“Fresias de octubre” es un texto lleno de limpidez y con giros narrativos que le aportan ritmo a su visible diafanidad. Podría afirmarse que en el primer y más extenso tramo del libro estos poemas simplemente “transcurren”. Se percibe un predominio de la transparencia del lenguaje que se deja atravesar por las circunstancias aludidas.
Leer este libro es como deslizarse por un tobogán y, al mismo tiempo, produce un impacto por su diafanidad, lenguaje límpido para la espesura de la vida. Es como si al lenguaje se le quitara en todo lo posible su densidad en contraposición a aquello a lo que se alude. El juego está allí, si se quiere el guiño está justamente allí. Se trata de ablandar el lenguaje para que obedezca, es imperioso volverlo terso para que el testimonio fluya y en esa fluidez se agazapa lo inconcebible: el hueso duro de la realidad.
Estamos ante un caso peculiar: Cuando la poesía reescribe el género crónica y sigue al pie de la letra el acontecimiento, desnudándolo en cada verso. Una poesía del siglo XXI en la que se trabaja la escritura transgénero. Es poesía, sin duda, pero a la vez serpentea por el filo de la narrativa: nuevamente el guiño al que me refería anteriormente.
Como lectores y lectoras somos testigos del propio cuerpo convertido en un impedimento, cada una de sus partes no responde, este cuerpo inconexo, disgregado, se vuelve ajeno igual que si se tratara de un territorio a conquistar. La primera sección del libro se organiza a manera de un registro de este impedimento y despliega un peregrinaje por hospitales, sanatorios y consultorios médicos. Aquí el lenguaje se comporta como si estuviera frente a algo tan rotundo de la vida que no encuentra otro recurso que retroceder hasta su nivel más primordial, hasta lo más despojado de su significación. Digamos que el lenguaje está en su base, al pie, a pie juntillas como si respetara tanto los acontecimientos que se aferra a su sentido más nítido. Se trata del periplo de la desobediencia de un cuerpo, nos enfrentamos a un cuerpo en estado de rebelión, la voz que teje los poemas habla de su cuerpo como si ese cuerpo se le retobara, como si hubiera una profunda desconexión entre mente y cuerpo. El lenguaje dócilmente se amolda, se adapta a su imperiosa finalidad, el cuerpo no. El periplo va desde el presente del poema, cuyo eje ha sido el cuerpo, casi sumido en un estado de fragmentariedad y migra hacia el pasado a través de un salto instantáneo y entonces, de pronto, el eje aparece puesto en el corazón de la niña y en el de su hermana. En esta migración inmediata lo fragmentario, lo cercenado encuentra su unidad en un centro: el corazón. Un corazón que además tiene una particularidad, es extraño y único, las dos hermanas comparten esta cualidad. Este viaje que va desde la enfermedad al pasado remoto -la infancia- y al pasado juvenil donde la hermana sufre cautiverio durante la dictadura militar, ha dado un giro, ha realizado un movimiento trascendental para que el texto pase en un relámpago de la enumeración. de la penuria corporal a lo histórico social y lo individual emocional, aglutinando todo mediante un mismo desplazamiento. Surgen de este modo nuevas voces y una modificación drástica en el uso del lenguaje para que surja el lirismo y el discurso se module en nuevas variaciones. . A las voces de los médicos y de las amigas, se le suma la voz de la madre, la voz del origen que actúa como pitonisa, otro centro más que contribuye a aglutinar lo disperso y sumar significación. Estos son poemas filtrados por las voces que irrumpen en el texto y afectan la modulación de la voz del sujeto de la enunciación, que da testimonio no sin su cuota de ironía a veces, en medio del estado de confusión e incertidumbre que le impone su cuerpo. Resulta sumamente interesante el movimiento que adquiere el libro con este giro hacia el final, alcanza un esplendor que resignifica lo anterior. Desde lo pecuniario, desde ese estado de materialidad se salta hacia un grado de comprensión de los hechos, se conecta la penuria del cuerpo con la penuria social de la represión de la última dictadura militar a través del cuerpo de la hermana. Pero esto se efectúa de modo tangencial, sin remarcar la conexión, quizá con la misma fantasmalidad con que fue expuesta la dificultosa relación con el propio cuerpo. De la pulsación cronológica, una suerte de Vía Crucis, se alcanza una especie de estado redencional en el texto, ese vuelco hace que el pasado se deshoje, se desdoble en sus muchos tiempos, así el libro logra su espesura y su meduloso sentido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario