faja de Honor de la
Sociedad Argentina de Escritores. Tres años después ganó la Beca a la Creación del
Fondo Nacional de las Artes. En 1997 publicó “Su segundo deseo” (Enecé), libro
de cuentos que mereció el tercer premio
de Literatura del Gobierno de la Ciudad de Buenos. Aires y una mención del honor
del Premio Ricardo Rojas del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En el 2000 le otorgaron la Medalla de Plata como
Mujer Destacada Bonaerense. En 2004
publicó “La dama habló” (Sigmur) libro de cuentos que mereció en 2008 el Premio
Único de la categoría Inéditos (Bienio 2002-2003) del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En
2008 publicó en Nuevohacer (GEL) la nouvelle “El abrazo que se va” y en la
misma editorial publicó en 2010 “Tristeza
de verse lejos” y wn 2012 el ibro de cuentos “La turbulencia del aire”- Ha
recibido varios premios internacionales, entre ellos Primer Premio de los
cuentos de la Granja ,
Segovia, España en 1989 y 1993. Codirigió desde 2005 hasta 2012 la revista
literaria Fledermaus- En 2014 junto a la escritora Irma Verolín tiene a su
cargo la coordinación del ciclo “Encuentros de narrativa en APA” (Artistas
Premiados Argentinos). Ha sido traducida al inglés, alemán e italiano-
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Gracias miles, Irma. Leerte es develar los sueños como si fueran de otro/a; es asomarse de nuevo a la materia propia porque está revelada por tu voz. Un gran abrazo, Inés.
ResponderEliminarGracias a vos por ofrecer una mirada del mundo desde un ángulo original.
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