
No de un modo gratuito en estos relatos de Graciela Gliemmo ("El tiempo que quieras", Ed. Libros del Zorzal, Bs.As. 2011) algunos personajes pintan
o sacan fotografías, intentando de esta forma llevar la multiplicidad inabarcable de la vida a la bidimensionalidad de una imagen, para capturar
al menos un poco de todo eso que se desvanece, para comprender, para descifrar, en suma para simbolizar. Frente a esto la tridimensionalidad del cuerpo humano se
presenta una y otra vez difuminando el intento de captura, de comprensión. Esta oscilación entre lo simbólico y lo real, entre lo inmaterial y lo visible, entre lo imaginado y palpable campea en la mayoría de los relatos en los que la perspectiva honda del mundo interior especialmente de las mujeres se impone. Presenciamos cierto forcejeo entre estos dos planos y un intento de fusión. A veces los opuestos resuelven su contradicción rozándose o disolviéndose en la ambigüedad. Tampoco es gratuito que algunos relatos hayan sido escritos en tono conversacional, el uso de la segunda persona necesita de dos instancias, se alimenta del replique. Distintas situaciones, cierto matiz evocativo, un tono leve y terso, un tono tenue que se desliza y va merodeando la vida., a veces nos vuelve cómplices de una reflexión
sobre su sentido apoyado por lo general en lo más concreto, en
lo más mínimo y cotidiano. Algunos de estos relatos son sostenidos por una mirada que tiene una dosis de ingenuidad que enriquece el efecto de incertidumbre.
Presenciamos el desfile de seres vacilantes que buscan alcanzar algo que está afuera, acontecimiento, objeto o ilusión y el cuento
se torna entonces un buceo interior y
así la interioridad se ahonda y se expande devorando el espacio del relato. El afuera es apenas un punto de motivación que aunque no se desdibuja va convirtiéndose en algo más, siempre algo más que, afortunadamente, no termina de ser dicho. Resulta significativo que el último cuento y así el libro en su totalidad
concluya con la palabra “siempre”, escrita entre comillas, con esta palabra se araña lo que no se puede tocar con las manos, en ella está contenido
lo absoluto, eso que vibró durante todo el libro mientras se narraban los acontecimientos cotidianos.